Borrar
Escultura de San José obra de Octavio Vicent, inaugurada el 19 de marzo de 1951. :: lp
San José, un santo marcado a fuego entre los valencianos

San José, un santo marcado a fuego entre los valencianos

El gremio de 'fusters' y San Juan de Ribera fueron trascendentales en su vinculación con los valencianos

ÓSCAR CALVÉ

Sábado, 18 de marzo 2017, 23:57

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Llega el cierre oficial de las fallas, y con él, la celebración del patrón de las fiestas más representativas de Valencia. Felicidades a todos los José. También a los padres, quienes por caprichos del destino, o más bien, por la 'envidia' de dos señores -escrito sin ánimo de ofensa-, festejan a nivel nacional su condición paterna en esta jornada. Porque en realidad, la conocida estrategia comercial realizada a mediados del pasado siglo por las desaparecidas Galerías Preciados, no fue una idea original. En nuestro país parece que el impulso inicial partió de dos airados padres de alumnas de una escuela madrileña, quienes solicitaron a la maestra de sus hijas que organizase un día especial en su honor. Una celebración que emulase al por entonces ya asentado día de la madre, pero en este caso, homenajeando a los padres. Manuela Vicente Ferrero, la profesora en cuestión, contentó a los progenitores varones. Además, la perspicaz maestra escribía bajo el seudónimo 'Nely' en una revista llamada Magisterio Español. Allí dio cuenta de su iniciativa: el 19 de marzo, en honor a San José, padre putativo de Jesús, había organizado un pequeño evento cuyo objeto era la entrega de detalles manufacturados por las pequeñas alumnas a los 'escamados' padres. A Pepín Fernández, propietario del desaparecido grupo comercial, le fascinó la idea. Para compensar a la maestra por la entrega de los derechos de su invención, la escuela del barrio de Belmonte en la Dehesa de la Villa (donde ella daba clases), se convertiría en la principal cantera de la plantilla de Galerías Preciados. Si hoy recibe usted una corbata u otro presente (y sabe eludir su cara de póquer aunque no le agrade), ya sabe, básicamente, la historia de esos regalos. Si por el contrario celebra su onomástica, el recorrido por la festividad de San José se presenta muchísomo más complejo y dilatado.

Para empezar, lógicamente, nos hemos de remontar a la Biblia. Lo cierto es que en la Sagrada Escritura San José siempre aparece relegado a un segundo plano. Tanto, que no pronuncia palabra alguna. En los Evangelios canónicos apenas tiene presencia, aunque esto se justifique porque cuando Jesús empieza su vida pública, su padre putativo (tenido por padre aunque en realidad no lo sea) ya habría fallecido. Bien distintos se presentan los evangelios apócrifos, los no aceptados en el canon bíblico. Puesto que muchos de estos abordaron la infancia de Jesús, la presencia de San José es más prolija. Una circunstancia que en absoluto supuso una percepción positiva del artesano-carpintero. Por cierto, que José fuera carpintero no está del todo claro. De hecho, el término original empleado en griego señalaba que era artesano, así ocurría en Mateo 13, 55 y Marcos 6, 3. No obstante, durante los primeros siglos del cristianismo y a causa de una traducción discutible, José se transformó para la posteridad en carpintero. Volviendo a la heterogeneidad de las primitivas fuentes, cabe destacar que mientras la parquedad de referencias bíblicas normativas dificultaba entrar en detalles sobre la personalidad de San José (cuyo mejor aval fue su carácter justo y su pertenencia a la casa de David), los apócrifos -que antaño gozaron de gran predicamento-,daban cuenta de un anciano desdichado, introvertido y poco agraciado físicamente. El indudable éxito de los textos 'ilegítimos' hasta bien entrada la Edad Media generó una percepción bastante peyorativa de San José, manifiesta objetivamente a través de la mayoría de productos artísticos que lo representaron. La más notable excepción que confirma el escaso apego a San José se produjo en Egipto, donde había dejado gran calado otro texto apócrifo redactado bien entrado el siglo IV. Con título 'La historia de José el Carpintero', el texto ahondaba en su relevante rol para la cristiandad. Basta pensar que con la ley mosaica en la mano, y con sumo y profundo respeto hacia toda creencia, la Virgen María podría haber sido condenada a la lapidación. Pero permítanme insistir, aunque en Oriente y, muy esporádicamente en Occidente San José fuera bien valorado, no era lo común. Para muestra un botón: como ya señaló uno de los más célebres estudiosos de arte medieval, Louis Réau, diversos lugares europeos donde se representaban funciones parateatrales durante la Nochebuena, escogían al 'tonto del pueblo' para encarnar al padre de Jesús. Fue a partir de los siglos XIV y XV, en paralelo a la creciente exaltación mariana, cuando comienza a presentarse a San José desde otra perspectiva, la de un hombre sublime por su fidelidad, además de partícipe de los votos religiosos, en especial de la pobreza y la obediencia. El siglo XVII supuso un verdadero punto de inflexión para la devoción popular a San José, amparada en el quehacer de las principales congregaciones religiosas, entre las que destacó la de los Carmelitas Descalzos, quienes difundieron la más acalorada devoción hacia San José realizada décadas atrás por Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz. En el año 1621 el Papa Gregorio V escoge tal fecha como hoy, el 19 de marzo, como el día de la celebración del santo, y en 1870 el ignorado San José durante el primer milenio de la cristiandad se transforma en Patrono de la Iglesia Universal. Era la culminación a una serie de patronazgos que ya había atesorado, caso del de la buena muerte (por suponerse que había fallecido en brazos de la Virgen y el Hijo), y del de los carpinteros, sustituyendo a San Lucas, quien arrastraba bajo su advocación muchos de los gremios vinculados a la producción pictórica, entre ellos el de 'fusters'.

