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Sala de tornos de la fábrica La Maquinista Valenciana, a finales del siglo XIX.:: firma
Valencia, la segunda industria de España antes del siglo XX

Valencia, la segunda industria de España antes del siglo XX

La plaga de pebrina casi hundió la producción sedera, llamada a ser el sector que capitaneara la revolución fabril en la Comunitat, que se sobrepuso con el empuje agrícola y conformó múltiples y variados sectores productivos

PACO HUGUET

Miércoles, 23 de diciembre 2015, 00:08

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Hasta la aparición de la gran metalurgia del País Vasco, en el paso del siglo XIX al XX, «Valencia era la segunda industria de España, por detrás de Cataluña, tras la que andaba muy cerca. En las décadas de 1860 a 1880 compartía ese lugar, 'ex aequo', con Andalucía, que contaba con algunas fundiciones en la zona de Antequera y Marbella». Así de rotundo se muestra el historiador Francesc Andreu Martínez Gallego.

La industria que estaba llamada a liderar la revolución fabril en la actual Comunitat Valenciana fue la sedera. Pero recibió una estocada casi mortal: la plaga de pebrina que atacó al gusano de seda, especialmente alrededor del año 1854.

Esa potente producción era la que tenía que acumular el capital necesario para impulsar un sector fuerte, al estilo del textil de lana y algodón catalán o de la metalurgia vasca. Y coincidió con la poderosa competencia de Barcelona, pero sobre todo con la pujante Lyon en la década de 1860.

Aún así, la industria valenciana se desarrolló de diferente manera y sí contó con una burguesía capitalista, también de diferentes matices a la vasca y la catalana, que promovió el crecimiento.

La catedrática de Historia Contemporánea de la Universitat de València Teresa Carnero, jubilada recientemente, considera que la discusión sobre la existencia o no de una burguesía industrial valenciana ha quedado «superada», tras un el debate que surgió en la década de 1960.

«Existía una gran diversidad económica, unas actividades agrarias muy diversas: del arroz, el vino, la naranja... Hoy llegamos a la conclusión de que las transformaciones agrarias derivaron en una especialización diversa muy sensible a las demandas europeas», comenta. Es decir, que fue surgiendo una variada pequeña industria en función de los productos nacidos en el campo; por ejemplo, toneles de madera para el vino, o cajas y papel de embalaje para las frutas y hortalizas.

Esta diversidad, además, permitió a los valencianos sobreponerse a las crisis agrarias de finales del XIX cuando afectaban al único producto de una región, por ejemplo cuando ocurrió el «hundimiento del trigo en Castilla».

De esta manera, de la agricultura en Valencia no surgió una sola o una potente gran industria (textil en Cataluña y siderúrgica en el País Vasco), sino «una 'xicoteta indústria', como la calificó el profesor Jordi Nadal» que sumada suponía la segunda o tercera de España en PIB. Algunos de estos «pequeños» sectores, añade Teresa Carnero, «han llegado a nuestros días, como los de la cerámica, el mueble -pese a la competencia coreana-, el de la madera en general o la química, ligada en parte al textil, que perdió importancia». También hubo un «transformación del hierro» y, en conjunto, un sector fabril de «notable importancia» hasta al menos la II República.

Martínez Gallego explica que la burguesía valenciana fue distinta a la catalana o la vasca, porque no contaba con ese matiz nacionalista tan marcado. Finalmente, con la producción de paños y telas de seda en declive (artículos que, además, eran minoritarios en comparación con el textil más barato y popular), emergió la agricultura como locomotora industrial: los cultivos se transformaban en regadíos y los campos necesitaban avances. «Hubo bombas de agua, norias, fertilizantes... Hubo metalurgia, ferrocarril, astilleros en el Grao de Valencia», subraya el historiador.

Además, en inversiones como el ferrocarril o el alumbrado intervinieron esos grandes magnates valencianos cuyo papel ha sido en ocasiones ninguneado (porque invirtieron en obras públicas y otros sectores privados en lugar de centrarse en uno solo), liderados por la figura de José Campo, «que no fue ministro, simplemente porque no quiso». En Valencia se obtenía más beneficios en las modernas plantaciones de naranjos que en otros sectores. Igual que ocurre hoy con la transformación hacia el cultivo del caqui.

Además, de la agroalimentaria y de sus derivados puramente industriales, «hubo una interesante industria química y farmacéutica». Hay muchos ejemplos, como el de Josep Lluís Bausset, nacido en l'Alcúdia en 1910, de productores de fórmulas y medicamentos, de abonos y otros químicos. Antes que él, el mismo Agustín Trigo Mezquita en Valencia.

