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B. F.
Miércoles, 30 de julio 2014, 23:39
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valencia. Agustí no es uva de racimo, le cuesta acatar la disciplina de su partido, donde siempre han tenido claro su mérito de ganar en Paterna («y parecía imposible», recuerdan) pero donde nunca han podido dejar de desconfiar de su talante, pues «va a su bola, por libre». Y de hecho, el estilo del anuncio casa con ese talante propio que algunos dirigentes del PP consideran que se basa en «montar el número».
Su carrera política se concentra en diez años fulgurantes. Fichó en 2004 como asesor de Presidencia con Camps al frente de la Generalitat. Y desde 2007 es alcalde. Era.
Acostumbrado a luchar solo (perdió a sus padres de niño), el arquitecto trasladó a varios cargos del partido su voluntad de aspirar a la presidencia o a la secretaria general de los populares valencianos, comunicó su fantasmal nombramiento como diputado provincial, hizo pública su pelea por ser parlamentario autonómico o para que Ikea se instalase en su municipio. Todo quedó en nada, igual que su intención de que la oposición se integrase en su equipo de gobierno. Gestos como el de aparecer en el mitin de Manuel Chaves dejó estupefactos no sólo a los socialistas; también a sus compañeros del PP, igualmente perplejos debido a su respaldo a un monumento a las víctimas de la represión franquista en Paterna, acto organizado por el Fòrum per la memoria.
Ese estilo peculiar no encontró encaje en el PP; y ciertamente, él tampoco se esforzó por encajar en el partido, sin defensores en tiempos donde es tan peligroso el fuego amigo como el enemigo.
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