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Pepe Arambul realiza, como tantos otros citricultores, la penosa tarea de echar al suelo las Clemenules de su huerto, que no ha podido vender por falta de compradores. Al lado, imagen de otro campo de Nules con el terreno alfombrado de mandarinas, tiradas adrede por sus dueños para que 'descanse' el arbolado y no influyan negativamente en la próxima cosecha. :: V. LLADRÓ
Campos alfombrados de clementinas

Campos alfombrados de clementinas

Cientos de productores protagonizan en La Plana un acto de protesta contra los acuerdos de la UE que favorecen a Sudáfrica

VICENTE LLADRÓ

Lunes, 13 de febrero 2017, 00:36

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Los campos están alfombrados de rojo. Porque el color naranja de las clementinas se torna más oscuro, de un tono rojizo, cuando los frutos se van mustiando en el suelo; paso previo para iniciar su pudrición final. Es un campo detrás de otro, parcela tras parcela. Sobre todo en los pueblos de La Plana, pero también en el Camp de Turia, L'Horta, Camp de Morvedre, La Ribera, La Safor... Triste espectáculo, ver el terreno repleto de frutos de Clemenules que se debían haber vendido en su momento, pero no las compraba nadie, no se exportaron, no llegaron hasta los consumidores de toda Europa. Y con ellas, cubriendo ahora el suelo de los campos, tiradas adrede por los propietarios para evitar males mayores, se han perdido infinidad de jornales que no se emplearon en recolectarlas, y todo el dinero gastado en producirlas. Se han esfumado muchos miles de horas de trabajo en los almacenes, que acortaron la campaña; los camiones quedaron parados, como las fábricas de envases que tampoco se colocaron... Y ahora seguirá la cadena adversa, porque los dueños de los campos se han quedado sin dinero para pagar las labores de poda, el abono, el agua de riego, los tratamientos contra la araña roja...

En el Camí Nou de Nules, a un paso de la zona de almacenes citrícolas de esta población de La Plana, Pepe Arambul se afana en tirar al suelo la Clemenules de su pequeño huerto, cuidado con primor. Las ramas bajas, atiborradas de mandarinas, están sujetas con cañas. «Ya ves -cuenta Pepe-, hasta puse cañas, que casi ni se estila, porque no quería que la humedad estropeara los frutos de las faldas bajas, y ahora tengo que arrancarlos todos para que se pudran cuanto antes».

Tenía unos 17.000 kilos, «era un any bo», pero se tornó el peor. No se ve más hierba que el trébol, que es hierba 'buena' para el campo, y los árboles se ven bien cuidados; hasta mimados, diríamos, como los de otros huertos de esta partida de Nules, la conocida zona «dels baixos de Nules», que tiene fama de dar la mejor Clemenules, y la más tardía. Y en todos ellos la misma imagen: la cosecha se ha quedado sin coger.

En casi todos los huertos, la fruta está ya en el suelo, en algunos sigue arriba del árbol, quizás porque los dueños han preferido no gastar más en lo que consideren inútil, o esperan que la lluvia y el viento acaben haciendo tan desagradable 'faena'.

Una mayoría de citricultores que pasan por este mal trago de quedarse con la fruta sin vender prefieren, como Pepe Arambul, tirarla ya al suelo «para que descansen los árboles».

No se sabe muy seguro, hay versiones contrapuestas, pero la experiencia mayoritaria entre los citricultores indica que dejar una cosecha encima del árbol puede ser contraproducente para la siguiente y que eso se nota negativamente enseguida, en la escasez de floración en primavera. Sobre el papel, lo que ocurriría en estos casos es más o menos lo siguiente: la permanencia de abundantes frutos sobre el árbol mantiene la 'relación' de savia entre estos y el resto del vegetal, con lo que 'circula' información hormonal que hace valer el mensaje de que, al haber producción encima, no debe 'cargar' de nuevo. Y en consecuencia, el árbol tendería a florecer poco, o hasta casi no florecer. Para evitar la suma de este nuevo percance, los agricultores optan de forma muy generalizada por arrancar las mandarinas -también en naranjas, si es el caso-, lo que representa añadir nuevos costes a la frustración de no haber podido colocar la cosecha.

Otras versiones indican que no tiene tanta importancia dejar los frutos no cosechados, porque acaban cayendo igual y el arbolado florece sin problemas, y si no resulta así será por otras circunstancias.

Pero como estamos en comarcas de mucho cultivo de primor, la mayoría opta por tirar las Clemenules al suelo, por si acaso, y el resultado es que los campos se encuentran ahora alfombrados de frutos. Pero no han caído, los han tirado aposta, para evitar otros males.

En medio de este panorama desilusionante se entrecruzan acusaciones, propósitos y voluntad de unirse en la fatalidad. Como otras veces. Influyó negativamente la lluvia, que estropeó mucha Clemenules, pero no necesariamente toda. Lo que pasó a continuación es que el mercado cerró la boca y ya no quiso más, ni la buena. El desastre estaba servido. ¿Y qué motivó campaña tan anómala? Los citricultores de La Plana tienen claro que todo empezó con los favores de la UE a las importaciones de Sudáfrica, que aumentaron en otoño y bloquearon la salida de producción española. Luego, las piezas fueron cayendo como si fueran de dominó.

Ayer domingo, cientos de agricultores de La Plana se concentraron en Mascarell (Nules) para protestar por su adversa situación y contra los favores de la UE a Sudáfrica. De paso regalaron cajas de Clemenules a los ciudadanos que se acercaron, para concienciarles sobre el problema.

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