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«El único hombre que me quita el sueño es Montoro»

«El único hombre que me quita el sueño es Montoro»

Bárbara Rey se declara enemiga de los retoques. «Me hice una tontería en los labios y me arrepiento». En cuanto a amores, asegura que no echa de menos un novio, «y mucho menos joven»

ARANTZA FURUNDARENA

Sábado, 10 de diciembre 2016, 21:38

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Sin tacones, con una chupa de cuero motera, zapatones Dr Martens de colores, algún kilito de más y sin apenas maquillar, a más de uno le costó reconocer a Bárbara Rey, la exuberante vedette de los 80, cuando hace un par de semanas acudió al Sicab de Sevilla a recoger un premio. Pero la que tuvo retuvo y ella a sus capicúas 66 guarda todavía mucha de la fotogenia y de la esencia desenvuelta y un puntito descarada de la estrellona que fue. «Estoy más en paz conmigo misma que nunca. A mí la fama no me ha cambiado. Yo sigo siendo la chica que vino un día de Totana».

Aquella chica se llamaba y se llama María ('Marita') García García. Y en el cara a cara es cierto que transmite cercanía. Esa franqueza marca de la casa que ha sembrado la polémica en más de un plató. Porque a Bárbara no le gusta adornarse ni por dentro ni por fuera... «En la tele me pintan como una puerta pero a mí el maquillaje siempre me ha hecho mayor, y en mi día a día apenas lo uso». Ahora, satisfecha con sus dos hijos que, según dice, «van por el buen camino y eso es una bendición», Bárbara vive a cara lavada en Marbella, ejerciendo de 'maruja' y esperando alguna oportunidad laboral, «que la cosa está difícil», alejada del divismo, recuperada de su época de domadora de elefantes, a salvo de las violentas trifulcas de su ex marido, Ángel Cristo, que ya pasó a mejor vida, de vuelta de los escándalos sobre su bisexualidad. Y de vuelta también de los 'gigolós'...

«Estoy en una época tranquila, en la que valoro lo que verdaderamente creo que vale la pena. Y ahí es donde quiero estar», explica la presentadora. «No echo de menos un novio. Y mucho menos joven. Quizá en algún momento añore algo de compañía, pero estoy muy bien como estoy». Habla Bárbara quizá curada de espanto de su época de 'cougar', cuando salió con Frank Francés, un profesor de pádel al que sacaba veinte años, y más tarde con otro jovencito llamado Mathieu. Con ambos terminó pronto y de mala manera.

«Entiendo a muchas mujeres que están con hombres más jóvenes y que dicen rejuvenecer con ellos -afirma la voz de la experiencia-, pero yo ahora mismo no necesito rejuvenecer más, ya tengo una mente muy joven. Yo necesito a mi lado a una persona que entienda todo lo que ocurre cuando se envejece. Y eso un joven no te lo da. Si a estas alturas de mi vida tengo que preocuparme de estar más delgada, más joven, más guapa, de quitarme estas ojeras, de subirme el ojo para arriba porque tengo un novio que tiene 20 o 30 años menos que yo... Vamos, me corto las venas directamente, que es una muerte muy dulce según dicen», bromea la totanera.

Ahora mismo sus pasiones son más prosaicas. Desde hace un tiempo mantiene una relación de amor-odio (más lo segundo que lo primero) con el ministro Montoro por una vieja deuda con Hacienda. «Soy cabezona y vamos a ver quién se sale con la suya -apunta retadora-. Que hayan reelegido a Montoro me parece muy bien. Hala, a seguir manteniéndolo... Pero, vamos, que si se hubiera dado una vuelta por ahí tampoco habría estado mal».

«Soy más bien de centro»

Si hay algo en lo que Bárbara Rey no piensa invertir su capital es en cirugía estética. «Apenas me he retocado. No tengo operados los ojos, ni los párpados... Me hice una tontería en los labios que nunca me gustó, pero para que me queden peor ya no me los toco más». A la vedette le tentaron este pasado verano en Marbella con implantarle hilos de oro en la barbilla. «Pero me negué. Sin dar nombres, he visto a mucha gente que se lo ha hecho y le han quedado como unos agujeros... Encima, cuando se ríen es como si les tirara un punto en la comisura del labio y me parece tan horrible que ni me atrevería. A mí me gusta reírme cuando algo me hace gracia, no porque no pueda hacer otra cosa», ironiza.

A Bárbara Rey, la mujer que sedujo a Alain Delon, no la busquen por la derecha ni por la izquierda porque ella es «más bien de centro». Y tiene muy presentes las enseñanzas paternas. «A mi padre, cuando estaba haciendo la mili, le pilló la guerra y perteneció al bando rojo. Un día lo fusilaron entre otros muchos, pero quedó vivo. Tenía un tiro en la rodilla y otro en el tobillo. Se hizo el muerto. Una de las cosas principales que mi padre me enseñó -relata Bárbara- fue a no tener odio a nadie, ni siquiera al enemigo. Y eso lo he llevado yo al pie de la letra toda mi vida».

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