Y la región contó con importantes aliados en Madrid, donde defender sus intereses. Primero Mayans, luego Navarro Reverter . Y las figuras de Campo y Trenor. Incluso, comenta Martínez Gallego, influyeron en las guerras de Perú y Chile, por el guano natural de aquellos países, y más tarde en Marruecos, donde se encontraban las minas de las que salía el fósforo para producir en Valencia cerillas y el nuevo abono químico.

A pesar del cierto ninguneo de la industria valenciana, pequeña sí, pero diversificada también, hubo muestras de grandes factorías. Por ejemplo, la fábrica de Colomina de abanicos, sombrillas y paraguas, pujante ya entre 1840 y 1850, que abastecía a la Casa Real española y a otras europeas. «Se quemó, pero se rehízo. Y llegó a contar con más de 400 trabajadores, el mismo tamaño que podían tener las industrias del textil más grandes de Mánchester», puntualiza Martínez Gallego.

Eso sí, en esa y otras ciudades inglesas habías muchas más fábricas, del mismo sector, pero en esta región había otros grandes centros de producción, como la Modorer, la fosforera valenciana que empleaba a cientos de obreros.

Inicios fabriles

La producción de tipo industrial comenzó en la Comunitat Valenciana a mitad del siglo XIX. Únicamente en Barcelona hubo un impulso un tanto anterior, de apenas una década. Alcoy fue la primera ciudad que transforma tempranamente el sistema de producción: de talleres artesanales dispersos a una mayor concentración, a un sistema fabril.

En esos años del comienzo de la industrialización, las primeras fábricas propiamente dichas aparecen, además de en la ciudad alcoyana, en Valencia, Segorbe, Ontinyent, Enguera y Morella.

La industria en la zona de Alcoy heredó la tradición de la sericultura (de la seda) y ya en 1828 la Real Fábrica de Paños de esta ciudad funda una escuela de formación de técnicos en mecanización textil. Casi al mismo tiempo, tanto allí como en Xàtiva ya se desarrollan fábricas de papel de fumar.

Pero Valencia y las poblaciones limítrofes no estuvieron exentas de los cambios sociales y económicos que venían de los países más avanzados. Así, en el entonces municipio de Patraix la industria sedera de Santiago Dupuy instala en 1837 la primera máquina de vapor, procedente de París.

Los sectores fueron muy variados en toda la región valenciana, como comentan Francesc A. Martínez Gallego y Teresa Carnero, y en 1840 ya se están extendiendo los talleres de calzado (inicialmente, de alpargatas) en Elda.

En esos años, los servicios públicos de Valencia ayudan al crecimiento industrial: en los años cuarenta del siglo XIX se adjudica el alumbrado público de gas a Lebón y en 1850 se inaugura el suministro de agua potable. En los diez años siguientes va creciendo el ferrocarril y la capital del antiguo Reino instala la primera fábrica de hielo. Mientras, Xàtiva ya produce chocolate de manera industrial.

Los dos años antes al nacimiento de LAS PROVINCIAS (1866) marcan hechos clave: aterrizan en 1864 en Alcoy las máquinas de vapor ya instaladas en Patraix y Valencia y en 1865 se inaugura en Onil la primera fábrica de muñecas.

El sector juguetero ha vivido con gran fortaleza hasta nuestros días en una evolución en la que se dotó de gran impulso, casi un siglo después, con la unión de 25 empresas que supuso la formación de la Fábrica de Muñecas de Onil SA: Famosa (1957).

Cada sector va incrementando su tamaño y en Elda, el calzado reciben un gran espaldarazo en la década de 1870: Aguado instala la mayor fábrica de España de hormas de zapatos y Romero ya consigue producir 800 pares al día.

Mientras, el poder empresarial de Valencia continúa invirtiendo en el entorno de la ciudad. Así, en el municipio de Villanueva del Grao (actual distrito marítimo) el naviero Juan José Sister y Manuel María Gómez fundan en 1878 los Talleres Gómez, de reparación y construcción de maquinaria, que dio origen a los después afamados astilleros y, más tarde, a Unión Naval de Levante.

En la ciudad, la Primitiva Valenciana, de fundiciones y producción de maquinaria, goza de una gran demanda en la década de 1880. Otras grandes e históricas empresas se le suman rápidamente: la Maquinista Valenciana funde en 1890 la estatua de Jaume I y un año después Miguel Devís y Manuel Noguera constituyen los Talleres Devís-Noguera, que se convertirán más tarde en Macosa y después en la actual Volssoh.

Con el siglo XIX, el juguete se arraiga más en Ibi, la metalurgia se instala en Puerto de Sagunto (1917) y en Onda ya se han establecido los comerciantes de Valencia que reimpulsaron la cerámica de l'Alcora. Múltiples sectores de la nada 'pequeña' industria.

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