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El peruano Roca Rey, ayer, en la plaza de Valencia.

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El peruano Roca Rey, ayer, en la plaza de Valencia. txema rodríguez

Roca Rey trae la ciclogénesis taurina

Josemari Manzanares corta una oreja en una tarde de plaza repleta y mucha expectación El peruano cuaja una gran faena de las que derriban tópicos y denuncian conformismos

JOSÉ LUIS BENLLOCH

Sábado, 17 de marzo 2018, 02:18

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Fue la tarde de Roca. El peruano, ya saben. En eso se cumplieron los pronósticos. Los informativos de los días previos, isobaras y taquillas confluían en el mismo punto, se avecina un ciclón o eso que ahora llaman los hombres del tiempo una ciclogénesis explosiva, que en realidad no significa otra cosa que todo se pone patas arriba y sucesos así no se los quiere perder nadie. Vuelan sillas o, mejor, sillones o poltronas de los acomodados; se descubre a los rebeldes sin causa que andan birlongueando puestos por las ferias bajo el lema "estoy mejor que nunca"; se derriten teorías de esas que aseguran, por ejemplo, aquello de que con viento es imposible o que es mejor torear de la raya para afuera para poder con los toros o que no conviene arrancar con lo que sería una apoteosis final porque de lo contrario se hace imposible ir a más o porque sencillamente los toros de hoy no aguantan ese ritmo. Cuando llega la ciclogénesis explosivo-taurina puede pasar cualquier cosa, se vio ayer, hasta que los chinos se conviertan al toreo y brinquen. En este caso el ciclón venía bautizado de antemano, RR o Roca Rey, el hombre capaz de encontrar toro en todas partes, de hacer parecer fácil lo que es un milagro y, a poco que persista en esa postura, el hombre que hasta puede poner del revés esa inercia maldita, mezcla de pesimismo y agobio, que persigue últimamente a los aficionados sobre el futuro de la Fiesta. Seguro, mientras haya ciclogénesis como la de ayer, habrá Fiesta.

La tarde arrancó con ambientazo. Papel acabado. De verdad. Atascos en las bocanas para ocupar las localidades. A la hora en punto, los alguaciles, una vez hecho el despeje simbólico, esperaban en los medios, con los penachos de sus bicornios ondeando al viento. Esa era la única señal negativa, el viento. Las cuadrillas hacían tiempo, que me asomo, que me espero, para que el personal se acomodase sin faltarle el respeto a ley tan taurina de la puntualidad. Era como incrementar la expectación. ¿Empieza, no empieza, qué pasa?... Son recursos que nunca pierden su efectividad. Hasta que empezó, tras el paseo, un minuto de silencio por dos toreros que nos habían dejado, Paco Peris y Paco Marín, otra ley de obligado cumplimiento en la cultura taurina: a los mayores, respeto. Y a partir de ahí empezaron a consumirse pasos camino de la dichosa ciclogénesis.

Lo artístico arrancó en un tono medio y ascendente. El primer cuvillo no decía mucho en sus embestidas y Castella anduvo correcto. De primeras le agobió en la corta distancia, lo que hizo que el toro se defendiese y hasta amenazase con pararse, pero todo mejoró cuando le dio espacio y tiempo. Con la zurda sacó muletazos muy correctos que nunca llegaron a traspasar las candilejas. El segundo capítulo mejoró sensiblemente. Un toro jabonero, con la entidad justa y buen desplazamiento. Un quite de Roca Rey que animó el cotarro. Unas violentas rachas de viento que frenaron la euforia. Manzanares miraba las banderas buscando información para contrarrestar a semejante oponente, al final la encontró, la fórmula no fue otra que paciencia para que pasasen las rachas, la muleta mojada y abajo y a partir de ahí surgió el toreo hermoso de Manzanares, el de la reunión armónica, escultórica diría, con la derecha más reunido, con la zurda más lineal y más largo y como colofón la estocada propia de la casa, un volapié rotundo que echó a rodar al cuvillo y puso en manos del alicantino la primera oreja de la tarde.

La tarde arrancó con ambientazo. Papel acabado. Atascos para ocupar las localidades

Una pausa para devolver al tercero de la tarde; visto lo que vino después se podría entender como una pausa para tomar impulso. Se corrió turno y salió Rosito, que estaba predestinado para cerrar plaza. Lo bueno, cuanto antes mejor. Rosito fue un toro lucero, girón y bragado. No era mucha cosa pero sí muy bravo. Le hicieron dos quites entre Castella y Roca, saltilleras, tafalleras, largas, medias... y Rosito no solo lo aguantó con entereza, sino que se vino arriba, lo necesario para que se desatase la tan deseada ciclogénesis, el momento estelar de la feria. Tardará tiempo en verse un arranque de faena tan tremendo, un tío tan seguro y un toro tan codicioso. En aquel pulso nadie se vino abajo. Arrancó Roca de rodillas, se cambió al toro por la espalda, una vez y otra vez, lo ligó con un natural y se desataron los elementos, las pasiones, se puso el personal en pie, se creció Roca, quieto como un mástil, mandón como un general, creativo como un innovador. Un cambio de mano por la espalda que parecía destinado a dar lugar a un pase de pecho, encontró la continuidad en un circular invertido que nadie esperaba ni creo que nadie haya visto jamás. Y ya todo fue un sin parar, sin importarle ni el viento, ni los terrenos, despreocupado de administrar al toro porque a esas alturas era evidente que el toro no tenía fin. Vino luego esa ruleta rusa de las manoletinas de por aquí y por allá para cambiarle la dirección en el último instante y la estocada final para dar paso a las dos orejas, al delirio y la confirmación de que con faenas así el fin -si es que hay fin- está muy lejos.

Luego nada fue igual, de situaciones de esa tensión es difícil salir. Castella mantuvo una fría corrección, Manzanares lo intentó con ahínco en el bruto cuvillo que hizo quinto, y el sexto, cuando se esperaba otra ciclogénesis, se derrumbó lastimosamente sin que la presidencia aceptase cambiarlo. A Roca se lo llevaron a hombros y quedamos pendientes de los próximos partes metereológicos que anuncien la próxima ciclogénesis.

El coso, a rebosar

Hasta la calle Xàtiva acudió ayer una amplia representación de políticos, como Isabel Bonig, presidenta del PP de la Comunitat Valenciana (PPCV); José Luis Ábalos,secretario de Organización del PSOE; el diputado de Asuntos Taurinos, Toni Gaspar. No faltaron los empresarios Juan Roig y Vicente Boluda en compañía de Ester Pastor; la expresidenta del Palau de la Música, Mayrén Beneito; el poeta Carlos Marzal; el tenista Juan Carlos Ferrero; y el artista Juan Ripollés, entre otros.

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