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Sobre estas líneas, mapa de la huerta y contribución de la ciudad de Valencia (1695).Abajo, panel cerámico del siglo XVIII, donde se sirve chocolate y turrones. :: fondo huguet
El 'Dietari Gilabert': la vida cotidiana de un noble valenciano

El 'Dietari Gilabert': la vida cotidiana de un noble valenciano

Este manuscrito de gran valor permite observar el 'modus vivendi' de una familia de mediados del siglo XVIII

DANIEL MUÑOZ

Domingo, 24 de mayo 2015, 00:04

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Buena parte de nuestra historia está en los archivos valencianos. Estas instituciones, públicas en su mayor parte, son las encargadas de custodiar este valioso legado, ponerlo en valor y darle difusión dentro de la sociedad actual. Sin embargo, los archivos públicos no son los únicos que cumplen este cometido. Existen algunas partes relevantes de la historia de Valencia en colecciones privadas, lo cual no significa que necesariamente sean inaccesibles o desconocidas.

Éste es el caso de la Colección Espínola. Entre los materiales de este fondo privado, compuesto principalmente por grabados, se encuentra un documento poco común en las fuentes históricas valencianas, que adolecen de la escasez de documentación privada. Se trata de un dietario, es decir, un libro en el que se anotan los ingresos y gastos de una familia durante un periodo de tiempo, concretamente la del hidalgo valenciano Ignacio Gilabert Soler entre 1744 y 1751. En él se refleja la vida cotidiana de su casa, ya que no sólo se registraban las rentas percibidas y los gastos domésticos, sino también anotaciones de carácter personal, como las celebraciones familiares, el intercambio de regalos en Navidad o las recetas para la elaboración del chocolate o la horchata.

A lo largo de sus casi cien páginas, este pequeño manuscrito esconde una gran riqueza de información, abriendo una ventana a través de la cual podemos observar el 'modus vivendi' de una familia noble valenciana de mediados del siglo XVIII. La exposición temporal «Valencia 1750», instalada en el Museo de Bellas Artes San Pío V y comisariada por Luis M. Ramírez, reconstruye el contexto histórico que enmarca a este peculiar documento, abordando aspectos como la política y cultura urbana, el interior doméstico y el consumo suntuario de las élites valencianas o la escultura y pintura religiosa de la época.

¿Quién era Ignacio Gilabert?

El protagonista del dietario no era un personaje destacado de la nobleza valenciana, ni mucho menos. El hidalgo Ignacio Gilabert Soler era un miembro de la baja nobleza, que residía en Valencia, al menos desde 1739. Su casa familiar estaba situada en la calle Eixarchs, junto a la parroquia de San Juan del Mercado, de la cual eran feligreses. Junto a ésta, los Gilabert poseían otros inmuebles urbanos y, principalmente, una serie de alquerías repartidas en diferentes localidades de la huerta de Valencia (Tabernes, Alboraya, Sedaví...), gracias a las cuales obtenía las rentas necesarias para vivir noblemente en la capital del reino.

Casado con María Rosario Alcega, ambos tuvieron dos hijos, Francisco (al que cariñosamente llamaban Frasquito) y María Jacoba, nacida en 1744, como constan en los gastos de las celebraciones de su bautismo (también figura el pago al médico y la comadrona que asistieron en un aborto sobrevenido a su esposa en 1745). Junto a todos ellos, también residían las dos hermanas solteras de Ignacio, Pepa, que ingresó en el Convento de la Puridad en 1750, y María Cristina.

A pesar de lo que pueda parecer, la familia Gilabert no tuvo una trayectoria fácil en el siglo XVIII y su patrimonio se vio seriamente resentido a consecuencia de la Guerra de Sucesión. El padre de nuestro protagonista, Don José Gilabert, miembro del Real Consell a finales del siglo XVII, apoyó al Archiduque Carlos de Austria en la contienda sucesoria y su condición de austracista le acarreó serios problemas. De hecho, fue uno de los valencianos que se vieron obligados a exiliarse tras el triunfo borbónico (figura en el listado elaborado por Feliu de la Peña de 303 seglares que partieron hacia Barcelona o Mallorca) y en el año 1712 tenemos noticia del nacimiento de su hija pequeña, María Cristina, precisamente en Mallorca.

El exilio y el consecuente embargo del patrimonio familiar acarrearon profundos problemas económicos a toda la familia, algo que, sin duda, influyó en el carácter de Ignacio Gilabert. Éste, una vez en Valencia y actuando ya como cabeza de familia, se encargó personalmente de supervisar la economía familiar, controlando el gasto y destinando buena parte de su presupuesto a vivir noblemente, en concordancia a su condición.

