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LA CHISPA JOSÉ LUIS SATORRE Y ABELINO MORA
Sábado, 28 de mayo 2016, 08:30
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LA CHISPA JOSÉ LUIS SATORRE Y ABELINO MORA
Sábado, 28 de mayo 2016, 08:30
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Celebramos este fin de semana la fiesta del Corpus Christi. Fiesta con mucho empuje en muchos pueblos y ciudades. En nuestra Vega Baja tiene gran tirón esta festividad. Para nadie pasa desapercibido el día del Corpus. Son muchos los que se movilizan para participar o, cuanto menos, presenciar, el paso de Jesús por nuestras calles recordándonos que Él está ahí. Por eso cantamos, una y otra vez, el popular himno 'De rodillas, Señor, ante el sagrario, que guardas cuanto queda de amor y de unidad, venimos con las flores de un deseo para que nos las cambies en frutos de verdad'.
Cuentan que el Papa Urbano IV, que instauró la festividad del Corpus Christi en 1264, confió a Santo Tomás de Aquino y a San Buenaventura la redacción del Oficio Litúrgico de la festividad del Corpus. Comparecieron ambos ante el Santo Padre para dar lectura a sus respectivos trabajos. Comenzó Santo Tomás. Y cuentan rancias crónicas, a medida que avanzaba el Doctor Angélico en la lectura del suyo, San Buenaventura rompía su manuscrito. Preguntado por qué la hacía, respondió con humildad franciscana el Seráfico: «Ha hablado el Tomás creyente, no el teólogo».
Siglos más tarde, gente piadosa de nuestra Parroquia encargaron a Dupar el maestro de Salzillo, el Monumento Eucarístico que se expone en la sacristía de Santas Justa y Rufina, donde expresó con arte y amor eucarístico la realidad del misterio de la presencia de Jesús entre nosotros.
Dios no es un ser abstracto, envuelto en imaginería de un cielo y unas nubes que nos alejan de la tierra, Jesús resucitado y unido al Padre y al Espíritu sigue siendo tierra, unido a nuestra tierra. Es pan y vino compartidos. Es comida de hermanos que anuncian el futuro de la historia en comunión. Es comida que es fraternidad y misión.
Todos sabemos que es una presencia misteriosa, oculta, latente y, al mismo tiempo, es una presencia fuerte, poderosa, transformadora.
Salgamos a la calle. Acompañemos o presenciemos el paso de Jesús. Adornemos nuestras calles con altares, como venimos haciendo, sin olvidar que, el mejor altar es tu corazón que late al unísono con tu fe. «Adorad postrados este sacramento. Cesa el viejo rito; se establece el nuevo. Dudan los sentidos y el entendimiento; que la fe supla con asentimiento». (Santo Tomás).
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