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Macron celebra su victoria.
Francia elige a Macron, el presidente del optimismo

Francia elige a Macron, el presidente del optimismo

Promete luchar contra la división y devolver las oportunidades que merecen los franceses

Fernando Iturribarria

Domingo, 7 de mayo 2017, 00:05

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El centrista Emmanuel Macron, europeísta convencido, reformista liberal y modernizador social, fue elegido octavo presidente de la V República y el más joven de la historia de Francia al imponerse con un muy amplio margen de 30 puntos a la ultraderechista Marine Le Pen, quien sin embargo logró un nuevo récord electoral para el Frente Nacional (FN). Con un aplastante triunfo en la segunda vuelta por 66,10 % a 33,90 % según las datos finales, el antiguo banquero de negocios que entró en política hace cinco años sucederá el próximo domingo en el palacio del Elíseo al socialista François Hollande, del que fue ministro de Economía e inspirador de su impopular gestión reformista. El inapelable resultado de más de 20 millones de votos frente a 10,6 abre una etapa nueva, tan inédita como imprevisible, en la vida política francesa marcada por el optimismo para salir de la crisis, el desencanto y el euroescepticismo.

A los 39 años, Macron se convierte en el presidente más joven en la historia de Francia. Paradoja del atípico salto generacional de su matrimonio, su esposa, Brigitte Trogneux, va a ser, con 64 años, la primera dama de mayor edad en llegar al Elíseo en la Quinta República. Hasta ahora, el récord de precocidad lo ostentaba Luis Napoleón Bonaparte, que accedió al poder en 1848 a los 40 años. El nuevo presidente electo ingresa en un club restringido de dirigentes mundiales treintañeros formado por el norcoreano Kim Jong-un (34 años), el emir de Catar, Tamin bin Hamad Al Zani (36); el rey de Bután, Jigme Khesar Namgyel Wangchuck (37); y el primer ministro de Estonia, Jüri Ratas (38).

La victoria del juvenil Macron es el triunfo del optimismo. El astro emergente de la política europea, de trayectoria meteórica fuera de la órbita de los partidos tradicionales, busca encarnar la esperanza, la confianza, la modernidad, la regeneración y el acomodo con la globalización. El artífice de la ruptura con el pasado depresivo, el repliegue y el pesimismo, personifica la Francia abierta al mundo, dinámica y creativa liberada de las tentaciones proteccionistas, el cierre de fronteras y el regreso al pasado a espaldas de Europa.

La apuesta por refundar la Unión Europea y reforzar la gobernanza de la zona euro es el reto más transcendente para sus vecinos de un político con vocación europeísta sin complejos. Su pretensión estriba en crear un Parlamento, un ministerio de Economía y un presupuesto para los 19 miembros de la eurozona así como consensuar una hoja de ruta en cinco años para lograr una Europa a 27 del medio ambiente, la industria y la gestión de las migraciones.

Reforma laboral

En el plano interior su desafío más arriesgado es realizar una nueva reforma laboral al margen del Parlamento por la vía del decreto ley que cuenta con la hostilidad frontal de los sindicatos más opuestos a las medidas liberalizadoras. Sus proyectos más inmediatos son la elaboración de una auditoría de las finanzas públicas y la promulgación de una ley para la moralización política que prohibirá el nepotismo de los parlamentarios entre otros hábitos propicios a la corrupción.

Para llevar a buen puerto sus propósitos gubernamentales necesitará una mayoría parlamentaria suficiente que le absuelva de la condena a un gobierno de coalición con los socialistas o a la cohabitación con la derecha conservadora. Traducir en diputados en las generales del 11 y 18 de junio una elección en buena medida por defecto representa la difícil misión del movimiento transversal ¡En Marcha! en el aniversario de su creación por el fundador que lleva las mismas iniciales.

Marine Le Pen no logró superar el listón del 40 % que era el baremo simbólico asumido por el propio Frente Nacional para distinguir la decepción del éxito. No obstante, con unos diez millones y medio de sufragios pulverizó el récord histórico en voto absoluto de la extrema derecha en las presidenciales que ostentaba su padre, Jean-Marie Le Pen, desde su derrota hace quince años ante conservador Jacques Chirac cuando reunió 5,5 millones de papeletas. El mediocre resultado en comparación con las expectativas lepenistas supone un mal presagio de cara a las elecciones legislativas de junio y la aspiración del FN a ser la primera fuerza de la oposición capaz de provocar una recomposición a su favor de las diferentes corrientes de la derecha.

