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Varias personas ayudan a un afectado de párkinson a salvar las escaleras para acudir a la sede de la asociación.
Cuenta atrás en el reloj del párkinson

Cuenta atrás en el reloj del párkinson

La falta de ayudas pone a la asociación local al borde de la disolución después de cuatro años de trabajo

María Teresa Bolívar

Domingo, 1 de febrero 2015, 00:21

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La Asociación de Párkinson de Elche está al borde de la desaparición. La falta de ayudas económicas institucionales y el hecho de que su actual sede no reúna las condiciones de accesibilidad necesarias para atender a los enfermos que acuden a la agrupación la han dejado en una situación muy delicada.

Así lo afirma su presidenta, Mercedes Castillo, fundadora de la entidad, quien durante cuatro años ha luchado a brazo partido para brindar apoyo a las familias de los afectados por esta patología neurodegenerativa y a los enfermos, un respaldo que ella no ha tenido durante las casi dos décadas que su marido lleva con la enfermedad. «Conocer lo que es este sufrimiento de cerca es lo que hace que nos movamos», asevera la máxima representante del colectivo, que no da crédito a que en una ciudad como Elche, con un número muy elevado de afectados, muchos de ellos muy jóvenes, «se mire para otro lado».

Castillo agradece al Ayuntamiento que hace dos años cediera un local a la asociación para iniciar su actividad, pero estas instalaciones a día de hoy no permiten ofrecer la atención que precisan los afectados y así se lo ha hecho saber a los representantes municipales. Explica que buena parte de ellos van en silla de ruedas, una circunstancia que les impide acceder a la sala donde se llevan a cabo los talleres de fisioterapia, rehabilitación y taichi, ya que deben subir seis escalones con una altura considerable. Trasladarlos a peso es la única solución que pueden poner en práctica, una alternativa que ya ha provocado algunos problemas físicos en los voluntarios que desplazan a este grupo.

Además, la sala está cedida por otra entidad que comparte los locales municipales de la calle Doctor Sapena, de forma que todos los utensilios que se utilizan en cada sesión -aros, pelotas e incluso las camillas- deben ser devueltos a la pequeña estancia que la asociación del párkinson tiene en la planta baja.

A esta circunstancia se suma que los profesores que imparten estos cursos son voluntarios, hijos de afectados que colaboran con la entidad de forma altruista, de forma que la programación es de una hora a la semana, cuando, según Castillo, los afectados necesitan ayuda constante y sólo con el tratamiento clínico no es suficiente, precisan de la atención de logopedas, psicólogos y fisioterapeutas que les ayuden a paliar los síntomas de la patología.

«Son enfermos pluripatológicos, de largo recorrido y necesitan de este tipo de asistencia», explica la presidenta, quien asegura que para dar un servicio en condiciones precisarían de cinco profesionales. Sin embargo, en la actualidad sólo cuentan con uno, el profesor de informática, que también se ocupa de otras labores, como las administrativas, para ayudar a Castillo. Hasta para estas clases, «la mayoría de enfermos se tienen que traer los ordenadores de su casa porque disponemos de muy pocos equipos», apostilla la presidenta, quien asegura que ha tenido que recoger mobiliario prestado para poder montar el despacho donde atiende a las familias.

La subvención que recibe la entidad por parte del Ayuntamiento asciende a algo más de 1.100 euros anuales, «una ayuda mínima», a juicio de la máxima representante de la agrupación. Castillo no da crédito a que después de un mes, desde que se aprobó una moción en el Pleno de apoyo a la asociación que dirige, dadas sus dificultades, «aún nadie nos haya llamado».

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