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Operarios de una cuadrilla de 'collidors' de cítricos en plena tarea de recolección en un campo de naranjas. :: paco bono
La falta de mano de obra se agrava en el campo

La falta de mano de obra se agrava en el campo

Las firmas naranjeras chocan a diario con el permanente problema de encontrar personal y se ven obligadas a recurrir a operarios poco cualificados

V. LLADRÓ

Domingo, 25 de diciembre 2016, 23:42

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El problema de la falta de mano de obra se agrava en el sector citrícola, lo que está repercutiendo en el ritmo y el volumen de recolección y también en los niveles de calidad de la fruta.

Muchas empresas, apuradas para poder atender pedidos y aprovechar la cosecha antes de que se llegue a estropear, se ven obligadas a recurrir a operarios menos cualificados, lo que da como resultado que aumenten en los almacenes de selección y empaquetado los porcentajes de fruta deteriorada que debe ser rechazada porque no cumple los criterios mínimos de exportación.

Los defectos más habituales, relacionados con la falta de pericia en la recolección, consisten en coger frutos de calibre no comercial o dañados por la meteorología, así como herirlos con las tijeras de corte, 'despezonarlos' por tirar de ellos manualmente o golpearlos al echarlos -más que depositarlos- en los capazos o cajones.

La consecuencia de todo ello es que se incrementan los costes de recolección -mayor parte de la cosecha recogida no sirve para la venta final- y también los riesgos de rechaces y devoluciones en destino, porque pueden escaparse mayor número de frutos de lo habitual en el proceso de selección en los almacenes de confección.

La dificultad de contar con personal suficiente se ha convertido en un problema permanente que tiene en vilo a todo el sector y que ha influido también de manera notable en incrementar las pérdidas de cosechas en el campo por los últimos temporales. A estas alturas resulta evidente que la cuestión reiterada de no disponer de suficientes cuadrillas en casi todos los almacenes ha repercutido en ir aplazando la recolección de mucha fruta, sobre todo de clemenules, cuando, de haberse dispuesto de bastante personal, habría salido antes y no se hubiera estropeado en los campos, como así ha ocurrido.

Las razones de este problema son múltiples. De un lado, la recuperación económica en otros sectores ha hecho que prefieran ocuparse en ellos -sobre todo en la construcción e industrias- trabajadores que antes, cuando estalló la crisis, buscaron refugio en el campo, principalmente en las grandes campañas de recolección, como la vendimia y la citrícola.

De otra parte influye poderosamente que cientos de miles de inmigrantes sudamericanos han regresado a sus países de origen; también en parte magrebíes y de algunos países de África occidental. Otros han preferido irse más hacia el norte de Europa. Un gran porcentaje de todos ellos se ocuparon de seguido u ocasionalmente en tareas agrícolas.

Aquellos carteles que en años pasados se veían a las puertas de los almacenes naranjeros, informando de que «No necesitamos personal. Tenemos las plantillas cubiertas», han pasado a la historia. En su lugar hay una brega cotidiana por hacerse con los servicios de toda persona que pueda encargarse de recolectar naranjas y clementinas.

Las empresas de trabajo temporal (ETTs) también están a tope de demanda de servicios que no pueden atender. Justo lo contrario que hasta hace poco. Es normal que cualquier día reconozcan que si tuvieran el doble de personal lo tendrían colocado sin problemas. Y eso que se han visto obligadas a repescar a operarios que en otros momentos descartaron por cualquier consideración. Pero ni así.

Todo ello contrasta, de paso, con el elevado porcentaje de desempleo que se mantiene en España. ¿Cómo explicarse -se preguntan muchos- que haya tanto paro y falte mano de obra en el campo para coger naranjas o lo que sea? Eso es cierto, pero también lo es que el tipo de tarea agraria, sometida a la discontinuidad e inseguridad por las inclemencias meteorológicas y lo variable de la demanda, no anima a que mucha gente se quede en algo que no le garantiza plena ocupación.

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