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La hija acróbata de Putin

La hija acróbata de Putin

Yekaterina Putina participa en campeonatos mundiales bajo una identidad falsa para camuflar sus lazos con el presidente ruso. Está casada con un oligarca y juntos reúnen una fortuna de casi 2.000 millones de euros

ivia ugalde

Domingo, 29 de noviembre 2015, 22:36

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A Vladímir Putin se le ha visto nadar a pecho descubierto en las gélidas aguas de Siberia, exhibir su torso desnudo montando un oso como si fuera un caballo, sumergirse en un batiscafo en la península de Crimea, practicar judo, empuñar un fusil, conducir una Harley Davidson en una reunión de moteros... Pero siempre ha preservado bajo siete llaves a su familia. Solo se sabe lo que él quiere que se sepa. Por tanto, es fácil de imaginar el revuelo que se habrá generado en el Kremlin después de que un periodista ruso pusiera nombre y rostro a la menor de las hijas del presidente: Yekaterina Putina. La delató su pasión. El rock and roll acrobático.

Fue durante el campeonato del mundo celebrado en Suiza en 2013 cuando Oleg Kashin se convenció de que la joven era en realidad la hija del exagente de los servicios secretos soviéticos, que ahora dirige los designios de 143 millones de rusos. Todo coincidía. La deportista más bien bajita y de cabellos dorados que realizaba precisas piruetas en el aire había nacido casualmente el 31 de agosto de 1986. Yekaterina que quedó en quinto lugar se escondía detrás del apellido Tikhonova, el de su abuela materna.

Ocultar su identidad era el juego al que más se había acostumbrado desde niña. Yekaterina, de 29 años, y su hermana mayor, Maria, de 30, estudiaron con nombres ficticios. Aprendieron a pasar desapercibidas y es muy probable que ni sus compañeros de la Universidad y amigos de la infancia hayan llegado a conocer verdaderamente quiénes eran.

La hija pequeña de Putin y Ludmila que pusieron fin en junio de 2013 a treinta años de matrimonio nació en Dresde, durante el tiempo que su padre fue destinado a la antigua Alemania del Este como espía de la KGB. Vivían modestamente en un edificio de apartamentos en el que tenían como vecinos a otros agentes secretos soviéticos y de la Stasi. Pero la caída del Muro del Berlín les obligó a regresar a Rusia. Condujeron de regreso a Leningrado actualmente San Petersburgo sin más objetos de valor que una lavadora vieja, regalo de unos amigos.

Fruto de la huella de Dresde, Yekaterina y Maria dominan un perfecto alemán. Para Putin era importante que ambas conocieran el idioma y por ese motivo continuaron sus enseñanzas en una escuela germánica. De la hija menor del presidente ruso, aparte de su afición por los concursos de rock acrobático, se sabe que se decantó por la Biología y la Geología. Su hermana, por el contrario, cursó estudios orientales. Aunque todo está por confirmar de forma oficial.

La sobriedad de la que hace gala el jefe del Kremlin contrasta con el lujoso tren de vida que al parecer lleva Yekaterina. Según una reciente investigación de la agencia de noticias Reuters, la joven, de 29 años, huye de la sobriedad y tiene unos ingresos anuales de 111.000 euros. Trabaja en el grupo multimedia RBC y al mismo tiempo ostenta un puesto privilegiado en la Universidad Estatal de Moscú como gestora del programa Innopraktika, dotado con un presupuesto de 1.600 millones. Sus patrocinadores son principalmente empresas vinculadas a Putin que se han involucrado en el proyecto de construir un Silicon Valley en la capital rusa mediante el apoyo a científicos.

Dos veces al mes

Las hijas de Putin forman parte de la generación dorada que con apenas 30 años han construido grandes fortunas en Rusia, sin estridencias, y ocupan puestos de envergadura en los consejos de administración de las principales empresas del país. Entre ellos despunta Kiril Shamálov, que ha adquirido el 21% de la sociedad petroquímica Síbor y a quien Yekaterina llama «marido». El Kremlin guarda silencio y evita confirmar si realmente están casados. De ser así, sumarían una fortuna de dos billones de dólares (1.883 millones de euros), según cálculos de analistas financieros.

Lo que sí ha quedado claro y por voz del propio Putin es que sus dos hijas viven en Moscú. En un hecho sin precedentes, el año pasado decidió hacer una mención explícita a ambas al admitir que, lamentablemente por su trabajo, apenas tiene tiempo para coincidir con ellas. «Solo las veo una o dos veces al mes. Nos reunimos en casa», aseguró el presidente. Quizá con la idea de disipar rumores, después de que Maria se viera forzada a abandonar Holanda a causa de la indignación que provocó la supuesta responsabilidad del Kremlin en el derribo del vuelo MH17, en el que perdieron la vida 298 personas.

El periodista Oleg Kashin cree que es algo más que fruto de la casualidad el cambio de postura de Putin. Está convencido de que el presidente ruso ve a Yekaterina como su posible heredera en el poder y prueba de ello fue la presencia de la joven en enero, en el Foro Económico Mundial de Davos. Posó junto a otros descendientes de la oligarquía. Eso sí, sin dar a conocer su nombre, ni ser reconocida pese al gran parecido que guarda con su madre. «No importa lo mucho que quiera bailar. Su biografía se escribirá a partir de ahora de acuerdo a los intereses de Estado».

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