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«Como modelo 'curvy' estoy sana, feliz y trabajo más que antes», dice Marisa.
«Yo también decía que no vomitaba»

«Yo también decía que no vomitaba»

La modelo Marisa Jara relata su insana lucha con la báscula en 'La talla o la vida'.«Una 'booker' se desmayó al ver que tenía 98 de cadera»

ARANTZA FURUNDARENA

Sábado, 25 de marzo 2017, 00:10

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El lema actual del whatsapp de Marisa Jara es un 'Mejor imposible' acompañado del icono de la bailarina de flamenco. «Es que estoy en un gran momento», proclama esta sevillana de 37 años. Atrás ha dejado una bulimia nerviosa que le llevó a comer compulsivamente y a vomitar prácticamente a diario. Atrás ha dejado también la culpabilidad, el autocastigo, la presión por ser delgada... Liberada de una cruel tiranía que hoy soportan muchas más mujeres famosas de las que imaginamos, esta exmaniquí convencional y hoy modelo 'curvy' ha decidido condensar toda su experiencia vital en un libro titulado 'La talla o la vida'.

El título es literal. Marisa llegó a poner en peligro su vida por algo tan ridículo y banal como entrar en un vestido. Pero hace unos tres años se puso en manos de especialistas y lleva más de 18 meses renovada y feliz, «queriéndome mucho más y ya sin esas presiones que te amargan la existencia, porque era estar pensando de la mañana a la noche en no comer, no engordar... Tuve que elegir: o seguir como modelo convencional o mi salud y mi vida».

Cuenta Jara que de niña era muy romántica, sensible y golosa. Una criatura «graciosa, glotona y rellenita, pero en ningún caso obesa». A la moda llegó de adolescente y de la mano de su hermana, que trabajaba como maniquí. A los 15 años fue fichada por la prestigiosa agencia de modelos Elite y a los 16 empezó a moverse por el mundo. Japón la acogió con los brazos abiertos. Pero pronto sintió que la estrangulaba... «Los de la agencia me medían y pesaban a diario y hasta me revisaban la cesta de la compra. Como era menor, una señora me controlaba todo el tiempo en el apartamento que compartía con otras modelos. Recuerdo que comíamos dulces y chocolate a sus espaldas».

Poco después Marisa fue enviada a Francia. En aquella época la joven modelo pensaba que París bien vale una talla. Pero pronto descubrió «que allí son más estrictos que nadie. Lo que impera es la 34 y o me mataba de hambre o no tenía trabajo». Jara, que llegó a subsistir a base de mucho café y tres manzanas diarias, opina que en la pasarela hay más hambre de lo que muchas 'tops' reconocen. «No puedo decir que mientan, pero sí digo que, salvo excepciones de chicas extremadamente delgadas por naturaleza, yo no me creo eso de que comen de todo y no engordan. La mayoría hace dieta para no subir de talla».

Con todo, la situación más surrealista y extrema que recuerda no se produjo en París, sino en Milán. «Una 'booker' de una agencia italiana literalmente se desmayó tras medirme las caderas. Cuando volvió en sí empezó a pegar gritos diciendo: '¡Marisa tiene 98 de cadera!'. Evidentemente, estaba desequilibrada. Ella era delgadísima». Jara tendría unos 20 años y los responsables de la agencia la llevaron a un médico naturista que le impuso una estricta dieta a base de verduras e infusiones («y nada de pan»), que tuvo que abandonar tras un mes de sufrimiento.

El jamón «me da la vida»

Hoy, con su 1,75 de estatura y una estructura «que siempre ha sido ancha», ha desterrado para siempre aquellos 52 kilos de peso y tallas como la 34 ó 36. Y se ha instalado en la 42, más realista y saludable. Es imagen de la firma Elena Miró y trabaja más que antes, «porque las modelos 'curvy' estamos muy solicitadas. En Estados Unidos hay toda una revolución al respecto, aquí en eso vamos retrasados». Ahora ya apenas se pesa y aunque come sano también se permite caprichos como «esos huevos con patatas fritas o ese bocadillo de jamón que me da la vida». Para llegar hasta aquí la sevillana tuvo que admitir un desorden alimentario que ella («típico de las bulímicas») negaba delante de sus amigas. «Yo era de las que después de comer me iba al baño de inmediato. Y luego decía eso de: ¿Vomitar yo? Pero si a mí me cuesta muchísimo...».

La modelo compara la delirante lógica de la bulimia con «algo parecido a planear un asesinato: compro la pistola, la cargo, me voy a tal sitio, disparo. Esto es igual, tú lo negocias con tu mente: voy a tal restaurante, me como este plato, me pongo morada a postres. Y luego vomito». Ahora espera que su libro llegue a muchas jovencitas atrapadas en la trampa de los desórdenes alimentarios. «Porque la presión de la talla no solo la sufren las modelos, está en la calle».

Marisa fue novia de Joaquín Cortés y se ha casado y divorciado dos veces. Pero no cree que sus problemas con la comida hayan marcado el curso de sus relaciones. Ahora está «sola desde hace tiempo» y dice haber descubierto que «para ser feliz no necesito a nadie a mi lado».

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