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Los integrantes de la 'colla castellera' levantan una torre humana en pleno centro de Madrid. r. c.
'Castellers' castizos

'Castellers' castizos

Tocar el cielo de Madrid es cosa de catalanes. La primera agrupación que levanta torres humanas en la capital lleva ocho meses funcionando. En la colla más chulapa hablan del 'procés' «pero poco y sin subir el tono»

ANTONIO PANIAGUA

Viernes, 29 de septiembre 2017, 00:22

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Hasta en la ciudad china de Hangzhou hay 'castellers' que desafían la ley de la gravedad. Desde hace tiempo estas edificaciones humanas han traspasado las fronteras de Cataluña y ya se levantan en Australia, Chile, Argentina, Reino Unido, Francia o Bélgica. Pero incomprensiblemente en Madrid, donde residen unos 80.000 catalanes, era imposible ver una torre humana con personas afincadas en la capital. Desde hace unos meses se ha desvanecido la maldición. Los miembros de 'colla castellera' de Madrid ya han realizado once actuaciones y se preparan este sábado para levantar una torre de seis pisos en la plaza del Ayuntamiento de Torrejón. Cuando lo hagan tres veces seguidas serán una colla de pleno derecho y podrán tutearse con las más experimentadas.

La primera colla nacida en Madrid cuenta con 53 miembros y tiene una fuerte representación de mujeres, del orden del 40%. En sus ocho meses de vida el techo del colegio donde ensayaban se les ha quedado demasiado bajo. «Cuando hacíamos sólo tres pisos no había problema. Pero cuando llegamos a los cinco ya dábamos en la cubierta del gimnasio. Ahora nos hemos trasladado al Campo de la Cebada, donde entrenamos al aire libre, y al polideportivo de Daoiz y Velarde», dice Josep Ramon Casas, presidente de la colla madrileña.

El 'castell' es una metáfora perfecta de la sociedad. Necesita una sólida base en la que todos hagan piña para que sobre ella se yerga un tronco. Cuantos más brazos sostengan la torre desde abajo, más alta será. Fuerza, equilibrio, coraje y cordura son los valores que hay que reunir para ser un buen 'casteller'. «Aparte de los espectáculos que montamos en las fiestas de los barrios, nos llaman de empresas, porque para construir un 'castell' se requiere ser solidario con el de al lado y trabajo en equipo. Si uno falla se desmonta todo».

La integran 53 miembros, casi la mitad mujeres; el 20% son madrileños

Casi la mitad de los inscritos en la agrupación ya sabían lo que era encaramarse en los hombros del compañero y ceñirse la faja. Un 80% de los componentes de la colla más chulapa son catalanes, aunque también los hay de Madrid y otras provincias. «Ensayamos por tramos, dos días a la semana y unas dos horas por jornada. Sólo en los días de actuación se ensambla por completo la torre», apunta Casas, de 57 años, un catalán que lleva desde los diez en Madrid y que ahora ejerce el cargo de secretario general del Cercle Català en la capital.

Con el apoyo entusiasta de los amantes de los 'castells', el Círculo apostó por crear una colla que satisficiera los deseos de algunos catalanes de tocar el cielo de Madrid. La agrupación, que nació en octubre, al principio adolecía de un déficit de niños, un problema que ya se ha subsanado. Ellos son imprescindibles para escalar la cúspide. «Ahora casi nos sobran. Ya contamos con trece, todos con su casco homologado, que se fabrica en una empresa de Murcia».

Una colla «apolítica»

Para levantar un castillo humano más vale maña que fuerza. La técnica es primordial. Un 'castell' es como la estructura de un edificio. Cuanto mejor sean los cimientos, mayor equilibrio se logra. Por eso los 'castellers' se colocan en función de la altura y el peso. Desde la incorporación de la mujer al mundo de las torres de carne y hueso el número de pisos creció y éstos se hicieron más ligeros.

Según Casas, los riesgos que comporta la erección de un 'castell' están previstos y medidos por la estadística. «Los castillos se caen en un 3% de las ocasiones. La mayoría de las veces nunca pasa nada», argumenta el portavoz de la colla. Es verdad que la siniestralidad es muy reducida. La última muerte aconteció en 2006, año en que pereció una niña. Desde entonces se obligó a 'la canalla', a los menores, a protegerse la cabeza. Josep Ramon Casas se puso en contacto con las agrupaciones catalanas para reclutar 'castellers' residentes en Madrid y la respuesta no pudo ser mejor. «Todas quieren actuar con nosotros, porque choca que haya una colla en Madrid».

En Brasil y Chile se ha recurrido a estas formaciones humanas para infundir los valores de la solidaridad y el trabajo en equipo. No en balde, del esfuerzo y concentración de cada uno de los integrantes depende el éxito del 'castell'.

En la agrupación de Madrid se procura hablar lo menos posible de la independencia de Cataluña. «La colla es totalmente apolítica. Difundimos la cultura catalana en Madrid. Luego cada uno tiene su opinión. Más que discutir, nos limitamos a comentar el asunto. Y nunca en los debates se sube el tono».

Todo 'casteller', especialmente los niños, ha de procurar bajar de la torre con suavidad, deslizándose como si fuera una barra bien engrasada. Además es fundamental no apresar con fuerza los pies del compañero, dado que han de moverse y quedar libres para guardar el equilibrio. «A veces pedimos la colaboración del público, aunque hay que tener cuidado con los detalles, porque un pequeño error puede desmontar la torre».

Si se hace bien, la participación en un 'castell' no debe causar dolores de espalda. «Los que somos algo mayores estamos más ocultos, abajo, pero todos somos importantes. Los padres de los niños suelen estar orgullosísimos».

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