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El ganado fue durante siglos protagonista de la feria de Xàtiva. :: xativablogspot.com
La feria de Xàtiva, la más antigua de los valencianos

La feria de Xàtiva, la más antigua de los valencianos

Su constante transformación revitaliza una historia que se remonta a los tiempos de la Reconquista

ÓSCAR CALVÉ

Domingo, 14 de agosto 2016, 00:05

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Decía Miguel de Unamuno que el progreso consiste en renovarse, sentencia que probablemente derivó en el dicho popular «renovarse o morir». La feria de Xàtiva es uno de los ejemplos más brillantes del acierto del refrán. Sólo así se explica que, tras muchos siglos de vida, la feria de la capital de La Costera continúe despertando la admiración de miles de valencianos, quienes la próxima semana dispondrán de un variado abanico de actividades con las que saciar su ocio.

Esta noche se dará el pistoletazo inicial, y mañana comienza una serie de fantásticos conciertos. Créanlo, algunos gratuitos. Podremos presenciar la carrera de motos puntuable en circuito urbano más antigua de España y, cómo no, trasladarnos a un pasado autóctono gracias a los concursos de tiro y arrastre, actualmente en serio peligro de extinción. El progreso no necesariamente tiene que rivalizar con la tradición. Xàtiva ha dado con la tecla justa, y con justicia lo clama a los cuatro vientos.

La feria más antigua y con mayor solera de la Comunitat Valenciana se remonta al 17 de agosto del año 1250, cuando Jaime I concedió mediante privilegio real firmado en Lleida el derecho de Xàtiva a organizar una feria anual. En realidad, ya en época islámica se celebraban mercados en la población, aunque generalmente de carácter semanal, cuando se vendía carne de aves, conejos y otros animales. Aquella cédula real emitida por Jaime I aportaba novedades: especificaba que la feria debía celebrarse una vez al año, por San Martín (11 de noviembre), como se realizó durante algún tiempo, y daba prioridad a la venta de rebaño y ganado. Eso sí, dictaminaba que se desarrollara en el mismo enclave donde se celebraba el mercado en época islámica, en la plaza de San Pedro.

La cultura popular apunta que el cambio de fechas de la celebración respondía a la devoción que Jaime I profesaba por la Virgen de la Asunción, manifiesta sin duda cuando consagró la antigua mezquita mayor en iglesia bajo la advocación de Santa María de la Asunción. Por el contrario, los documentos atestiguan que a finales del siglo XIV seguía celebrándose la feria en noviembre.

No se sabe a ciencia cierta cuándo se produjo el cambio, pero sí que guarda relación con las fiestas patronales marianas de Xàtiva. Probablemente se decidió aunarlas en una fecha hoy indeterminada entre finales del siglo XV y principios del siglo XVII. Algunos autores han señalado como posible causa del cambio de fechas el perjuicio económico que tenía la proximidad entre las ferias de Xàtiva y la de Cocentaina (1 de noviembre), geográficamente cercanas.

Un paso esencial para el desarrollo de la feria aconteció en 1304, cuando se consintió la ampliación de la feria por la calle mayor de la parroquia (actual calle San Pedro), así como la construcción de los pórticos de la feria en la plaza de San Pedro. Este espacio designado para la feria lógicamente se ha ampliado en la actualidad, pero sigue albergando 'les albades', improvisaciones de cantantes que exaltan la emoción de los asistentes en un ambiente nocturno.

El nieto del Conquistador, Jaime II el Justo, confirmaba en 1317 el derecho otorgado por su abuelo, especificando la celebración en Xàtiva de «mercats o fires anualment per tota la vila en la festa de Sant Martí i durant 10 dies tots seguits després de la susdita festa, i tothom que vinga a les susdites fires s'en torne bo i sà», refiriendo una especial sensibilidad por la seguridad de los visitantes. Con otro significado, la última parte de esta prerrogativa sigue vigente. Acudir a la actual Feria de Xàtiva supone un festival para los sentidos dada la diversión que presenta durante estos días, además del persistente deleite de su arraigada cocina, donde destaca la tradicional 'cassola' y la no menos arraigada 'almoixavena'. En todo caso, si quieren participar del almuerzo popular para estas fechas, esta es la combinación: 'sardines de bóta, pimentons i ous caiguts'.

A la par que diversos monarcas de las edades Media, Moderna y Contemporánea ratificaron el privilegio de la feria setabense -con ignominiosas excepciones-, acontecieron las transformaciones. Además del cambio de fechas, otro afectó a la duración. Los diez días de su pasado más remoto fueron menguando, dando como resultado la dedicación de las tres primeras jornadas a la feria de ganado y a las actividades lúdicas (15,16 y 17 de agosto) y las tres siguientes a la prolongación de esos actos más festivos, siempre con pequeñas variantes vinculadas al propio calendario.

Obviamente, el acto central que durante siglos justificó la feria fue la compraventa de rebaño y ganado. Estas transacciones, reclamo a nivel nacional por la excelencia y diversidad del producto expuesto, generaron paulatinamente un mercado satélite que plasma a la perfección el paso del tiempo. Un ejemplo es la obsolescencia en la que ha caído el producto estrella de los alfareros de otra época. Aquellos cántaros, antaño imprescindibles para proporcionar agua procedente de las fuentes públicas a los domicilios particulares, hoy disponen de un sentido meramente ornamental y romántico. Idéntico argumento para el desusado -incluso como término- carnero, el recipiente que alargaba el periodo consumible de la carne antes de la popularización de la nevera eléctrica, allá por la década de los sesenta del pasado siglo. Por cierto, los que hemos nacido más tarde viviríamos en la inopia al respecto si nuestros padres y abuelos no nos lo contaran. La feria exponía alimentos, no exentos de carácter competitivo. Melones y sandías, orgullo de cultivadores, competían en diámetro y peso.

En el contexto meramente lúdico, algunos de los eventos más apreciados tanto por los setabenses como por los visitantes de la feria, eran las representaciones de las compañías cómicas ambulantes, así como las corridas y las carreras de toros. El teatro, que hacía las delicias de los asistentes a la feria desde la Edad Moderna, continúa como estandarte de la diversión popular en esta edición. Por su parte, las corridas taurinas están documentadas desde el siglo XV. Las carreras con toros desde el siglo XVIII. Este año, tras un referéndum popular, se han suprimido los cada vez más polémicos actos taurinos, que dispusieron desde un siglo atrás de una sede oficial y permanente. La plaza, obra inacabada de Demetrio Ribes (autor de la Estación del Norte de Valencia) fue inaugurada claro está, otro 15 de agosto, el de 1919. Sus constantes remodelaciones serán testigos esta semana de otras actividades. En lugar de toros, espectáculos de motor y exhibiciones ecuestres. Precisamente el motor, en la modalidad de velocidad, es protagonista de esta feria. Mañana, desde las 12.45 horas y hasta cerca de las 15.00 horas se disputará la 65 edición del Trofeu de Velocitat Fira de Xàtiva, la carrera puntuable más antigua de las que se celebran en España en circuito urbano, que congrega a amantes del motociclismo, y de su historia, provenientes de todo el estado. Competiciones de tiro y arrastre, torneos de ajedrez, de tenis de mesa, marchas senderistas, concurso de consumidores de horchata con 'fartons', de paellas, de bolillos, espectáculos pirotécnicos. Todo esto y mucho más ofrecerá la presente edición de una feria que se aproxima, año tras año, a los ocho siglos de vida. Aunque un cronista local del siglo XIX, llevado por el amor a su tierra, llegara a remontarla al período del Egipto clásico: «La més gran fira del món, la més antiga quiçà, puix diuen que faraó un haca en ella comprà».

Además del programa oficial de la feria, Xàtiva ofrece extraordinarios signos populares que refuerzan su identidad, y que requieren de toda la atención del visitante para ser percibidos. Destaca «l'home de les figues de pala», el pregonero oficioso de la feria. Bien entrado el mes de julio se sienta en su silla de enea frente a la fuente del León, epicentro de la feria. Allí vende esos higos chumbos que hasta la década de los 50 del pasado siglo se consumían abundantemente. No en vano, son nuestros mayores aquellos quienes siguen disfrutando su ingesta. Más sabe el diablo por viejo.

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