San José, Valencia y las fallas

En Valencia, históricamente y por las razones señaladas, el patrón de los carpinteros era San Lucas. No obstante en 1497, el 'Gremi de fusters' solicitó el cambio de patronazgo, pasando a estar protegido bajo la advocación de San José, merced a la autorización del rey Fernando el Católico. Fue este el primer paso para la indisolubilidad de la tríada San José-fallas-Valencia. Esta comenzó a marcarse a fuego, nunca mejor dicho, en 1609, gracias al sevillano de nacimiento pero valenciano de corazón, el arzobispo y virrey de Valencia San Juan de Ribera. El mismo año en que el Patriarca impulsaba la expulsión de los moriscos de nuestro territorio, compuso una particular misa en honor a San José. El rito lo incluyó en el misal suplementario de la diócesis que dirigía, la valenciana, ubicando al padre del Hijo en una jerarquía similar a la de los otros tres patronos de la ciudad, San Vicente Mártir, San Vicente Ferrer y el Ángel Custodio. En este contexto de exaltación de la figura de San José vinculada a los 'fusters' en la ciudad de Valencia nacerían las Fallas.

Iluminación

Como es sabido, los carpinteros empleaban durante el invierno una suerte de perchero leñoso cuyos brazos sujetaban los candiles para obtener la iluminación precisa en los días más cortos del año. Aquel humilde y efímero 'estai' (así aparece en la documentación) sólo se empleaba desde San Miguel hasta San José, cuando se quemaba en la fiesta de su patrón, coincidiendo con el adiós al invierno y por consiguiente, con la independencia funcional de aquel armatoste. Cada 19 de marzo, dado su nulo valor, el 'estai' era pasto de las llamas. Paulatinamente, los vecinos aprovecharían esa hoguera para deshacerse de los útiles obsoletos, no sin antes dar rienda suelta a su imaginación, adornando con harapos y cacharros sus ya inservibles enseres. Como muestran antiguos grabados, se elaboraron también figuras antropomorfas, evocando a buen seguro a algún vecino de conducta reprobable. Eran los primeros 'ninots'. Las fallas eran ya una realidad. Y San José su patrón. Por si quedaba alguna duda, primero el gremio de 'fusters' y más tarde la Junta Central Fallera (creada en la primera mitad del pasado siglo), asumieron el desarrollo de la misa de San José. Reflejo de aquel estrecho lazo es la escultura de Octavio Vicent representando a San José en el puente homónimo de nuestra ciudad, donde podemos leer «Las fallas a su santo patrón». Por cierto, allí aparece mucho más joven y apuesto de lo que se presuponía en los primeros siglos de la cristiandad. El actual patrón de los falleros tiene un ulterior motivo de felicidad, el 'abecedari artesà» de Convento Jerusalén-Matemático Marzal es todo un implícito homenaje a su primigenio patronazgo. A todos los Josés, a los padres, a los falleros, a los valencianos: Felicidades.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios