Borrar
Familia misionera formada por Juan Pablo, María y sus cuatro hijos.
El mapamundi de los 300 misioneros valencianos

El mapamundi de los 300 misioneros valencianos

Cada vez es mayor el número de laicos que deja su casa y traslada su vida a África, América o Asia

LAURA GARCÉS

Lunes, 27 de octubre 2014, 13:45

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

A África y América Latina, sobre todo, decidieron un día trasladar su vida. Pero también han llegado a Asia, e incluso a algunos países de Europa. Muchos dejaron su casa con la intención de pasar allí una temporada y regresar. Pero no son pocos quienes todavía no han hecho la maleta de vuelta. Religiosos, sacerdotes y laicos, que en ocasiones se desplazan en familia, forman un equipo que trabaja al servicio de las misiones.

Varios cientos de valencianos han emprendido y emprenden ese camino. El sacerdote Arturo Javier García, responsable del Secretariado Diocesano de Misiones (SDM), asegura que en estos momentos el número de misioneros procedentes de la diócesis de Valencia repartidos por el mundo se sitúa en torno a los 300, si bien puntalizan pueden ser más al considerar a las familias. No creen que sea mala cifra, pero tampoco dejan de constatar que en algunos momentos este territorio eclesiástico contó con más misioneros.

Las vocaciones ya no se registran al mismo ritmo que lo hacían tiempo atrás y, además, el envejecimiento de quienes un día hicieron la maleta para evangelizar en otras tierras avanza. Aun así, prácticamente todos los años desde la diócesis «se envía a alguien. Hace dos años se mandaron cuatro misioneros» y en estos momentos, dos afrontan el periodo de preparación que se requiere para partir. Ambos, puntualiza Arturo Javier, «son jóvenes, entre los 40 y 46 años».

La mayor parte de los misioneros valencianos son miembros de órdenes o congregaciones. De hecho, el número de religiosos supera al de sacerdotes diocesanos, aunque en ocasiones en la misma persona coincidan las dos condiciones. Y cuando se trata de establecer un perfil medio se descubre que la llamada misionera al parecer suena con más fuerza o mayor nitidez entre las religiosas. Son más las mujeres, apuntan desde el SDM.

Pero no todos son sacerdotes, religiosos o religiosas. En los últimos tiempos el número de laicos que invierte su vida en una misión está creciendo.

Arturo Javier García refiere esta circunstancia y recuerda que hay que tener en cuenta a las familias misioneras del Camino Neocatecumenal, que son muchas. Esta circunstancia le lleva a apuntar que en realidad el número de valencianos que están en misión pueden ser más de 300.

Familia misionera

Juan Pablo y María son un ejemplo de la fuerza que adquieren los laicos. El matrimonio emprende mañana viaje a Tanzania junto con sus cuatro hijos: Nacho, de seis años; Rocío, de cuatro; Reyes, de tres y la pequeña Loreto, de cuatro meses. Son una familia en misión del Camino Neocatecumenal. En un principio, relata Juan Pablo, pensaron que su destino iba a ser Suiza, pero las cosas cambiaron y sus pasos se dirigen a África.

Cuenta Juan Pablo que la idea surgió de María, que «en una convivencia sintió una llamada». Al cabo de un tiempo se lo comunicó a su marido y empezaron a pensar en todo ello. El proceso para tomar la decisión «lo hemos vivido con mucha libertad» y ahora ya se van.

Lo hacen empujados por la «vocación a salir de nosotros mismos, a evangelizar» y teniendo muy presente la invitación del papa Francisco de «volver a las periferias existenciales y humanas». Estas palabras, insiste Juan Pablo, «me han confirmado la vocación. Esto que vamos a hacer no es un delirio».

Esta familia pertenece a la parroquia San Isidoro Obispo de Valencia, atendida por el sacerdote Salvador Batalla, quien relata que solo de esta comunidad han salido en misión «15 matrimonios y tres sacerdotes». Están repartidos por todo el mundo, también por Europa, donde ya se constata que «muchos obispos están pidiendo que vayan porque hay poca Iglesia y estas familias van allí a hacer Iglesia».

El número total de quienes se dirigen a otros países desde tierras valencianas no es el más elevado de España, pero no ocupa un mal puesto en la clasificación a juzgar por los datos que ofrece el sacerdote Arturo Javier García. Explica que las diócesis de Madrid, Toledo y Navarra son las que más aportan a esta tarea y a continuación se sitúa Valencia.

Tradicionalmente entre los misioneros valencianos, como en el resto de españoles, los destinos latinoamericanos han sido los más frecuentes. Compartir el idioma es una gran ventaja. Pero no por ello se deja de trabajar en y para el continente africano. Quienes se deciden por esta opción se preparan previamente con el aprendizaje de idiomas, aclara el responsable del Secretariado Diocesano de Misiones.

«Enganchados»

Sea cual sea el destino que les espera, cuando llegan a puerto el obispo del lugar que les recibe les «asigna un trabajo». El establecimiento en un lugar está marcado por la relación entre las diócesis. A partir de ese momento «algunos se quedan enganchados allí». Cuando se van lo hacen inicialmente por «un periodo de tres años», pero aclara Arturo Javier que lo «normal es que se prorrogue y allí están toda la vida» dedicados a la tarea de «anunciar a Jesucristo».

Los ejemplos de experiencias de toda una vida son numerosos. Uno es el de Vicente Berenguer, sacerdote que en 1967 partió desde Teulada a Mozambique y todavía sigue allí trabajando. Tiene 77 años y tras haber pasado unos días en la Comunitat tiene billete de vuelta a África para principios de noviembre.

A lo largo de los años su labor en el país africano se ha centrado en la labor educativa, aunque también al ámbito sanitario ha aportado su grano de arena. Está al frente de una parroquia en la ciudad de Ressano García, en medio de una sociedad en la que explica «hay comunidades musulmanas y protestantes». Así, las circunstancias que rodean su vida le llevan a afirmar que lo importante es «la convivencia. Poder estar todos juntos».

Cuando a Vicente Berenguer se le pregunta qué significa ser misionero, le cuesta responder. Pero finalmente lo hace y apunta que «aquí también se puede ser misionero cuando si se quiere entregar la vida a los demás».

Y a todos los hombres y mujeres que un día se enrolaron en las misiones donde permanecen a lo largo del tiempo, se añaden quienes se desplazan por breves periodos de tiempo: «Sobre todo en verano aumenta el número», destacan desde el SDM. En ocasiones esa experiencia puede ser el primer paso.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios