Borrar
Urgente Muere el mecenas Castellano Comenge
Lola Herrera, en el salón de su casa, en el distrito madrileño de Chamberí.
«Cuando había un decorado con cama me hacía mucha ilusión»

«Cuando había un decorado con cama me hacía mucha ilusión»

A punto de subirse al escenario de nuevo con 'Cinco horas con Mario', Lola Herrera repasa su vida y recuerda los años en que grababa para TVE por la mañana y tenía función por la tarde

CÉSAR COCA

Viernes, 6 de mayo 2016, 14:08

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

- Usted ha comentado alguna vez que no teme a la vejez. ¿Cómo se consigue eso que parece tan difícil?

- Siendo realista. Te pongas como te pongas, da igual. Por eso hay que aceptar el paso del tiempo. Es sano hacerlo.

Lola Herrera sonríe mientras lo dice. Está sentada en el comedor de su casa, situada en el distrito madrileño de Chamberí. La primavera ha roto en un aguacero y la actriz combate contra un resfriado que no le ha hecho abandonar ni un día los ensayos de 'Cinco horas con Mario', la obra que marcó un antes y un después en su carrera como 'Función de noche' supuso una frontera en su vida. Una biografía que va desgranando con sus muchas luces -«he tenido una vida maravillosa», asegura- y algunas sombras, sobre todo en lo personal. «El cine nos trastocó mucho: las películas acababan bien, pero no te ponían lo que sucedía después de aparecer la palabra 'Fin' en la pantalla». Ni siquiera en ese momento, cuando un rastro de melancolía nubla sus ojos, pierde la sonrisa. Esta vallisoletana que creció en el barrio de Las Delicias, muy cerca de la estación de tren, hija, nieta y sobrina de ferroviarios, ha vivido y sigue viviendo para el teatro: «No me imagino levantarme por la mañana sin la inercia de saber que tengo que cuidarme y trabajar».

¿Qué recuerdos tiene de la infancia?

No sé si son exactamente recuerdos o me lo han contado tantas veces que creo que lo son, pero tengo imágenes de estar jugando a matar lagartijas en las trincheras que se abrieron durante la guerra. Creo que los niños no nos enteramos de mucho. Supongo que notábamos un fondo de dolor, algunas carencias, ausencias de personas muertas o que estaban en la cárcel... Había cosas de las que no se podía hablar. Uno de mis tíos, por ejemplo, había sido fusilado.

¿Y del racionamiento de la postguerra? Usted ha dicho que fue una niña del hambre.

Nuestros padres se lo quitaban ellos para darnos a nosotros de comer. Ahí se asienta toda mi vida.

Su primer papel fue con cuatro años: hacía de muñeca en una función escolar. ¿Se acuerda de ello?

Solo algunas cosas. Me metían en un cochecito y no decía nada. Poco después entré en el coro del colegio de las Hermanas de la Cruz, una orden que entonces tenía la central en Sevilla, y casi todas las monjas eran andaluzas. Recuerdo que la hermana Visitación tocaba el órgano y nos hacía las voces. Era maravillosa.

En sus primeros años, destacó con la canción. ¿No pensó nunca en dedicarse a cantar?

Cantaba mucho, pero se hacía en todas las casas, quizá para espantar otras cosas. Algo había que hacer para entretenerse, pero nunca pensé seriamente en ello. Es cierto que participé en unos cuantos concursos radiofónicos a los que en algunos casos me apuntaron los vecinos. Con 13 años, en Radio Valladolid, gané el premio por haber logrado la mayor puntuación en todas las pruebas.

Dice su biografía que entró a trabajar en esa misma emisora un año más tarde. ¿Qué hacía?

Programas infantiles de contenido didáctico. Sustituí a una locutora que hacía un personaje que se llamaba 'El Pajarito Azulín', que hablaba con los niños.

