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La teledetección suaviza las alarmas por el cambio climático

La teledetección suaviza las alarmas por el cambio climático

Según datos de la UV, en el sur de la provincia de Alicante llueve más ahora que hace 70 años y la contaminación de l'Albufera ha disminuido en los últimos años

Rafa Honrubia

Jueves, 31 de mayo 2018, 01:45

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La teledetección es una aplicación más o menos reciente y fomentada por la carrera espacial durante la Guerra Fría. A grandes rasgos, esta disciplina consiste en la adquisición de datos de la superficie terrestre desde sensores instalados en satélites espaciales, lo que permite medir parámetros físicos como la temperatura, la precipitación, la radiación solar, la humedad del suelo, la evaporación, etcétera. Estos datos aportan una información muy útil y valiosa para el seguimiento de fenómenos naturales como deshielo y desertización. Y los resultados son sorprendentes en relación a los resultados que arroja sobre cambio climático.

Así lo atestigua Vicente Caselles, catedrático de Física de la Tierra y Termodinámica de la Universitat de València (UV) y director del Grupo de Teledetección Térmica. En 1978, Caselles era becario en el Departamento de Termodinámica, medía las temperaturas de los naranjos, del agua, de la huerta, etcétera. «Un día nos llegó una carta de la Nasa en la que nos decían que iban a lanzar un satélite para medir temperaturas, el denominado HCMM (Heat Capacity Mapping Mission), y nos pedían nuestra colaboración para comparar las temperaturas del satélite con nuestras medidas in situ. Así empezó todo» explica el catedrático de Gata de Gorgos.

La teledetección permite una mejor comprensión del cambio climático

Con 40 años de experiencia, este departamento de la UV ha recibido numerosos premios de investigación, como el premio MUMM-Norbert Gerbier 2010 otorgado por la Organización Meteorológica Mundial. Destaca su trabajo sobre el estudio del cambio climático utilizando imágenes de satélite. Pero sus aplicaciones son tan variadas que les ha permitido conseguir financiación de la Nasa, la Agencia Espacial Europea (ESA), la Unión Europea, el Gobierno de España y la Generalitat Valenciana. También han desarrollado convenios con diferentes empresas e instituciones como Ceam, Indra, Repsol, Matra Marconi Space o ICGC. «Tiene aplicaciones en agronomía, climatología, ciencias de la tierra, oceanografía, arqueología, geología, hidrología... Se puede aplicar a un gran número de campos del saber y cada día descubrimos nuevas aplicaciones», señala Caselles.

Programa Prometeo

El proyecto 'El uso de la teledetección para una mejor comprensión del cambio climático' está incluido en el Programa Prometeo de la Generalitat Valenciana. El Grupo de Teledetección Térmica estudia la evolución de la temperatura y de la precipitación en la Comunitat Valenciana durante los últimos 70 años y analiza también los fenómenos adversos como son las olas de calor y de frío, los incendios forestales, los episodios de contaminación urbana, la calidad de agua de embalses o las necesidades hídricas de los cultivos.

Analiza lluvia, olas de calor y contaminación, entre otros datos

«Con la información que tenemos hasta ahora», continúa Caselles, «hemos visto cosas muy curiosas: por ejemplo en la Cuenca del Júcar la precipitación disminuye mientras que en la Cuenca del Segura esta aumenta». Es decir, que en unos pocos kilómetros «tenemos un cambio climático en un sentido y en el contrario. Esto se había observado ya comparando puntos de los hemisferios norte y sur o del mediterráneo oriental y occidental. Pero nunca hasta ahora se había medido en puntos tan cercanos como las cuencas del Júcar y del Segura», puntualiza.

Embalse de la Pedrera, en Orihuela (Alicante).
Embalse de la Pedrera, en Orihuela (Alicante). ROBERTO MILÁN

Por definición el clima es cambiante y sigue lo que en matemáticas se denomina función seno, es decir, que existen subidas y bajadas a lo largo del tiempo. «Además, depende del lugar en el que midamos. A unos pocos kilómetros se puede observar una evolución diferente, como nos ha pasado a nosotros», añade Caselles.

A diferencia de otros sistemas, la teledetección aporta información de unos pocos metros. «Es como si tuviéramos estaciones meteorológicas o de contaminación del aire situadas a esta distancia, es una red mucho más densa que las tradicionales», afirma el catedrático, para quien la principal ventaja de la teledetección es la densidad de medidas ya que «nos da información mucho más detallada que las redes convencionales».

