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Un caballo y un bailarina danzan en el Boato Moro de los Beduinos. :: alberto aragón
Señores de dunas y oasis

Señores de dunas y oasis

Joaquín Andreu Esteban

Domingo, 24 de julio 2016, 01:32

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Los integrantes de la comparsa encararon anoche la quinta Embajada desde su fundación tras las desarrolladas años atrás por Antonio Vicea, Manuel Escudero, Antonio Giménez y Lucio Sarabia, nombres míticos en la memoria de los beduinos oriolanos y fue todo un derroche de espectáculo que encandiló a quienes lo presenciaron en las calles de la ciudad, Boato donde se dieron cita casi un millar de personas entre comparsistas y figurantes. La música jugó un importante papel con diversas agrupaciones pero también los animales, sobre todo los caballos tan ligados a las huestes moradoras del desierto.

El motivo es una antigua leyenda beduina en la que se menciona la ligazón de los guerreros azules del desierto, la fidelidad del equino con sus jinetes y la hermosura y características del mismo. Ayer estos elegantes cuadúpedos cobraron protagonismo en el paso de la comparsa que encabezó a las huestes del Bando de la Media Luna. La comparsa embajadora quiso asimismo recordar que los ancestros de los hombres de la arena se remontan a la antigua Petra, la ciudad excavada en la roca del desierto, oculta durante siglos a ojos occidentales y donde las caravanas de mercaderes y sus dromedarios cargadas de enseres o riquezas de toda clase partían hacia Damasco, la ahora castigada Palmira o Al Andalus.

Eran los beduinos los encargados de darles protección con sus corceles frente a los bandidos en su discurrir por arenas ardientes y lugares hostiles, paisajes yermos y peligros inciertos, pero que también dejaban tiempo y lugares para el solaz y el remanso de los valerosos beduinos. Días de trasiego de ricas mercancías y noches de relajación en los oasis.

De este modo el Boato se articuló en diversas representaciones de lugares legendarios en cuatro escenas y se abrió con una roca del desierto como las que erosionadas eran referente de los señores de los oasis. Tras ella un ballet rememoró las estrellas que guiaban las caravanas al abrigo de la noche. Después llegaron los estandartes de la comparsa con los nombres de cada una de las diez filas que la componen y que formaron parte más atrás del Boato: Sanhaya, Samires, Suakin, Viejos, Emires, Emiras, Nayyirah y Neyme. A estas se sucedió un ballet infantil donde participaron incluso los miembros más jóvenes de la comparsa y algunos llevaron animales propios de las tierras áridas origen de la tribu de la que la agrupación festera coge prestado el nombre.

Llegó después el turno de ver cuatro jinetes a caballo que hicieron de escolta del Embajador en su emulación de una caravana por el desierto y abrieron paso a los cargos de la comparsa, los Abanderados Infantiles, Lucía y Aitor López Molina; y la Abanderada, Nahir Galindo, seguida de una fila de escolta con familiares y amigas y después la primera de las femeninas de las beduinas, seguida de otra de cristianos Tadmires.

Era el preludio de lo mucho que quedaba por llegar y comenzó la caravana del mayor de los beduinos anoche, con danzas que recrearon los remansos de agua entre dunas y palmeras que dejaron paso a su vez a cuatro de las filas masculinas de la comparsa y a otro majestuoso caballo. En el Boato no podía falta la famosa Torre Beduina, santo y seña de la comparsa desde hace décadas que vino escoltada por guerreros marroquíes pero luego tomó el relevo el harén de la Favorita con las filas femeninas de los Beduinos.

La expectación iba en aumento y todavía quedaba la parte más importante de la Embajada, la llegada de Juan de Dios Rogel, pero antes jinetes de la familia de este a lomos de caballos y dromedarios se lucieron sobre las calles. Jaimas con más invitados y más números de danza dieron paso a otra de las tiendas donde estos aguerridos árabes buscan el esparcimiento, esta vez con los familiares más directos de Rogel y su Favorita, Ángeles Esteban, quienes disfrutaron de la música árabe, caballos de fuego, malabarismos y el el tallado de una figura de hielo para simbolizar que el ardor del desierto solo se puede saciar con el agua que brota en los oasis.

La carroza de la dignataria pareja estaba por llegar pero de nuevo los caballos y la bandera que la Favorita le regaló a Juan de Dios Rogel en su proclamación como Embajador al término de los Moros y Cristianos del año pasado hicieron de preámbulo a unos derviches danzantes. Quedaba poco del Boato y ambos hicieron su aparición en una imponente carroza que representó a la ciudad de Petra muy bien guardada por tropas moras llegadas de la vecina Murcia y que pusieron el colofón a uno de los Boatos del Bando Moro más espectaculares que se recuerdan en las Fiestas de la Feconquista.

S eñores del desierto, pobladores de las crestas de las dunas y poderosos guerreros cuya valía no se frena por las vicisitudes de los páramos de arena por los que han transitado siempre las tribus nómadas a lomos de animales tan fieles como los caballos. Ese fue el eje por el que discurrió el Boato que presentó ayer la comparsa Moros Beduinos en la celebración de su Embajada con su máximo exponente al frente, Juan de Dios Rogel.

Fue el brillante colofón a las Fiestas de la Reconquista de Orihuela en otro desfile con raíces históricas como el desarrollado el día antes por los Caballeros del Rey Fernando y que causó sensación entre los espectadores que lo contemplaron.

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