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La peor 'tristeza' de los cítricos

La peor 'tristeza' de los cítricos

Si esta plaga llegara al campo valenciano el desastre sería total, porque no hay remedio ni alternativa con naranjos tolerantes

VICENTE LLADRÓ

Domingo, 15 de febrero 2015, 23:47

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La enfermedad de la 'tristeza' terminó de arrasar la citricultura valenciana entre los años 70 y 80. Todas las plantaciones que se hicieron hasta entonces eran de patrones amargo, dulce o mandarino, que son sensibles a dicha dolencia, por lo que acabaron sucumbiendo. La solución fue poner en marcha un ambicioso plan de producción de nuevas plantas con pies tolerantes, de forma que la citricultura actual se basa en árboles sobre troyer, carrizo, cleopatra, volkameriana, macrophila y otros que resisten ante aquella forma de 'tristeza', aunque hay otras razas más virulentas que podrían presentarse de nuevo y crear graves problemas.

El virus que ocasiona la raza de 'tristeza' que conocemos no había llegado la víspera de empezar a generalizarse la mortalidad de campos de naranjos y mandarinos. Los primeros síntomas confirmados datan al menos de 1956, después de las históricas heladas de aquel año, porque la 'tristeza' fue avanzando a golpes de heladas. El frío intenso, además de estropear la cosecha pendiente y en algunos casos matar árboles o parte de los mismos, por lo que fue necesario arrancar o efectuar talas severas, ocasionó una debilidad general del arbolado que salía más o menos bien parado del hielo, y sobre esa debilidad se asentó el virus para dar el golpe de gracia. Ocurrió tras las grandes heladas del 56, del 62, de los primeros años 70 y en el 85, cuando se desplegó la avalancha definitiva que aplastó las comarcas que habían quedado medio a salvo.

Pese que a partir de 1956 conocían perfectamente los agrónomos que las muertes de naranjos que se producían eran debidas a la 'tristeza', la declaración oficial de la enfermedad y del consiguiente plan para erradicarla y suplir las plantaciones no se declaró hasta 1970, perdiéndose quince años preciosos. Más aún, muchos expertos aseguran que en ciertos ámbitos se conocía desde mucho antes, quizá desde los años 30, que la enfermedad estaba en tierras valencianas. Habría llegado con importaciones de naranjos Nável de California para realizar grandes plantaciones en el sur de la provincia de Valencia. Pero si era sabido, se calló, o no se le dio la importancia debida, ni en los años 30, ni en los 40, ni en los 50, ni tampoco en los 60. Las especulaciones más diversas y pintorescas sobre las causas del problema que se extendía se mantuvieron hasta más adelante, y todavía cuando era ya más que obvio y declarado lo que ocurría, persistieron los reticentes de siempre, empeñados en negar la evidencia y en tratar de frenar el mal con medidas rayanas en lo esotérico, e infructuosas, claro.

Las cuantiosas pérdidas económicas que se extendieron en el sector citrícola repercutieron durante mucho tiempo en toda clase de actividades relacionadas con el cultivo y la exportación, precisamente por la tardanza en detectar claramente el problema y adoptar las medidas, que al final se impusieron cuando ya no había más remedio que reconocerlo.

El caso es que había remedio con la 'tristeza', y aunque tardío, se impuso, quedando la experiencia de que en casos similares convendría aprender de aquello para obrar de manera más efectiva.

Ahora mismo tenemos ante nosotros una amenaza mucho más grave. Se llama 'Huanglongbing', 'greening', 'amarealhamento' o 'dragón amarillo' y de momento no tiene cura ni alternativa posible para los naranjos afectados, que empiezan a decaer, producen frutos defectuosos, dejan de ser viables y acaban muriendo o, como mínimo, se quedan raquíticos y sin posibilidad de ser rentables ni de tener recuperación.

Tenemos ante nosotros la amenaza de una nueva 'tristeza', porque el caso es que los naranjos empiezan por entristecerse, pero así como con la 'tristeza' que se sufrió hubo la alternativa de arrancar y replantar con árboles tolerantes, en este caso no se conoce remedio posible. Solo prevenir.

La enfermedad la provoca una bacteria que se propaga gracias a un insecto del tipo 'psila', cuya presencia ya se ha detectado en Galicia y Portugal. No es cierto que se hayan visto allí árboles enfermos, todavía, pero sí se ha encontrado la 'psila' que actúa de vector de la bacteria. Si la combinación se comporta como antes ocurrió en Brasil, Florida, China o Argentina, es de temer que el microorganismo fatal acabe haciendo acto de presencia en nuestra citricultura.

Si ello ocurre, la situación puede ser dramática, porque no hay solución por ahora para los árboles enfermos. Cada ejemplar infectado es víctima definitiva y además foco de extensión para los vecinos. Por eso el único medio de lucha que se conoce es el de la vigilancia persistente, para conseguir detecciones precoces, delimitar zonas dañadas y decretar el arranque obligado y la quema de plantaciones, tratando de frenar así el avance. Pero no se frena del todo, sólo se retrasa. Y donde se arranca, no hay ánimo de plantar de nuevo cítricos, porque a diferencia de lo que ocurría con la 'tristeza', al disponer de nuevos plantones tolerantes, aquí no los hay frente al 'greening'. Por eso se ha extendido rápidamente el pánico entre los citricultores valencianos, al conocer que la 'psila' propagadora ya está en la península. Si estallase lo que se teme, la ruina sería enorme y prácticamente total. En pocos años desaparecería casi la totalidad de nuestra citricultura.

Según ha explicado Juan Salvador Torres, secretario general de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja), lo mejor que convendría hacer es seguir el ejemplo de las actuaciones oficiales que se realizan en California: controles exhaustivos en las importaciones, vigilancia persistente de toda el área citrícola dividida en cuadrículas y realización de tratamientos pesticidas inmediatos en las parcelas donde se detecta una 'psila'. Es la única forma de tratar de conseguir un retraso en la infestación, ganando tiempo mientras se aceleran investigaciones en busca de remedios y de pies que puedan mostrarse tolerantes a este mal.

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