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Cambiamos de rivales naranjeros

La producción de España ha creciendo y sigue siendo líder mundial en exportación, aun a costa del grave deterioro de la rentabilidad en el campo

VICENTE LLADRÓ

Lunes, 29 de mayo 2017, 00:48

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Primero fue Italia el gran contrincante a batir en materia naranjera. Hoy puede sonar raro, pero medio siglo atrás, recién estrenado el Mercado Común Europeo, que albergaba sólo seis estados (Alemania Federal, Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo e Italia), entre los productores y exportadores valencianos de cítricos era un clamor que si no llegaban aquí mejores precios era porque los países destinatarios mimaban a los italianos. Las naranjas, las mandarinas y los limones de Italia eran preferentes y gozaban de favor especial. También las pocas clementinas de Francia, concentradas en la isla de Córcega.

El freno aduanero

Por defender su exclusividad ante el impetuoso empuje de la citricultura española se aplicaba a nuestra exportación un arancel aduanero del 20% y un sistema endiablado de precios de referencia y tasas compensatorias que en ocasiones obligaban a racionar y hasta cortar momentáneamente los envíos de fruta, dejando paso libre a Italia.

Aquellos problemas estaban en las conversaciones diarias de los bares de pueblos y en las familias naranjeras. Si la cosecha no salía, o se pagaba mal, era por culpa de Italia, lo que empujaba a desear más que en ningún otro sector el ingreso cuanto antes en el Mercado Común. ¡Cómo no!, si ya se vendían en toda Europa nuestras naranjas desde hacía más de un siglo. No había nada en España con más vocación europea que la naranja de Valencia. Pero la política entorpecía la solución, y no sólo por persistir el régimen de Franco, como se decía insistentemente, sino por claros intereses comerciales.

En los periódicos de la época se puede comprobar que los comentarios populares en tal sentido no eran exagerados, tenían una base real, puesto que abundan las noticias y las declaraciones que hablan de la preferente protección europea por sus cítricos, o sea, los de Italia, lo que implicaba parar el dinamismo de la oferta de España, que salía de tierras valencianas.

Pero cómo pasa tantas veces, la excesiva protección adormeció a los citricultores italianos, se estancó su producción mientras crecía su población, y de ser exportadores netos pasaron también a importar grandes cantidades, sobre todo de España, como viene ocurriendo en los últimos años.

Naranjas con mercurio

Israel recogió el testigo de la rivalidad naranjera que siempre se deja sentir con agudeza entre nosotros. En los años setenta parecía que la naranja Shamouti israelí se iba a apoderar del mercado europeo, y de hecho su presión comercial se veía alentada por un trato arancelario favorable. A España le rebajaron la aduana al 12% a partir de 1971, pero Israel pagaba menos, un 8%, y Marruecos el 4%. La sensación era de tal gravedad entre los agricultores valencianos que hasta cuando había incendios forestales se llegaba a pensar en complots interesados y se comentaba si el fuego no estaría ocasionado adrede por agentes extranjeros, interesados en provocar que la pérdida de vegetación trajera menos lluvias, de manera que al tener menos agua no se pudiera regar y consiguientemente cayera la producción naranjera.

Hoy se puede ver todo lo exagerado que en realidad es, pero era lo que se comentaba entonces en el campo y en los pueblos. Y hasta cuando, en febrero de 1978, surgió el problema de unas naranjas españolas presuntamente envenenadas con mercurio en Alemania, se quiso ver desde aquí la mano de espías israelíes.

Marruecos sube

Sin embargo, Israel bajó también su presión citrícola porque, entre otras cosas, tenía que rentabilizar mejor su limitada disponibilidad de agua y territorio, optando por ampliar su oferta a otras frutas de mayor valor añadido, aunque sin descuidar la citricultura de primor, que sigue estando muy presente.

Avanzados ya los años 80, las permanentes amenazas naranjeras tomaron mayor solidez desde Marruecos, convirtiéndose en lógica obsesión cualquier ventaja que se pudiera conceder desde Bruselas al vecino del sur, y se hizo costumbre vigilar y especular sobre si se dejaba pasar o no a los camiones con naranjas marroquíes por las carreteras españolas, incluidas las valencianas, para mayor agravio, que quizás recalarían también en determinados almacenes de firmas comerciales valencianas, mientras la cosecha de aquí se quedaba en los campos.

Y no digamos cuánto subía la alarma cuando llegaban las periódicas negociaciones pesqueras con Rabat, o los continuos chantajes con apresamientos de barcos, porque en estas ocasiones se hacía más patente aún que la agricultura valenciana era utilizada como moneda de cambio. Cosa que era verdad y lo sigue siendo.

Egipcios y turcos

Pasado el tiempo, la inquietud ante el avance de Marruecos no ha desaparecido, ni mucho menos, y se sigue viendo como la presión más directa, pero sea porque no se han terminado de confirmar los peores augurios (algunos sí: lo que producen otros por concesiones ajenas se deja de producir aquí), porque hay mayor número de intereses mutuos y también porque se han diversificado los focos de competencia citrícola, el nerviosismo endémico del sector se ha ido fijando en otras 'potencias' emergentes.

Egipto y Turquía cogieron hace pocos lustros el testigo de un auge exportador que despertó grandes inquietudes entre los citricultores valencianos. Los dos países mediterráneos son grandes productores de cítricos (y de casi todo lo que producimos y exportamos), crecen con fuerza y están a las puertas de Europa, que les trata con consideraciones que desde aquí se ven como ventajas excesivas. Siempre igual. No obstante, no se han acabado de cumplir los negros presagios que lanzaban los más agoreros. Por problemas políticos internos y seguramente porque las cosas son como son y no más, ni turcos ni egipcios han arrinconado a España, cuya producción continúa creciendo y sigue siendo indiscutible líder mundial en exportación de cítricos en fresco, aunque a costa de un grave deterioro de la rentabilidad en el campo, de que el agricultor no se vea justamente remunerado. La prueba de ello está en la sucesión al alza de campos de cultivo abandonados. Los pequeños productores no pueden resistir, los jóvenes no ven atractivo continuar... Y pese a todo ello se logra mantener la posición de liderazgo exportador y a distancia de los seguidores. ¡Qué sería si no se sucedieran tantas trabas!

Las plagas de Sudáfrica

Porque la realidad es que detrás de una amenaza surge otra, apenas baja la tensión respecto a un país directamente competidor aparece otro en escena con renovados bríos que motivan aquí nuevos argumentos de queja.

En estos momentos, las amenazas más serias, o las que inquietan con más intensidad, provienen del hemisferio sur y se han centrado de manera especial en Sudáfrica, que es también el país que ha recibido las últimas concesiones de la UE, alargándole el periodo de exportación sin pagar aranceles aduaneros y, lo que es peor, permitiendo laxos controles a sus envíos, pese a las evidencias de plagas y enfermedades de cuarentena que se han detectado en numerosas ocasiones.

En teoría, la producción del hemisferio sur llega a contratemporada, cuando no hay cosecha en el norte, pero la realidad es que cada año se alargan más los periodos, se solapan ambas procedencias y la oferta del sur coincide más tiempo con la de España, lo que hace temer mayores problemas futuros. ¿Aguantará el tipo nuestra citricultura, como viene haciendo desde hace medio siglo?

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