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Hillary aún no ha ganado

enrique vázquez

Jueves, 3 de noviembre 2016, 20:10

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El desastre que constituyó para su campaña la difusión del célebre vídeo con sus crudos y desvergonzados comentarios machistas no ha matado políticamente a Donald Trump. Siempre en su línea ha optado por cruzar definitivamente el Rubicón y romper con el Partido Republicano, el suyo. Su argumento es, haciendo de la necesidad virtud, que una cosa son los votantes del Partido Republicano y otra sus élites, de las que ahora se dice jubilosamente liberado La apuesta es un órdago sin precedentes y su conducta, un riesgo que él corre al servicio de la argumentación conocida del "cuanto peor, mejor". Tal riesgo es letal si se relaciona su decisión con la eventual del partido de desautorizarle definitivamente y abstenerse de pedir el voto en su favor. De hecho, la conducta de muchos aspirantes republicanos a la Cámara de Diputados y el Senado está acomodándose en realidad a la previsible derrota de su mal candidato y las autoridades del partido se vuelcan en mejorar sus posiciones de control en las cámaras legislativas y asumen que deberán pasar el cuatrienio de Hillary mientras olvidan la pesadilla Trump.

Esta conducta la ejemplifica a la perfección el actual presidente republicano, Paul Ryan, cuya ruptura con "su" candidato presidencial, Trump, es un hecho y todavía es inimaginable en Europa. Ryan no solo cuida sus aspiraciones futuras (es un político en alza), sino que expresa un rechazo explícito al fenómeno Trump y no le importa ya nada que su presunto correligionario pierda la presidencia. Otra cosa es si con lo sucedido Trump ha perdido definitivamente. Eso, según algunas voces, no es todavía del todo seguro.

La razón es que ha cambiado mucho el humor del público y la estática división entre demócratas y republicanos. Un bipartidismo perfecto, inimaginable en otras latitudes, que pasa por una crisis que ha dado un disgusto impensable a los conservadores y a los progresistas; los demócratas, con la sorpresa del candidato alternativo Bernie Sanders, que contra todo pronóstico puso en serios aprietos a Hillary Clinton y solo perdió las primarias en el último hectómetro, en California y con el que Clinton ha debido pactar ciertos compromisos antes de obtener de él la petición, como hizo, del voto para ella.

Entre Sanders y Trump hay algunas semejanzas y una muy clara: no son hijos esperables ni espíritus predecibles del sistema. Donald Trump es un individuo sin escrúpulos, que ganó arremetiendo contra "ellos", contra Washington, es decir las élites. Y Sanders se declaró "socialista" con toda naturalidad y arremetió contra el poder fáctico de Wall Street, los poderes financieros y sus agentes. En este inesperado escenario, Hillary Linton, que encabeza las encuestas, no ha ganado todavía y algún hecho hoy imprevisible Wikileaks amenaza con la difusión de muchos de sus correos clasificados podría amenazar su eventual victoria. Quedan menos de tres semanas para las elecciones y van a ser de infarto.

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