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Representación de la Inmaculada Concepción, de José de Ribera. :: lp
La Purísima, de controvertido dogma a patrona nacional

La Purísima, de controvertido dogma a patrona nacional

Cuando la Inmaculada Concepción fue establecida como verdad irrefutable en 1854 ya gozaba de gran devoción en nuestro territorio

ÓSCAR CALVÉ

Domingo, 4 de diciembre 2016, 00:02

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Menuda semana nos espera. El martes es el Día de la Constitución, efeméride del referéndum realizado el 6 de diciembre de 1978 mediante el cual se ratificaba la Constitución Española. El jueves es el turno de la Inmaculada Concepción, también denominada de la Purísima. Una festividad católica que se insertó el 8 de diciembre en relación al supuesto nacimiento de la Virgen el 8 de septiembre. Como sus dos nombres indican, se alude a la preservación de la Virgen María de todo pecado desde su concepción. Las notables discrepancias a tenor del dogma de esta última festividad y el singular patronazgo de España ejercido por la Purísima desde el siglo XVII (que al menos a la gran mayoría de españoles les va a permitir disfrutar del descanso), invitan a tratar este tema. Hay más. Son muchas las poblaciones valencianas que ostentan una particular relación con esta celebración: Vila-Real, Segorbe, Segart, Ontinyent, Torrevieja o la pedanía valenciana de La Punta sirven de ejemplo. La historia de la Purísima merece ser recordada con sumo respeto hacia la fe o no del lector, pues independientemente de esta última, nuestro ritmo vital se modificará la próxima semana.

Un polémico dogma

Desde la perspectiva cristiana, un dogma es una creencia indiscutible, inamovible. De hecho, se considera una verdad revelada por Dios, y como tal, infalible e incuestionable. Pero no todos los dogmas fueron anunciados por la divinidad, al menos no expresamente. Para esos casos, la Iglesia argumentó que el propio Jesucristo había advertido en las Sagradas Escrituras que cuando Él se fuera, el Espíritu Santo guiaría a los fieles. En términos prácticos orientaría a la propia Iglesia, institución que ha incorporado nuevos dogmas a lo largo de los siglos. Aunque no el último, uno de los más controvertidos es precisamente el de la Inmaculada Concepción de María.

Desde la segunda centuria fuentes paleocristianas hablan de la Virgen concebida sin pecado. No obstante, innumerables voces se levantaron durante siglos y siglos contra una norma que podía interpretarse como una nociva equiparación entre la figura de María y de Cristo. Especialmente delicado fue el periodo entre 1200 y 1400, cuando las principales autoridades del momento litigaban entre sí al respecto, arrastrando a la discusión sin cuartel entre sus respectivos seguidores. Si en 1440 el Concilio de Basilea dictaminó la inmunidad de la Virgen respecto al pecado original, fue en 1483 cuando el Papa Sixto IV se ocupó de extender la fiesta de la Concepción Inmaculada de María a toda la Iglesia de Occidente. Finalmente, el dogma fue proclamado mediante bula por Pío IX el 8 de diciembre de 1854: «La doctrina que enseña que la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su Concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, es revelada por Dios, y por lo mismo debe creerse firme y constantemente por todos los fieles».

Lo cierto es que los evangelios apócrifos (no reconocidos por la Iglesia) narraban desde la Antigüedad tardía el modo en que la propia concepción de la Virgen fue sin mácula. Sus padres, ancianos y estériles, y en parte repudiados por esta condición, recibieron separadamente el anuncio divino de la futura concepción de María. San Joaquín y Santa Ana se fundieron en un casto abrazo o beso -según versiones- en un acceso de Jerusalén llamado la Puerta Dorada y de tal encuentro nacería la Virgen. El episodio se representó frecuentemente de esta manera en la Edad Media, difundiéndose una imagen y un concepto tan apócrifo como el texto que lo había generado.

