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Dos niñas disfrazadas para el carnaval de Winneba.
En Ghana, la pasión por el carnaval de Winneba es una herencia de generaciones

En Ghana, la pasión por el carnaval de Winneba es una herencia de generaciones

Los niños espían a sus primos y compañeros por una competición que supera a las de las Navidades

Stacey KNOTT (AFP)

Jueves, 5 de enero 2017, 00:06

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Un Papá Noel montado en zancos de cuatro metros agita la bandera de Ghana cuando se cruza con un hombre disfrazado de gorila, en tanto más lejos se divisa un falso Barack Obama marchando al son de la fanfarria: así celebra el Año Nuevo el carnaval de Winneba, en el sur de ese país africano. En su origen una sátira acerba de la época colonial, el Winneba Fancy Dress Festival, un baile de máscaras gigantes, se organiza todos los años desde la independencia de Ghana en una localidad de pescadores a dos horas de camino de Accra, la capital.

Esta tradición de disfraces tiene sus raíces en la historia colonial del país, cuando ingleses y holandeses importaron el carnaval en 1920 para celebrar el Año Nuevo a través de toda la exCosta de Oro. Al proclamarse la independencia del país en 1957, el presidente Kwame Nkrumah decidió promocionar el carnaval de Winneba.

Este festival se convirtió en una "pasión", explica su organizador, James Kofi Annan. Inclusive, al punto de destronar a las fiestas de Navidad en la región. "Todo el mundo, desde los siete a los 77 años (de edad), de Winneba o de cualquier otra parte, quiere venir" a esta población del sur del país, confía.

Durante una jornada, cinco grupos con un centenar de integrantes cada uno se enfrentan para lograr el premio a los mejores disfraces y mejores actuaciones. Y, es realmente un asunto de familia. Durante meses, las mujeres trabajan en los disfraces, confeccionados en cuero, encaje y terciopelo, decorados con bolas de árbol de Navidad y lentejuelas, en el mayor de los secretos, alejadas de la población. Hasta ocupan casas abandonadas mientras duran los trabajos de costura: la sorpresa debe ser absoluta. El día "D", los niños bailan junto a sus padres, mientras espían a sus primos y compañeros de clase que integran equipos rivales.

Isaac Ambrado, de 43 años, es arquitecto durante el resto del año, pero el 1 de enero (o el 2, puesto que Año Nuevo cayó en domingo), es miembro de honor de Red Cross, uno de los cinco equipos históricos de la competición. Para su hijo Gabriel, de apenas cinco años, se trata de su primer desfile. Padre e hijo marchan de la mano al ritmo desenfrenado de la música, rostro cubierto con máscara narigona, enfundados en sus trajes combinados rosa y blanco. "Yo no rejuvenezco y, algún día, él tomará mi relevo. Hace 32 años que desfilo en cada edición. Es una tradición familiar", explica Ambrado. "Todos en la familia son miembros del grupo", añade.

Un primo, Mark Koomson, de 42 años, desfila junto a ellos, con su hijo Theophilus, también de cinco años pero ya muy hábil encaramado en sus pequeños zancos. Verlo desfilar es un gran orgullo, afirma su padre con emoción. Su tatarabuelo fue uno de los fundadores de Red Cross.

Han engalanado sus zapatos con plumas rosadas y unas cuerdas de un rosa fluorescente ajustan sus pantalones a los zancos, en tanto sus chaquetas lucen brillantes adornos de Navidad. Sin embargo, este año el equipo rival Tumus ganó la competición, y en las cuatro danzas impuestas por los jueces. Sus trajes representan "la armonía y la unidad", y la sincronización del equipo impresionó al público, explica Annan, el organizador. Para agregar orgullosamente: "En otras regiones de Ghana también se disfrazan para Año Nuevo. Pero nosotros somos los auténticos...".

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