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Rosa Remolar, en su parada de naranjas en el Mercado de Santiago y su máquina de zumo en primera línea. juanjo monzó
Naranjas de Bechí para  los peregrinos de Santiago

Naranjas de Bechí para los peregrinos de Santiago

Rosa Carmen Remolar decidió comercializar directamente la producción propia y de su entorno tras sufrir años de malos precios e incluso impagados Una citricultora de La Plana saca a flote toda la cosecha familiar vendiéndola en el Mercado de Abastos de la capital gallega

V. LLADRÓ

VALENCIA.

Domingo, 27 de mayo 2018, 23:55

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Entre los puestos exteriores del Mercado de Abastos de Santiago de Compostela, Juanjo Monzó descubrió una sucesión de cajas de naranjas y mandarinas, le llamó la atención sobre todo una máquina exprimidora de zumo, ¡en plena calle compostelana!, se acercó a pedir un vaso, ¡por sólo 70 céntimos!, y terminó por congeniar con la dueña de la parada, Rosa Carmen Remolar Alcalá, que, como no podía ser menos, es valenciana, de La Plana, concretamente de Bechí, de donde proviene toda la fruta que vende a su clientela gallega.

La trayectoria naranjera de esta mujer se nos presenta con bastante paralelismo a la que siguieron tantos productores citrícolas que se vieron empujados a buscarse la vida lejos de sus pueblos, y así, sumando tantas pequeñas iniciativas y aventuras empresariales, se fue fraguando un liderazgo comercial y exportador como el que sigue ostentando la Comunitat Valenciana en el sector citrícola.

En la base siempre está la necesidad. Aquellos primeros aventureros productores de Burriana, de Alzira, de Gandia y de tantos sitios, que se fueron a Londres, a Liverpool, a París, a Berlín... sin saber inglés, ni francés, ni alemán, y abrieron mercados, lo hicieron porque tenían la fruta, no se la compraba nadie, o se la compraban a precio regalado, y se vieron empujados a buscar por su cuenta nuevos consumidores a los que ofrecer género de primera.

Desde primeros de octubre a final de mayo coloca 170.000 kilos de naranjas y mandarinas La fruta con defectos de piel la transforma in situ en zumo fresco que vende en el acto

Algo muy parecido es lo que le ocurrió a la familia de Rosa Carmen. Salvando las distancias, naturalmente, porque ni estos tiempos son aquellos tan lejanos, ni ha tenido que irse tan lejos.

Tras esbozarnos el compañero Monzó la historia de la naranjera de Bechí la llamamos por teléfono para que nos contara más detalles. Estaba atendiendo a unos clientes, pero se aprestó enseguida a explicarnos.

Hace ocho años, Rosa y su marido se quedaron sin cobrar sus cosechas de clementinas y naranjas. Un grave problema que sigue siendo más frecuente de lo que parece. Les dejó en la estacada una empresa que vendía en Mercamadrid. Y como no era la primera vez que sufrían este tipo de percances, anteriormente ya padecieron 'enganchones' parciales, optaron por buscar nuevas alternativas por su cuenta.

Eran años de precios especialmente bajos en el campo; si encima no cobraban... No podían arriesgarse a pasar lo mismo otro año, estaban descapitalizados, y recurrir a una cooperativa tampoco les resultó ilusionante, porque la mayoría de las de La Plana iban mal, como han acabado cerrando o están en concurso de acreedores. La última en entrar en concurso, la de su propio pueblo, Bechí.

Acabaron por concluir que lo mejor sería defender directamente la venta de su cosecha, kilo a kilo, y se pusieron a repasar ciudades apartadas de las zonas citrícolas, pero sin salir de España. Rosa pensó enseguida en Galicia, porque su marido es gallego, de Brión, y eligió Santiago de Compostela, donde consiguió adquirir un puesto en el Mercado de Abastos, y más recientemente otro en el del Ensanche, en el que cuenta con una empleada.

Entre finales de septiembre o primeros de octubre y final de mayo, Rosa Carmen coloca toda la producción de casa, kilo a kilo, entre su clientela compostelana, y aún compra algo a familiares y amigos para completar su oferta. En dos o tres días alcanzará los 170.000 kilos vendidos en esta campaña. Empieza con la clementina Marisol, luego sigue con Clemenules, Hernandina..., y en naranjas, Navelina, Nável, Lane Late, Valencia Late... Ahora tiene sobre todo la Gold Nugget, que es «muy fea por fuera pero la de mejor sabor por dentro -explica- y como yo la vendo a 1,50 el kilo, que es la mitad o menos que en otros sitios, me las quitan de las manos». Cuando acabe con esta mandarina, en unos días, «empezaremos con la Ortanique, de la que apenas queda, casi únicamente las nuestras, porque al contrario de lo que hace la mayoría, que cogen la fruta demasiado pronto, nosotros aguantamos a que esté en plenitud de madurez, cuando está realmente buena, y eso es lo que nos permite marcar la diferencia y conquistar el favor del público, que cada día nos es más fiel».

Toda la fruta que ve menos comercial, por ser de tamaños pequeños o demasiado grandes, o por tener defectos o arañazos en la piel, Rosa la recicla de inmediato en la máquina automática de zumo que tiene en el mercado. Vende a sólo 70 céntimos el vaso y, claro, lo reparte de inmediato, «no hago bastante», porque en cualquier otra parte cobran más del doble y no es tan dulce y fresco como el suyo.

Esta mujer incansable, que se levanta cada día «a las cinco y cuarto de la mañana, y no cierro hasta las nueve de la noche», cuando termina la temporada naranjera aún despliega sus dotes de cocinera en los meses de verano. «Ayudo en las cocinas de restaurantes de mi pueblo o en otros de alrededor», explica. Hasta que tenga las primeras clementinas maduras para irse a venderlas a Santiago.

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