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Un tractor 'fanguecha' un arrozal rodeado de aves. lp
La UE quiere que cada país afronte su parte de la PAC

La UE quiere que cada país afronte su parte de la PAC

Bruselas diferencia los recortes de ayudas entre explotaciones grandes, medianas y pequeñas, en medio de la enorme disparidad sobre estos conceptos Se cumple el temor a la renacionalización de la política agraria

V. LLADRÓ

VALENCIA.

Lunes, 4 de junio 2018, 00:40

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En medio de los reiterados objetivos de «modernizar y simplificar la PAC», como ha vuelto a insistir el comisario Hogan al presentar su propuesta de reforma, la realidad es que todas las organizaciones agrarias critican el documento y no sólo por lo más común, que son los recortes presupuestarios, que se traducen en reducciones de las ayudas al sector, sino porque los primeros análisis detectan una mayor complejidad del sistema y un aumento de las exigencias formales y medioambientales.

La asignación presupuestaria tendrá, según la propuesta inicial, un recorte para España del 3,5% de los pagos directos y del 15% para el desarrollo rural. El recorte global, para toda la UE, es del 5%. Aunque estos porcentajes esconden una trampa de partida: como se habla de euros actuales, sin contar la inflación, pero su reparto tendrá lugar entre los años 2021 y 2027, la realidad será que el dinero efectivo que llegue a los interesados será en la práctica menor, porque se podrán comprar menos cosas. Así que la rebaja a precios constantes se estima en el 12%. En principio sólo se salvarán Estonia, Lituania, Letonia, Rumanía y Portugal, se supone que porque ya parten de ratios menores.

La UE pone sobre la mesa para los siete años citados 365.000 millones de euros, y justifica la reducción en la necesidad de afrontar nuevas políticas urgentes, como las de seguridad y protección de fronteras. Y a ver quién dice que no.

Para tratar de mitigar el impacto social de la reducción presupuestaria para el campo, Bruselas plantea nuevas reglas de reparto de un modo que siempre cae bien: limitar a 100.000 euros por perceptor la ayuda máxima, modular las asignaciones a partir de 60.000 y tratar de perjudicar lo menos posible o dejar casi igual lo que percipen las medianas y pequeñas explotaciones.

El problema es que, si bien queda muy aparente diferenciar entre grandes, medianos y pequeños, la realidad es muy diferente; se trata de conceptos muy variables. Lo que puede ser una superficie de explotación grande de cítricos en la Comunitat Valenciana puede ser pequeña en Andalucía, y lo que puede resultar una gran explotación ganadera en Burgos cabe que sea muy reducida en comparación a una de Holanda o Alemania. ¿Qué es ser grande o pequeño? Cambia de un cultivo a otro, de un país a otro e incluso entre regiones o dentro de cada región. Además, tampoco hay las mismas sensibilidades y preferencias en unos sitios y otros.

Todo esto añade mayores temores al sector, ya que la propuesta aboga por dar más flexibilidad a los países a la hora de utilizar sus asignaciones de financiación, con la posibilidad de diseñar sus «propios planes estratégicos». Es decir, que viene una renacionalización en toda regla de las políticas agrícolas, y mucho es de temer que ni siquiera en un sentido amplio de decidir programas diferenciados, sino de aplicar dinero propio pero siguiendo las pautas que marque Bruselas. Algo que en la práctica puede ahondar mucho más las diferencias de rentas entre países ricos y pobres y entre producciones. Y otro elemento de inquietud: se refuerzan los mecanismos de cuidado medioambiental en todos los órdenes, lo que equivaldrá a frenar muchas actividades ahora normales.

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