«El público no nos ha abandonado»

  • Apunto de volver a protagonizar 'Cinco horas con Mario' en el teatro Reina Victoria de Madrid, con motivo del 50 aniversario de la publicación de la novela, acaba de recibir el premio Max de Honor. En la gala, estuvo rodeada por compañeros que han llegado a la profesión procedentes de escuelas de teatro, algo que en su época no existía y que ella tampoco echó en falta. «Casi todos los métodos están escritos por actores», destaca. «Todo lo que sea conocimiento es maravilloso, es un arsenal para usar cuando sea preciso, pero no puede ser un credo. Cada actor debe tener su propio método, su capacidad para entrar y salir del papel».

  • Entiende Lola Herrera que el espectador no nota la diferencia entre intérpretes de escuela y autodidactas. Lo dice con conocimiento de causa, porque siempre que puede se sienta en una butaca y disfruta de la función desde el otro lado. «Se están haciendo montajes estupendos, con grandes actores y directores», sostiene con entusiasmo. Muchos montajes tienen lugar fuera de los teatros, en bares, casas particulares e incluso en la calle. «En un tiempo en que todo está enlatado o es virtual, el teatro es vida. Los actores ya no están en casa esperando que los llamen. Eso sí, los posibles beneficios se los lleva el 21% de IVA, así que es complicado, pero seguimos luchando. El público es el único que no nos abandona».

Luego en Madrid trabajó con Guillermo Sautier Casaseca, el rey de las radionovelas.

Llegué a Madrid con 19 años, y en la SER conocí a Antonio Calderón, que era un personaje extraordinario que tenía relación con gente tan importante como Orson Welles. Estuve en el cuadro de actores, y hacíamos novelas de Sautier Casaseca, sí, pero también grandes textos clásicos. Aquello era como estar en Hollywood. Empecé sustituyendo a Matilde Vilariño, que se puso enferma, y pensaba que cuando regresara iban a quitarme el papel, pero me dejaron.

Para entonces ya había debutado en el cine. ¿Cómo fue?

Tendría unos 16 o 17 años, y vimos un anuncio de Suevia Films en el 'Abc'. Necesitaban una chica, me vine a Madrid porque yo aún vivía en Valladolid, y me seleccionaron entre más de 200 aspirantes. La película la dirigía Rafael J. Salvia, y en lo artístico fue una experiencia poco interesante, aunque me dio la oportunidad de conocer Santiago de Compostela y enamorarme de la ciudad. Desde luego no fue ni parecido a lo que sucedió cuando me subí a un escenario: allí decidí dejar la radio, renunciando a algunas propuestas interesantes de Calderón.

Terapia ante la cámara

Fue el punto de partida de una de las más importantes carreras teatrales de las últimas seis décadas. Decenas de papeles memorables en los escenarios y en la televisión le han dado una justa popularidad. Tanta que a veces la paran por la calle o la abordan en el mercado. «Lo hacen de una manera muy natural, como a una vecina del barrio», explica. Y le preguntan por su último papel o por la serie 'Amar es para siempre', cuya grabación terminó ya hace varias semanas. Ahora reconoce que su pasión por el teatro comenzó sobre las tablas. «Vino con el conocimiento, cuando fui experimentando sensaciones nuevas».

¿Cómo era el teatro en esos años? ¿Las giras que hacía con su compañía eran como las que cuenta Fernando Fernán Gómez en 'El viaje a ninguna parte'?

Lo que cuenta en esa obra es una parte de lo que era la profesión. También había compañías de primera. Yo aún llegué a las giras en tren, que se hacían en verano a ciudades grandes. Cada compañía llevaba un repertorio de tres o cuatro obras y estaba un mes en el mismo lugar. El resto del año las funciones se daban en Madrid o Barcelona. Viajabas en primera clase, segunda o tercera según el sueldo, el lugar en el cartel y el tamaño del baúl.

¿El baúl indicaba su posición en el elenco?

