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Citricultura de dos velocidades

Citricultura de dos velocidades

Las naranjas no levantan cabeza y entre las mandarinas sólo se venden bien las que pagan royalties, pero campea para todas el miedo a la saturación

VICENTE LLADRÓ

Lunes, 9 de marzo 2015, 00:25

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Ya no cabe hablar de un único sector citrícola como un conjunto de características similares, porque no hay uniformidad y en los últimos tiempos se han abierto grandes brechas en cuanto a las cotizaciones que se pagan en el campo y, consiguientemente, en los precios que llegan al consumidor.

Por un lado está la citricultura de siempre, la estándar y habitual, bien conocida y mayoritaria; la que supone al menos el 90% del total, quizás más. Es la citricultura de las variedades clásicas, las que vemos durante todo el año a precios bajos, como de saldo, a veces en superofertas increíbles de tres o cuatro kilos por tan sólo un euro. La componen las naranjas, prácticamente todas ellas, porque la naranja está en horas muy bajas, y las mandarinas de mayor producción y consumo, en general las de los grupos clementina y satsuma, que copan la mayor parte de la temporada, de octubre a marzo o abril.

Luego está la otra citricultura, minoritaria y selecta, que goza de precios altos, envidiables para los sufridores productores que se ven abocados cada día más a la ruina sin remedio ni capacidad de reacción. es la citricultura de las variedades patentadas, las que se producen bajo sistemas de licencias, controles y pago de royalties. Son variedades de primera estación, muy precoces, o tardías, porque la idea general de estas novedades ha sido la de buscar los huecos posibles del principio y el final, aunque ahora también se van dando apreciables solapamientos, por lo que cabe pensar si no habrá en un futuro próximo también problemas de saturación entre ellas.

Son clementinas primerizas del tipo Clemenrubí, Cuiltifort, Basol, Clemensoon..., pero el mayor interés comercial se centra ahora sobre todo en la segunda parte de la temporada y su tramo final, con variedades híbridas como Nadorcott (la primera en exhibir en mercado un sistema de patente bajo control), Tango, Orri, Queen, Murcott Seedles, Murina, Murta, Safor, Garbí...

Las diferencias son tremendas. Mientras un kilo de naranjas se paga a no más de 15-20 céntimos en el campo, en muchos casos a bastante menos, y para las clementinas 'generalistas' rigen cotizaciones de parecido nivel o apenas un poco más, las variedades patentadas viven un esplendor fulgurante con cotizaciones que multiplican varias veces las citadas antes, en ocasiones se acercan al euro por kilo e incluso lo rebasan en algún caso.

La Orri, que es la última gran estrella, es ahora la que más se paga, a más de euro el kilo. En todo caso, la producción global de estas variedades aún es corta. Algunos no olvidan que también la Clemenvilla o la Ortanique se pagaron en su momento muy caras y luego han caído en la vulgarización general.

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