Su principal actividad era la gestión de las propiedades familiares y la percepción de las rentas que éstas generaban. Por ello, Gilabert trataba de incrementar sus ingresos a través de la mejora de sus alquerías, sufragando las reparaciones y obras necesarias en sus casas y barracas, pero también la renovación de las «andanas» utilizadas para la cría del gusano y la producción de seda, fuente principal de sus rentas. Precisamente, uno de los problemas para la nobleza valenciana de Antiguo Régimen fue la mala gestión de sus haciendas y el endeudamiento. Consciente de ello, Gilabert controlaba todo el patrimonio familiar (incluido el de sus hermanas solteras), preocupándose por la adecuada explotación de sus tierras (llegando a expulsar a Bautista Cavaller de su alquería de Tabernes por «el poco conreo de la heredad»). En cuanto a los gastos, su labor fue igual de precisa, llevando a raja tabla todas sus cuentas, créditos y haberes, y basando esta labor de gestión económica en un principio básico expuesto por él mismo en el dietario: «el que paga lo que es justo, no regala».

El día a día de un noble

¿Cómo vestía un noble, cómo decoraba su casa, cómo era su mesa o qué solían comer? A través del dietario Gilabert es posible responder a éstas y otras muchas preguntas, ya que en él se reflejan los pormenores de la vida de este hidalgo valenciano. Junto al abastecimiento de vituallas y otros productos de primera necesidad, como el cereal, el vino, el carbón o la matanza anual de un cerdo, destaca el elevado gasto suntuario de Ignacio Gilabert y los dispendios asociados con la ostentación de su rango social, a través no sólo del vestido sino también de la mesa, la decoración del interior doméstico, el arte o la religiosidad.

Durante el Antiguo Régimen, no bastaba con ser noble, además había que parecerlo y demostrarlo públicamente y, al igual que otros miembros de la élite urbana valenciana, Gilabert y su familia vestían lujosamente, adquiriendo diferentes géneros textiles a diversos comerciantes (lino para la casa a los malteses, telas para vestidos y otros elementos de adorno en las tiendas de los franceses, indianas a los catalanes y, obviamente, lujosas telas de seda a varios terciopeleros valencianos). Pero además también adquirió otros elementos de adorno, como pelucas, pañuelos o piezas de orfebrería que complementaban su apariencia externa. La misma actitud se aplicaba para el interior doméstico, engalanado con relojes de pared, ricas mantelerías y ropa de casa, vajillas de La Alcora, cuberterías y estancias ricamente decoradas gracias a artistas de renombre en la ciudad, entre los que sobresalen los hermanos José e Ignacio Vergara.

La religiosidad y las celebraciones familiares son otro de los aspectos remarcables del dietario. Ignacio Gilabert pagó de su bolsillo diferentes festividades religiosas, como un Rosario todas las Navidades en la Iglesia de San Juan, pero también sufragó otros gastos como las luminarias por la proclamación de Fernando VI, la limosna a los músicos del trecenario de San Francisco de Paula o el bautismo de su hija, momentos en los que los dulces, el chocolate y otros productos típicamente valencianos no faltaban.

Tradiciones valencianas

Una de las singularidades del documento es el hecho de que sus páginas contienen referencias a múltiples tradiciones valencianas, que por primera vez quedan documentadas de manera fehaciente. En él encontramos diversas recetas para la elaboración del chocolate, un producto reservado a las élites que en ocasiones servía para recompensar los trabajos de determinados profesionales o hacer regalos.

También aparece la primera referencia escrita a la elaboración de «agua elada de orchata», cuya receta casualmente no era a base de chufa, si no de almendra. La llegada de la Navidad era tiempo de celebración e intercambio de regalos para Ignacio Gilabert, quien por lo general compraba cascas y otros dulces típicamente valencianos (que solían elaborar las monjas del convento de la Puridad) con los que agasajar a sus compromisos sociales y a sus arrendatarios (aunque sólo a aquellos que también trajeran presentes).

Por último, llama poderosamente la atención la celebración de San Dionís el 9 de octubre de 1747 en casa de los Gilabert, con la compra de dos barras de turrón y una libra de chucherías para la familia. Al parecer, ésta es la primera referencia escrita que se conoce a la hoy en día popular celebración de la «mocaorà» valenciana.

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