Borrar
Urgente El precio de la luz sigue a la baja este Viernes Santo: las horas que costará menos de 1 euro
La pesca era el pan de El Palmar

La pesca era el pan de El Palmar

Vicent Marco 'Mateu', veterano pescador y hostelero jubilado, sigue con su 'redolí, uno de los 62 que quedan activos, de más de 400 que hubo en época de esplendor

VICENTE LLADRÓ

Domingo, 15 de noviembre 2015, 00:23

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

valencia. «Si hui tinguerem que viure de la peixca se moririem de fam, peró abans açó era el pa dels que viviem en El Palmar». Vicent Marco, alias 'Mateu' o 'Mateuet', es pescador de raza, con el oficio heredado de su padre y de su abuelo, y sigue yendo a 'calar' a la Albufera, porque no puede vivir sin su barca y su 'redolí', sin el contacto con el lago, que le sigue entusiasmando como cuando era un chiquillo y estas aguas eran tan claras que se veía el fondo y se llenaban las barcas con 'llises', 'tenques' y anguilas a diario.

El Palmar, que lo formaron pescadores de Ruzafa, sobre todo, y de otras poblaciones como Catarroja o Torrent, vivió de la pesca hasta hace unas décadas. Vicent recuerda que «había más de cuatrocientos puestos (redolins)», cuando hoy solo son 62, y en aquel entonces, en una sola jornada se recogía mucho más pescado que hoy en todo el año.

Vicent es, junto a su hermano Manuel, dueño del restaurante que lleva el apodo familiar: 'Mateu'. Lo abrieron sus padres en 1968, cinco años después de volver él de la 'mili', y hoy es el más antiguo de los 32 establecimientos hosteleros de El Palmar. El mayor 'dels Mateuets' está jubilado, pero no se aburre; para eso tiene la barca y todo el lago.

Nos citamos a la puerta del restaurante. Suena un bando por los altavoces del pueblo. Alguien ha muerto. Varios hombres salen a la puerta; quieren enterarse de quién es y a cuándo será el entierro. El bando acaba con un 'descanse en pau' y todos los hombres se santiguan a la vez. A continuación se repite el bando en castellano y al finalizar vuelven a santiguarse. Aquí primará hoy el turismo, porque viven de que venga mucha gente a comer o cenar y a pasear en barca por la Albufera, pero se mantienen las tradiciones y un espíritu muy de pueblo unido.

Salimos del embarcadero por el corto canal que hay detrás de la 'Barraca de María Antonia'. Vicent maniobra hábilmente con la percha y a renglón seguido pone en marcha el motor. Vamos hacia su puesto o 'redolí', que está «Cap avant de les bovetes endavant dalt». Nos suena tan raro que nos explica que son denominaciones ancestrales que se mantienen, y conforme avanzamos cita los nombres de otros 'redolins' que van apareciendo: «Cap enrere del vallet, Cap en terra de les bovetes en raere, Cap avant de les bovetes raere dalt...», y también «El Fornás, 'L'Entreforç, El Puig Pelat, La Sacha...» El nombre que se repite de 'les 'bovetes' se refiere a las masas de 'bova' (enea) de las motas y de las 'matas' aisladas, a cuyo alrededor se sitúan 'els redolins'.

El agua está tan quieta que casi parece aceite. Menos ondulaciones que en un vaso. Nada. Solo replica la estela de la barca, y su color plomizo del atardecer se funde con el del cielo medio nuboso, pero con un sol intermitente que, conforme va cayendo al oeste, forma esos reflejos que, de tan famosos y fotografiados, llegan a parecer algo tópicos. Pero hay que plantarse aquí para dejarse embriagar por la belleza, entre graznidos de ánades que van de retirada y vuelan bajo, a ver si aún pescan algo, y les 'llises' que sorprenden con sus saltos. El panorama emociona a Vicent, que exclama: «Açó es lo més bonico que n'hi ha; mira que conec l'Albufera i la tinc recorreguda, i encara me sorprén i m'enganxa, a pesar de no ser lo que era i de peixcar ben poquet... Però mireu qué preciós que es tot açó...» Le damos toda la razón. Cualquiera se la va a dar. No hay igual. Lástima que no esté en plenitud de esplendor.

Sin embargo Vicent reconoce que «l'aigua está millor que anyns arrere». Y apunta un dato esperanzador: señala aquí y allá, donde flotan pequeños grupos de algas, de 'asprella', lo que es un buen detalle de cierta recuperación ecológica. Nada que ver con lo que conoció de joven, cuando «íbamos con la barca entre pasillos de un tapiz de verde, lo que llamábamos 'el pel de l'Albufera', y debajo estaba lleno de pescado; tanto, que cogíamos barcas y barcas cada día; había veces que no dábamos abasto y teníamos que pedir ayuda a la familia para cargar y descargar».

Ahora, en cambio, poca cosa. Nadie vive ya de la pesca en El Palmar, sólo es para 'matar' la afición, y algunos, los que 'calan' más espacio en sus 'redolins', si acaso logran un pequeño complemento económico.

Cada día, la Cofradía de Pescadores anuncia lo que puede adquirir en función de los pedidos que tiene de sus clientes, y entonces los pescadores salen al lago a ver qué pillan.

Cuando llegamos a su 'redolí', tras dejar atrás las bocanas de las acequias de la 'Dreta' y la 'Lobera', que traen escasos caudales sobrantes del Júcar, y doblar la punta de la Mata del Fang, Vicent Marco ya intuye que hay poca cosa. Cada caña plantada señala un 'mornell' sumergido. Levanta el primero: cuatro anguilas. En el segundo, nada. En el tercero han entrado «quatre llises» y en el último que inspecciona hay dos carpas, una pequeña, que se escapa enseguida, y otra grande que soltará viva de nuevo al agua, pero más adelante, «para que no entre de nuevo». Es de una especie nueva en el lago y no la quiere. Antes «venían a comprarlas restaurantes chinos, pero ya no». De regreso pasamos junto a la reserva de aves. Los patos también saben adónde han de retirarse para pasar la noche.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios