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Clea suele llevar el reloj que su madre regaló a su padre con la inscripción 'Conduce despacio'. :: R. C.
«Añoro las bromas tontas de mi padre»

«Añoro las bromas tontas de mi padre»

Clea, la hija menor de Paul Newman, dirige la red de campamentos para niños enfermos que fundó el actor. «Él me hizo este regalo, y me ha cambiado la vida»

ARANTZA FURUNDARENA

Sábado, 25 de febrero 2017, 00:08

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De una mujer que creció llamándole Bob a Robert Redford, «ese señor que solía venir a cenar a casa de mis padres», podría esperarse cierta altanería. Nada más lejos de la realidad. Clea Newman, la quinta hija de Paul Newman y la tercera de las tres que tuvo con el amor de su vida, y su hoy viuda, Joanne Woodward, es todo menos engreída. Quizá porque, como ella misma explica, «yo en Hollywood siempre me sentí como un pez fuera del agua». Heredera del mayor legado que ha dejado su famoso padre, más importante aún que sus películas, Clea dirige la Serious Fun Children's Network, una red mundial de campamentos destinada a hacer felices a los niños con enfermedades graves, y a sus familias. Hace unos días pasó por Madrid para sellar el vínculo solidario que mantiene con Paco Arango y su fundación Aladina, porque los beneficios de la nueva película de Arango, 'Lo que de verdad importa', irán destinados íntegramente a los campamentos infantiles fundados por Paul Newman.

Desde que Newman y Arango iniciaron su colaboración, una media de 120 niños con cáncer de toda España han disfrutado de una semana de vacaciones totalmente gratis en Barretstown (Irlanda). A partir de este verano, otros 20 más viajarán también a Dynamo (Italia), otro de los campamentos de Serious Fun en Europa... «Mi padre tenía el entusiasmo de un crío -detalla Clea-, y Paco Arango me recuerda a él. Los dos poseen ese mismo espíritu. Su empuje les permite ver más allá de las barreras y dificultades que a los demás nos paralizan. Nada los detiene a la hora de ayudar a los demás».

«Él siempre estuvo allí»

Claire Olivia Newman, conocida como Clea, cumplirá este año los 52 y no tiene hijos. Los quiso, pero no llegaron. Su madre suele consolarla diciéndole: «Cariño, estás al servicio de miles de niños alrededor del mundo...». «Pero no es lo mismo», matiza ella. Su marido, Kurt Soderlund, es CEO de Safe Water Network, una ONG cofundada por Paul Newman en 2006 para abastecer de agua potable a regiones deprimidas del Tercer Mundo. La pareja se casó en el jardín de la casa familiar de los Newman, y el actor la llevó del brazo al altar... «Había besado ya muchas ranas», ha admitido en alguna ocasión con humor la propia Clea.

La devoción que siente por su padre es evidente. Ocho años después de su muerte, la hija menor de Paul Newman echa de menos «todo: su amor, su apoyo, sus maravillosos consejos. Él siempre supo ayudarme a encontrar mi camino sin presionarme», asegura. Entendía muy bien mi naturaleza independiente y sabía decirme justo la palabra correcta para hacerme pensar. Pero sobre todo echo de menos sus bromas tontas y juguetonas. Paul Newman era especial para tanta gente. Sin embargo, para mí era solo mi padre, que a la vez era como Supermán».

Para sentirlo más cerca, Clea suele llevar en la muñeca el reloj que él le dejó como recuerdo. Al actor se lo regaló su mujer, Joanne Woodward, cuando comenzó a participar en carreras de coches. Tiene una inscripción en el reverso que es toda una advertencia: 'Drive slow' (conduce despacio), algo difícil de cumplir para un hombre enamorado de la velocidad.

¿Ha heredado usted esa afición?

Digamos que la pasión de mi padre por los coches de carreras es una semilla que no cayó muy lejos del árbol, je, je... Sí, me encantan las carreras de coches y de joven quise participar en ellas, pero mi madre jamás me habría permitido practicar dos deportes de riesgo a la vez, con uno ya era suficiente.

El otro deporte de riesgo al que se refiere Clea Newman es la hípica. Porque aunque su madre hubiera querido que fuera bailarina y su padre soñaba con verla convertida en concertista de piano, ella siempre tuvo claro que el auténtico amor de su vida eran los animales. Hoy tiene dos perros rescatados de una perrera que «junto con mi marido -dice- son mis mejores amigos». Pero su auténtica debilidad son los caballos.

Clea es una consumada amazona y ha participado en numerosos certámenes internacionales. Hoy sigue montando a diario. «No me imagino la vida sin un paseo a caballo», confiesa. Una de las anécdotas más intensas que recuerda de su padre tuvo precisamente lugar en un certamen de hípica. «Fue en el Madison Square Garden. Yo tenía solo 16 años y de repente, en uno de los obstáculos, salí volando por los aires con mi caballo y los dos rodamos por la pista... Cuando me incorporé, allí estaba mi padre. Había saltado por encima de las butacas y había traspasado las barreras para estar conmigo, poniendo en peligro su propia seguridad. Siempre estuvo allí cuando le necesité. Por suerte, mi caballo y yo salimos indemnes».

La salsa de la felicidad

Solo hay un asunto sobre el que la simpática Clea Newman no se pronuncia: Donald Trump... «De política no hablo». Prefiere referirse a las famosas salsas que comercializó su padre. «En casa las usamos para todo. Yo soy una pésima cocinera, suelo decir que no sé ni poner agua a hervir... Por eso me aseguré de casarme con un hombre que cocina muy bien». Paul Newman solía lamentar con sarcasmo que, pese a sus dos óscares y nueve nominaciones, el mundo lo iba a recordar como imagen de un aliño para ensaladas... Pero esa vinagreta ha cundido enormemente. Ha servido para recaudar cientos de millones de dólares y ha ayudado a hacer felices a muchos niños enfermos. Por los 30 campamentos de Serious Fun ya han pasado en sus 30 años de existencia 732.000 pequeños.

Cuenta Clea que, a sus 86 años, Joanne Woodward, una mujer de carácter, una feminista reivindicativa que paraba los rodajes para amamantar a sus hijas, sigue muy triste por la pérdida del que fue el gran amor de su vida. Pero tiene un consuelo: «Le encanta escuchar historias sobre los niños y sus increíbles triunfos en los campamentos. Creo que la lección más importante que nos dio mi padre -reflexiona Clea- tiene que ver con devolver a los demás lo que la vida te ha dado. La necesidad es grande, decía él, pero también lo son las oportunidades de cambiar las cosas. Con los campamentos nos hizo un regalo a todos. A mí la primera, por ponerme al frente de ellos. La experiencia me ha cambiado la vida. Como diría mi amigo Paco Arango, me ha hecho darme cuenta de lo que de verdad importa».

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