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Juli Briskman hace un gesto con el dedo corazón al pasar un coche con Donald Trump. Brendan Smialowski (AFP)
El derecho a enseñar el dedo corazón a Trump

El derecho a enseñar el dedo corazón a Trump

Juli Briskman perdió su empleo como analista de marketing por mostrar su desprecio por el presidente estadounidense

R. C.

Viernes, 6 de abril 2018

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Si a Juli Briskman no le agradaba Donald Trump como presidente de Estados Unidos, ahora tendrá una nueva razón para odiarle porque el presidente de Estados Unidos ha forzado su despido. Todo porque cuando la analista de marketing pedaleaba en verano por Virginia fue adelantada por el desfile de automóviles que transportan y escoltan al político y ella le enseñó el dedo corazón en clara señal de desaprobación. Aquella imagen fue captada por los fotógrafos de la Casa Blanca y pronto se hizo popular en internet. Cinco días después, la analista de marketing perdió su empleo.

Hoy, Briskman ha comenzado su lucha por que se reconozca su derecho y «libertad de expresión» para que no se repita lo sucedido. Entonces ya sabía quien había movido los hilos de su despido. «La Primera Enmienda impide represalias en mi contra por parte de Trump. Pero Trump no necesita castigarme por mi discurso si el miedo a él estimula a mi empleador a hacerlo», recordó en una columna escrita este viernes en el Washington Post. «Mientras la Primera Enmienda protege mi derecho a enseñar mi dedo corazón, mi jefe me dijo que la 'protección corporativa' dicta que él me despide con el argumento de una política de redes sociales que prohíbe el contenido 'obsceno' o 'inapropiado'», explicó al tiempo que recordó que en ninguna de sus cuentas mencionaba en qué empresa estaba contratada.

Meses después de perder su trabajo, la ciclista que enseñó el dedo corazón a Trump cuando el presidente era transportado a su campo de golf habitual insiste en su lucha por la libertad. «Si los estadounidenses solo pueden mantener sus trabajos cuando se abstienen de criticar al presidente, entonces esa libertad se pierde. Y una vez que se pierda la libertad de hablar, el resto de nuestros derechos constitucionales no se quedará atrás», defendió en su tribuna.

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