Tras el Concilio de Trento estas imágenes se prohibieron, siendo sustituidas por las que dan protagonismo exclusivo a la Virgen y no a sus padres. Es probable que la transformación de la imagen respondiera al deseo de encubrir una de las polémicas que afectaban la cuestión. Concretamente si San Joaquín y Santa Ana pudieron mantener relaciones íntimas, cuyo fruto fue la Virgen María, a la que desde el momento en que se formó como cigoto se le liberó de cualquier mancha para toda su vida, incluida la del pecado original. La providencia divina otorgaba un lugar puro donde el Hijo se encarnaría. Sea como fuere, no hay porqué complicarse. El dogma señala que lo relevante es la interrupción del pecado original que se transmite desde Adán y Eva. La pureza absoluta de la Virgen.

Incluso sumida en la controversia, la Purísima era ya celebrada por los visigodos asentados en la Península Ibérica. Su culto se revitalizó tras la Reconquista. Con el apoyo de los textos de Ramón Llull, diversos monarcas de la Corona de Aragón le profesaron una gran devoción, continuada de manera especial a comienzos de la Edad Moderna por la casa Austria que regía España. De hecho, Carlos I, Felipe II, Felipe III y Felipe IV convirtieron la defensa de la Inmaculada en una cuestión casi de estado. Paralelamente, el mundo universitario mostraba su apoyo a la doctrina de la Inmaculada Concepción de María, destacando la capital del Turia. Valencia fue la primera universidad española en proclamarla patrona y en defender la naturaleza sin mancha de la Virgen mediante un juramento que debían hacer todos los graduados a partir de 1530. Algunos años antes, la figura de la Purísima era el eje de uno de los primeros certámenes literarios de Valencia.

Milagro de Empel

Un episodio legendario incrementaría el culto español hacia la Purísima, el milagro de Empel. El 7 de diciembre de 1585, en Flandes, un ejército al servicio de los intereses de España combatía contra las fuerzas de los protestantes holandeses. Totalmente rodeado, sin víveres y sin escapatoria por situarse en un pequeño montículo cercado por las aguas de un río, el tercio español pensó en el suicidio colectivo. Sin embargo, milagrosamente hallaron una imagen flamenca representando a la Purísima y se giraron las tornas. Además del nuevo ánimo de las huestes españolas, el clima se enfrió repentinamente por la noche y las aguas heladas facilitaron el ataque sobre las tropas holandesas que no salían de su asombro la madrugada del día 8. Según algunas fuentes, el líder de los rebeldes holandeses exclamó: «Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro». A partir de 1644 España celebrará a la Purísima como patrona y protectora, convirtiéndose en festivo nacional. El incesante aumento del culto hacia la Inmaculada Concepción en España y la sensibilidad del monarca Carlos III llevaron al Borbón a fundar una orden con su nombre y confirmarla como patrona de todos sus estados en 1771. A la Iglesia no se le escapó que España fue la nación que con mayor ímpetu defendió el dogma todavía no consolidado. La Santa Sede otorgó en 1864 un privilegio exclusivo a los sacerdotes españoles, quienes desde entonces pueden vestir casulla de color azul durante la festividad de la Inmaculada Concepción. Por otra parte, el legendario evento de Empel influiría en el posterior patronazgo de la Purísima de la infantería española, instaurado desde 1892. Con todos estos precedentes, la Inmaculada acabaría transformándose en una fiesta de exaltación patriótica.

Festejos valencianos

Parte de esta historia se reflejará en la Comunitat. Por ejemplo en Ontinyent. Durante los días 7 y 8 culminará la Fiesta Mayor en honor a su patrona iniciada semanas atrás. El jueves, bien temprano, el repique de la campana también llamada Purísima del hermoso campanario de Ontinyent anunciará una jornada repleta de actos religiosos -con la participación del arzobispo de Valencia Don Antonio Cañizares- y lúdicos: procesiones, misas, rosarios públicos, fuegos artificiales, etc. Desde mediados del siglo XVII la población de la Vall d'Albaida celebra con gran devoción la Inmaculada Concepción.

Segorbe también conmemorará el día grande de la llamada Feria de la Purísima. Sus orígenes se remontan al siglo XIV y en la actualidad cerca de 30.000 visitantes acuden a disfrutar del saber hacer de los artesanos locales y de las diversas atracciones que se ofrecen. Su arraigo es tal que solo la reconocida Entrada de toros y caballos le supera en tradición. Otros muchos pueblos también han preparado actos. Menuda semana nos espera.

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