El baúl era esencial. Cuando yo empecé, la primera actriz vestía modelos de los mejores modistos, y qué sombreros llevaba...

¿Cuánto tiempo pasó hasta que su baúl fue el mayor?

No hubo oportunidad de que fuera así porque solo estuve dos años en esas giras. Lo primero que hice fue 'Chéri' de Colette, con Vicente Parra.

Sus papeles más conocidos son en su mayoría dramáticos, pero empezó haciendo comedia. ¿La veían mejor en esas obras?

Es que trabajaba en compañías que sobre todo hacían alta comedia. Era la primera dama joven, un puesto que dejó vacante Victorita Rodríguez cuando se casó con Buero Vallejo. En aquellas obras, los personajes jóvenes tenían siempre pocos problemas.

Las actrices dicen que es más fácil mostrar el cuerpo que los sentimientos. Si es así, rodar 'Función de noche', donde hablaba de su fracasado matrimonio con Daniel Dicenta, debió de ser durísimo.

En el escenario nos desnudamos todo el tiempo, pero aquella película fue una necesidad.

¿Cómo se mantiene el equilibrio emocional mientras se rueda una película que cuenta la propia vida?

Es difícil, pero tienes que ser consciente de que se trata de una interpretación. Aunque para mí no es una película, sino una parte del recorrido de mi vida.

¿Algo así como una terapia?

Sí, aunque al principio no lo sabía. Tenía algunas incógnitas no solucionadas y la persona con la que había estado casada era quien las había causado. Pudimos hablar ante una cámara, aunque estaba oculta, lo que no habíamos podido hablar sin ella. Daniel tenía una vida más complicada y pensé que también necesitaba aquello. Creía que sería bueno para los dos, pero no lo fue para él, y lo sentí muchísimo.

Vida a través de personajes

Quedaban lejos los tiempos de las funciones teatrales para TVE, hechas en directo hasta que llegó Chicho Ibáñez Serrador y logró que compraran unos equipos que permitían grabar al menos algunas partes. Durante un par de décadas hizo numerosas funciones de obras de todas las épocas y aún sacó tiempo para hacer algunos doblajes. Puso la voz -esa voz tan característica, con su tono de serenidad y un punto de dulzura- a Jane Fonda, Liv Ullmann y Marsha Mason. A finales de los setenta, se enteró de que una productora había comprado los derechos para llevar al cine 'Cinco horas con Mario' y la protagonista iba a ser Concha Velasco. Pero querían que Mario estuviera vivo y su mujer se dirigiera a él, y no al féretro, «y a Miguel (Delibes) no le gustó». Cuando en 1979 se planteó convertir la novela en una obra de teatro, ofrecieron el papel de Carmen Sotillo a cuatro actrices antes que a ella. «No saben lo agradecida que estoy de que lo rechazaran. Aún días antes del estreno una de ellas me dijo que la obra era un rollo».

Nadie pensaba que fuera a tener un gran éxito comercial. En aquellos tiempos, monólogo era sinónimo de ladrillazo. Lo hicimos sin ninguna pretensión y casi nadie del equipo tenía experiencia teatral. Prácticamente yo era la única.

Diez años después, cuando estaba de nuevo interpretando el papel, tuvo que dejarlo por problemas emocionales. ¿Un exceso de implicación?

Puede pasar en cualquier obra, aunque no es habitual. Sucede que en el teatro hay que hurgar en los hilos que llevas dentro. Cuando comencé con el papel tenía 44 años y estaba haciendo balance de mi vida. El personaje de Carmen Sotillo me hizo cuestionar aspectos de mi propia biografía. Por ahí empecé a trabajar el personaje y aparecieron cosas que no había buscado. Tuve una guerra conmigo misma que me desgastó mucho, aunque fue para bien. Realmente hay un punto de inflexión en mi vida en torno a 1980: es cuando hago primero 'Cinco horas con Mario' y luego 'Función de noche'.