Y más datos sorprendentes. La información que arrojan los sensores de los satélites dicen que la contaminación de l'Albufera está disminuyendo en los últimos años. «Si comparamos los valores obtenidos en la actualidad con los que se observaban hace 30 años vemos que los niveles de contaminación ahora son la mitad que entonces», agrega el profesor. «También hemos observado que en el sur de la provincia de Alicante llueve más ahora que hace 70 años», por lo que parece que el problema de desertización puede haber empezado a revertirse.

Cambio suave

Preguntado sobre los numerosos informes y estudios que nos dicen que está cambiando el clima de forma acelerada en todo el planeta, Caselles muestra su discrepancia. «Nosotros lo que hemos visto es un cambio suave, no un cambio acelerado». Además, «este cambio lo hemos observado en los dos sentidos: la precipitación disminuye en la Cuenca del Júcar y aumenta en la Cuenca del Segura. Hablamos de un aumento de la temperatura de unas décimas en 70 años y una disminución de la precipitación de unos pocos milímetros», matiza.

En este sentido, señala que los resultados obtenidos por el Grupo de Teledetección Térmica son iguales a los observados por otros grupos. «La diferencia es que nosotros solo nos quedamos en las observaciones y no hacemos predicciones de futuro», apunta. En el futuro hay tres posibilidades en relación a la temperatura media de la Tierra: que aumente, que permanezca constante o que disminuya. «En los modelos climáticos se supone de entrada que se va a dar solo la posibilidad número uno. Yo intento ceñirme a lo que soy especialista: la observación. No a la predicción, en eso no soy experto», aclara.

A juicio de Caselles, existe mucho alarmismo en torno a esta cuestión: «Se observan cambios en los dos sentidos aunque la prensa solo recoge el cambio en uno de ellos y pone el valor máximo de estas observaciones y no el valor medio. Solo vende la mala noticia; la buena se pierde en las páginas centrales de los periódicos. No olvidemos que existen tres posibilidades de enfocar el futuro: la pesimista, que es además alarmista, la optimista y la indiferente. La prensa es partidaria de la primera».

El profesor de la UV asegura que los polos no se están derritiendo, sino que «se derriten en verano y se congelan nuevamente en invierno». Esto lo achaca a las predicciones de futuro: «El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC) sigue el modelo pesimista, que no es el único». Ante datos tan contradictorios, Caselles se muestra cauto y avisa de que «hay que tratar el problema con serenidad; lo único que sabemos con certeza es que la temperatura ha aumentado unas décimas en los últimos 70 años y que la precipitación ha disminuido unos milímetros al año. ¿Qué ocurrirá en 2050? No lo sé. Con los datos actuales, sólo puedo hablar del pasado y del presente, no del futuro».

Los ojos de los satélites

Los sensores de teledetección por satélite son instrumentos que transforman la radiación electromagnética en datos para analizar. Existe dos tipos básicos de sensores. Los pasivos detectan la radiación electromagnética emitida o reflejada de fuentes naturales mientras que los captadores activos poseen fuentes internas que generan de forma artificial la radiación.

Existe una amplia gama de sensores pasivos -cámaras fotográficas, radiómetros de microondas, escáneres, exploradores de empuje, etcétera- y algunos de ellos poseen sensibilidad multiespectral. Al realizar mediciones sobre diferentes zonas del espectro electromagnético aportan una información más completa sobre distintos aspectos del medio ambiente. Por ejemplo, la radiación ultravioleta se utiliza para monitorizar los niveles de ozono en las capas altas de la atmósfera. Las bandas visible e infrarrojas permiten determinar la salud de la cubierta vegetal. Los captadores sensibles a la radiación infrarroja térmica sirven para determinar la temperatura del suelo, de las nubes y de la superficie de los mares.

Entre los sensores activos se encuentran el radar y el lidar. El radar genera impulsos electromagnéticos que controlan la emisión de energía desde el transmisor y accionan un mecanismo de registro. En el rango espectral del radar no existe prácticamente ninguna banda de absorción del agua, por lo que resulta insustituible en zonas con masas nubosas gracias a su capacidad para atravesar las nubes. Las señales de radar se usan para el seguimiento de la retracción de los casquetes polares o como indicador del calentamiento global, entre otras aplicaciones.

Por su parte, el lidar es un sensor activo, análogo al radar, pero con tecnología láser. Se emplea para estudiar la atmósfera mediante la emisión de pulsos de luz polarizada entre el ultravioleta y el infrarrojo próximo. El efecto producido por la interacción atmosférica se recoge a través de un sistema óptico en un detector que envía la señal al sistema de almacenamiento para su posterior estudio informatizado. Existen sistemas lidar específicos para cada tipo de dispersión atmosférica. Registran la composición en aerosoles de la atmósfera y la cantidad de contaminantes sólidos, y miden la temperatura, humedad, presión del aire y la velocidad del viento.

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