Sube la abstención

La abstención fue del 25,38 % del censo total, la más fuerte en una segunda vuelta de las presidenciales desde 1969. La participación en la ronda decisiva fue inferior a la registrada en la primera (77,77 %) por primera vez desde aquel año que tuvo la peculiaridad de enfrentar al conservador Georges Pompidou y al centroderechista Alain Poher con la izquierda ausente de la final. La presencia de una candidatura de la extrema derecha no provocó una movilización masiva a diferencia de lo ocurrido en 2002 cuando la participación subió ocho puntos en pleno esplendor del frente republicano contra Le Pen padre. El 8 de mayo es festivo en Francia y eso pudo ayudar también, aunque el porcentaje de descontentos que votaron en blanco o nulo fue del 11,5 %.

El presidente francés electo, Emmanuel Macron, se comprometió a «retejer los lazos entre Europa y los ciudadanos» en el primer discurso tras su contundente victoria electoral, pronunciado con tono grave y solemne mientras miles de simpatizantes estallaban en una explosión de alegría en la explanada del museo del Louvre de París. Por su parte, Marine Le Pen anunció la refundación del Frente Nacional en un nuevo partido patriota y antimundialista con la ambición de ser la primera fuerza política de la oposición al nuevo poder europeísta.

«Defenderé Francia, sus intereses vitales y su imagen. Defenderé Europa, porque están en juego nuestra civilización y nuestra forma de ser libre», proclamó el futuro inquilino del Elíseo que dirigió saludos al socialista François Hollande, su predecesor, y también a Le Pen. Además, prometió que, bajo su presidencia, «Francia estará en primera fila de la lucha contra el terrorismo en su suelo y también en la acción internacional».

«Una nueva página de nuestra larga historia se abre y quiero que sea la de la esperanza y la confianza recobradas», dijo Macron consciente de que «mi responsabilidad será sosegar los miedos y reencontrar el espíritu de conquista». «Sé de las divisiones de nuestro país que han conducido a algunos a los votos extremos», añadió decidido a escuchar ese mensaje «protegiendo a los más frágiles».

La candidata derrotada telefoneó al vencedor nada más conocerse el resultado para desearle éxito ante los «inmensos desafíos» que le aguardan en el Elíseo. «Los franceses han optado por la continuidad», valoró la dirigente que había insistido durante toda la compaña en subrayar la filiación de Macron como heredero de Hollande y representante del sistema político dominante. «Las formaciones políticas que han asumido la responsabilidad de elegir a Macron se han desacreditado por sí mismas», dijo en una breve alocución a sus simpatizantes.

Marine Le Pen saludó lo que presentó como «un resultado histórico y masivo» para el Frente Nacional, «que hace de la alianza de patriotas la primera fuerza de la oposición» con el pacto sellado con el soberanista reaccionario Nicolas Dupont-Aignan. A partir de esa constatación voluntariosa, planteó que la segunda vuelta de las presidenciales «organiza una recomposición política entre patriotas y mundialistas». «Esta gran opción será sometida a los franceses en las legislativas», añadió en referencia a las elecciones generales convocadas en dos vueltas el 11 y 18 de junio.

     

«Oportunidad histórica»

La presidenta del FN, que se había apartado temporalmente del cargo tras la ronda preliminar en las urnas, anunció que estará «a la cabeza de ese combate». «Estamos muy inquietos por las perspectivas de este nuevo quinquenio», justificó. «El FN debe renovarse profundamente para estar a la altura de esta oportunidad histórica», preconizó.

«Por consiguiente, propondré emprender una transformación de nuestro movimiento con el fin de constituir una nueva fuerza política», proclamó en un anuncio que presagia un cambio de nombre, estatutos y emblema en ruptura con la herencia extremista y xenófoba del partido fundado por su padre, Jean-Marie Le Pen, que le lastró como una losa en la recta final de la campaña. El anciano caudillo neofascista arremetió instantes después contra el «fracaso» de la línea política defendida por Florian Philippot, vicepresidente de la formación, que «debe acordarse de que no es más que un huésped en esta casa».

Hollande, también felicitó «calurosamente» a Macron por una amplia victoria percibida como la ilustración de que «una gran mayoría de nuestros conciudadanos han querido unirse en torno a los valores de la República y marcar su compromiso tanto con la Unión Europea como con la apertura de Francia hacia el mundo». El padrino político de su sucesor le transmitió los «deseos de éxito» para Francia, porque el principal desafío es unir y construir para proseguir el camino de Francia hacia el progreso y la justicia social».

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