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Tenderetes a las puertas del centro municipal donde se celebraron las jornadas.
San Isidro en la memoria
REPORTAJE

San Isidro en la memoria

Las jornadas en torno al campo de concentración recuerdan la represión franquista y homenajean a dos leyendas vivas

Fernando Amat

Domingo, 5 de octubre 2014, 01:06

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La memoria de miles de personas que pasaron por el Campo de Concentración de Albatera (en la ahora localidad de San Isidro), revive cada mes de octubre en las jornadas que lo recuerdan cada año. La represión atroz sobre los republicanos tras la Guerra Civil todavía tiene eco en la actualidad, sobre todo, por el trabajo que desarrollan las diferentes asociaciones que reivindican el recuerdo de las personas que llegaron, como prisioneros, a este lugar. El saladar sanisidrense se convirtió ayer, una vez más, en un lunar dentro del Régimen Franquista porque «se les fue de las manos», aseguraron los organizadores. En este recinto carcelario murieron cientos de personas del bando perdedor. Para rememorar la represión se realizan estas jornadas, en las que se llevan a cabo homenajes como el de ayer, donde se reconoció a dos guerrilleros republicanos como leyenda viva de la resistencia. La organización quiso tener este detalle antes de que ambos fallezcan dada su avanzada edad. La huella del campo albaterense quedó impresa en todas las personas que sobrevivieron a los primeros meses que siguieron al termino de la guerra, y se demostró que la sombra tricolor es más larga de lo que aparenta en la actualidad porque tanto jóvenes como excombatientes reclaman que se ponga en valor la lucha republicana.

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Pocos hombres quedan vivos para dar testimonio de lo ocurrido en San Isidro. El campo que fue centro de reinserción a principios de los años treinta se transformó en un campo de castigo donde la 'guardia mora' vigilaba y los oficiales se desquitaban de lo sufrido en la guerra por parte de otros combatientes. Nada fuera de lo común para este tipo de trances en una Europa entre guerras, pero algo inusual en aquella época en que el civismo y la Convención de Ginebra dejó paso al rencor más profundo de una España rencorosa. Tanto que el campo albaterense se cerró solo a los ocho meses de su apertura. El tifus, el hambre y los fusilamientos dejaron paso a otra forma de convivencia entre vencedores y vencidos.

«El Ejército Azul prometió que dejaría embarcar a todo el quisiera», comentó Antonio Martínez. No obstante, Francisco Franco ordenó bloquear la salida de barcos en la bahía alicantina y los 'rojos' se enviaron al Campo de Los Almendros, un espacio que no reunía las condiciones necesarias para tantas personas. Ante la falta de efectivos para vigilar a tal mansedumbre de vencidos se decidió enviarlos por tren hasta el palmeral cercano a Elche. En este lugar olvidado de la mano de Dios «se hicieron muchas atrocidades».

Los últimos 17.000 republicanos que se quedaron sin barco y sin salvoconducto en el puerto de Alicante los 'ordenaron' en Albatera, donde habían mejores alambradas y donde se necesitaban menos hombres para vigilar. Hijos y nietos de estas personas víctimas de la represión dieron a conocer ayer el sufrimiento que se vivía con una lata de sardinas y un chusco de pan cada dos días. Esta era la dieta de la mayoría de los condenados que buscaban una referencia o un aval que les pudiera sacar de esta miseria. Pocos eran lo que lograban convencer a un cura o una persona 'de bien' que pudiera hacerles volver a su antigua vida.

Personas como Ángela García todavía recuerdan el padecer de su padre «morían de tifus o de otras enfermedades». Además, señala que algunos sacerdotes ordenaban a quién se debía fusilar. La voluntad de reivindicar el pasado lleva a las personas a viajar cientos kilómetros para demostrar el sufrimiento de sus familiares más cercanos. Así fue como esta asturiana relató que su padre sufrió durante toda su vida las secuelas del campo albaterense. «Nunca fue el mismo, siempre estuvo aquejado de problemas físicos, pero lo más perjudicial fue que nunca olvidó las torturas que sufrió».

Por su parte, el guerrillero Antonio Martínez, habló sobre sus aventuras mientras las guerrillas resintieron en los montes de León, el exilio que sufrió en Francia y los días de cárcel que pasó en Carabanchel.

También existieron jóvenes que lucharon contra el Régimen treinta años después cuando el Caudillo expiraba. Antonio Martín sufrió en sus carnes la represión por pertenecer al Partido Comunista. Su delito fue repartir publicidad ilícita. Esta infracción le supuso varios años de cárcel, «aunque estábamos al final de la Dictadura y eso nos permitía tener licencias como corregir a los carceleros si nos hablaban mal».

Esta condescendencia no fue igual en los primeros años de posguerra ya que hombres como Antonio Martínez tuvieron que huir a Francia. «Cristina Almeida nos recomendó irnos porque éramos personas que estábamos muy quemadas», relata el luchador comunista.

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