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Varias naranjas con los síntomas bien visibles del ataque de caracolillos, que dejan los frutos sin valor comercial. :: v. lladró
Inesperados caracoles

Inesperados caracoles

La eclosión se produjo a raíz de las lluvias y las altas temperaturas tardías y no ha sido efectivo el habitual molusquicida permitido

VICENTE LLADRÓ

Domingo, 15 de enero 2017, 23:53

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Un inesperado problema se ha sumado en los últimos meses a la larga lista de pérdidas y sobresaltos que afectan a los productores de cítricos. Esta vez se trata de un ataque bastante generalizado de diminutos caracoles, que han afectado a buena parte de la cosecha y además se han agravado los daños al permanecer en cierto modo ocultos o enmascarados entre las ramas. Los efectos se están haciendo patentes en las últimas semanas.

A diferencia de otras ocasiones no son caracoles grandes, bien visibles, ni tampoco babosas, cuya presencia se aprecia fácilmente, lo que permite que el agricultor detecte la cuestión y acuda rápidamente a eliminar la presencia dañina.

Normalmente se combaten estos ataques de caracoles habituales, bastante frecuentes aunque con incidencias parciales o esporádicas, esparciendo algún producto granulado con metaldehido, el único molusquicida hoy permitido, o también sulfato de hierro en localizaciones más concretas y si no hay riesgo de lluvias que lo diluyan.

Pero esta vez son caracolillos diminutos, difíciles de ver hasta que se perciben sus desagradables efectos: aparecen multitud de naranjas o mandarinas con múltiples heridas pequeñas en su corteza, lo que devalúa totalmente su aprovechamiento comercial. Esos frutos dañados son inservibles para el comercio en fresco, sólo cabe su destino para la industria a bajo precio, y encima lo más normal es que los que han quedado afectados se desprendan pronto de los árboles, momento que permite avistar lo que está sucediendo.

Súbita eclosión

Porque estos caracolillos, que apenas tienen ahora dos o tres milímetros, se esconden entre las hojas y en los recovecos de ramilletes de naranjas, donde van royendo su piel sin que se note al principio su perniciosa presencia. Se sitúan tanto en las zonas bajas de los naranjos ('faldas') como en las más altas, encaramándose por el tronco y hasta por las cañas colocadas para levantar ramas y librarlas del contacto con el suelo, precisamente donde podrían ser pasto habitual de babosas y caracoles bien crecidos.

La eclosión de estos caracolillos ha sido intensa y extensa, y afecta a muchas comarcas, tanto en huertos con hierba como en los de suelo prácticamente desnudo, lo que hace más insólito el desarrollo del problema. Al parecer favoreció que esta plaga alcanzara tal nivel la singular sucesión de temperaturas benignas en otoño y tardías lluvias intensas, una combinación que habría favorecido la súbita 'maduración' de las puestas de huevos que en otras situaciones se habrían desarrollado bastante después, en la próxima primavera.

No obstante hay dudas entre los agricultores sobre si estos caracolillos son simplemente 'crías' de especies habituales que de momento no han llegado a crecer más porque no es su mejor época para terminar de desarrollarse, u otras clases de moluscos gasterópodos que se hubieran extendido últimamente y sin advertirse lo que ocurría, pese a la gran rapidez con que se ha disparado tal problemática. El caso es que el uso de los molusquicidas permitidos ahora no está resultando eficaz, por la propia particularidad del ataque. Si se esparce granulado de metaldehido, aunque se eche por encima del arbolado, los gránulos acaban cayendo al suelo y no matan a estos bichos, tranquilamente atrincherados entre hojas y frutos. Seguramente ni les atrae 'comer' del veneno. Si se esparce sulfato de hierro ha de hacerse en el suelo, con lo que únicamente valdrá si los caracolillos todavía no se han encaramado a las ramas.

Cobre como repelente

El producto que tiempo atrás resultaba más efectivo contra este tipo de problemas era el fungicida 'carbendazima', el cual, aplicado en pulverización, eliminaba cualquier presencia de caracoles. Pero en este momento está prohibido utilizarlo, quedó fuera del registro oficial de fitosanitarios permitidos al no invertir para 'defenderlo' adecuadamente ninguna firma de plaguicidas interesada en seguir fabricándolo y vendiéndolo. Quizá resultaba demasiado efectivo y económico, o eso piensan al menos los agricultores perjudicados.

Lo del argumento acostumbrado de la peligrosidad para la salud de un producto para justificar que haya sido apartado no cuela en el sector, porque a menudo se ven reaparecer formulados que antes se retiraron, aunque al regresar lo hacen crecidos de precio. ¿Es que eran cancerígenos antes y después ya no si se encarecen lo suficiente? El último ejemplo en este sentido ha sido el producto hormonal 2-4D, que ha vuelto a autorizarse para una marca concreta pero su precio se ha multiplicado varias veces. Aún así, al citricultor le resulta adecuado, porque es el mejor para evitar la caída prematura de naranjas.

En defecto de alguna sustancia específica que dé completos resultados contra los caracoles, lo que mejor está funcionando en este caso es pulverizar con algún formulado de cobre rojo (nordox). Es un fungicida contra el 'aguado', pero actúa también de repelente de gasterópodos.

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