¿Echa en falta en su vida cosas que ha podido sentir representando a algunos personajes?

De mis personajes, no; pero sí de mis sueños no realizados. He tenido deseos; he conseguido algunos. Otros no los he cumplido.

¿Se cambiaría por algún personaje?

No, por ninguno. Me he sentido bien siempre dentro de mi piel. Puedes tener carencias, esos sueños no cumplidos de los que le hablo, pero he tenido una vida maravillosa. No tengo derecho a quejarme.

¿Tiene mucha relación con colegas del teatro?

Si se refiere a si la tengo como en la época de las viejas tertulias, ya no. Ahora no existe bohemia teatral. Eso de ir al café Gijón después de una función a sabiendas de que encontrarías a otros actores se ha acabado. La gente trabaja mucho en televisión y eso obliga a madrugar para las grabaciones, lo que conduce a una vida más ordenada. Antes, acostarse a las cuatro o las cinco de la mañana era normal.

Vivir para la escena

¿Cómo lo hacía usted para grabar los 'Estudio 1' cuando tenía función el mismo día?

Era agotador. Cuando había un decorado que tenía una cama me hacía mucha ilusión. De vez en cuando parábamos una hora, porque había que limpiar la cabeza del vídeo. Entonces, me tumbaba en la cama vestida y todo. Ni me arrugaba ni me estropeaba el peinado. Y la hora de la comida la pasaba en el camerino, descansando o aprovechando para trabajar en el papel que tenía más tarde, en la época de dos funciones diarias.

En su familia no había ningún antecedente teatral. ¿Qué pensaban de su trabajo?

A mi familia le gustaba muchísimo. Le contaré algo: mi abuela era una mujer maltratadísima. Mi abuelo era jefe de tren y con frecuencia estaba un par de días fuera de casa. Entonces, las hijas sacaban a mi abuela y la llevaban al teatro Zorrilla o al Lope de Vega, en Valladolid. Vivían las funciones tan intensamente que les pareció estupendo tener una actriz en la familia. Para ellas, el teatro era un regalo, la paz, la fantasía, la comprensión...

¿Le gusta ver grabaciones de su trabajo en televisión?

Hace un tiempo me enviaron el vídeo de 'Seis personajes en busca de autor' de Pirandello... Recordé que al acabar teníamos la sensación de catástrofe, de que no habíamos sacado todo el jugo a la historia. Pero cuando la he visto, esa como alguna otra, me he quedado con la impresión de que estaba muy bien. De todos modos, mi trabajo ha sido sobre todo en el teatro, y eso queda solo en la cabeza de la gente. Aunque aprecio la televisión, que nos dio la posibilidad de que nos conocieran y aceptaran, y durante mucho tiempo fue un gran aliado.

¿Ha pensado en la retirada?

Será cuando ya no pueda trabajar por motivos de salud. El trabajo en el teatro es lo que me mantiene viva.

Si tiene oportunidad, ¿se despedirá del público?

Creo que no hay que despedirse. Disfrutaré mientras dure y luego haré un mutis discreto. No habrá gira de despedida ni nada así.

¿Hay algún papel que tiene como asignatura pendiente?

Nunca he maquinado sobre un papel que podría hacer. No he tenido capacidad para eso. Y si los hay que ya están bien interpretados por otros, no es necesario que los haga yo.

A otros actores y actrices les han escrito papeles a la medida. ¿Eso no lo ha echado de menos?

Me han hecho uno para el cine: una película de Andreu Castro, 'Pasaje al amanecer', una historia preciosa que aún no se ha estrenado. En el teatro, no. No he sido una privilegiada en ese sentido. Tampoco he trabajado nunca en un teatro oficial. No es que me interesara mucho, pero no me han llamado. Mi carrera ha sido de fondo, he trabajado con amor, dignidad y pasión.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios