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Jugadores de Valencia Basket femenino, durante el encuentro.

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Jugadores de Valencia Basket femenino, durante el encuentro. Txema Rodríguez

Mucho más que un ascenso

El Valencia Basket recupera la plaza en la Liga Femenina que dejó la desaparición del Ros Casares | Las taronja disputan un agónico partido que acaba con la explosión de alegría de una Fonteta totalmente desatada

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Domingo, 29 de abril 2018

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El último balón del Celta surcó el cielo de la Fonteta, con 51-54 favorable al Valencia Basket. Se contuvo por un instante el aliento de miles de corazones, haciendo fuerza para que ese último triple no entrara. No podía ser, el sueño no podía terminar en lágrimas. El balón hizo el último guiño y no entró, para acabar cerca de un banquillo taronja que explotó de alegría. El salto de Rubén Burgos fue la primera postal de una celebración legendaria. El que fuera exjugador del Pamesa ya forma parte de la historia del baloncesto femenino. Todo un logro teniendo en cuenta que ayer terminó su primera temporada con el equipo. Las lágrimas de las cinco jugadoras canteranas, las que comenzaron el proyecto, fue la segunda postal. La más emotiva de la tarde. Sólo ellas saben lo que ha costado llegar a un objetivo que, hace poco más de un año, era impensable. El Valencia Basket, junto al Ensino que vuelve a la máxima categoría tras casi dos décadas fuera de ella tras quedar campeón de la Liga Femenina 2, ya forma parte de la elite española. Ahora queda dar el siguiente paso, tiempo al tiempo.

El 30 de mayo de 2012 el Ros Casares anunció su desaparición, poco después de ganar la Euroliga. Un golpe tremendo para el baloncesto femenino valenciano que emprendió una travesía por el desierto de casi dos años. Gracias al tesón de entrenadores como Manolo Real, contigo empezó todo en La Malvarrosa, se llegó al rescate de las categorías inferiores que quedaron a la deriva. Ayer, 2.160 días después, Valencia recuperó su plaza en la Liga Femenina. La que nunca debió perder. Es por ello que la emoción sobre el parquet de la Fonteta no sólo transpiraba el haber conseguido subir de categoría. No acababan de conquistar un ascenso, sino mucho más. Habían ganado un futuro para todas las niñas que se forman actualmente en L'Alqueria, ese que ellas no pudieron tener cuando la pantalla se fundió a negro hace casi seis años.

La celebración sobre la pista estuvo marcada por muchos gestos. La mayoría de ellos cargados de simbolismo. El abrazo de Rubén Burgos con Juan Roig, la búsqueda del propio Manolo Real a Esteban Albert, el otro arquitecto del proyecto y que tanto ha luchado, en lo personal, por devolver al baloncesto femenino al nivel de sus recuerdos, él que lo consiguió todo en los banquillos. Alrededor de todos ellos, la jugadoras de naranja iban y venían con las camisetas del ascenso, mientras la invasión pacífica de la pista se hizo cada vez más grande. El Valencia Basket celebrará la gesta con el resto de la afición en el partido de la ACB frente a Estudiantes. Para hoy no está prevista ninguna visita institucional. «Hemos conseguido el segundo puesto», argumentó un alto ejecutivo del club a esta redacción. Un primer gesto de grandeza, la que se espera para un proyecto que acaba de comenzar.

Cuando Leles Muñoz, que no pudo secar las lágrimas durante toda la celebración, se marchó hacia el vestuario con una de las redes al cuello ya nadie se acordaba del sufrimiento de cuarenta minutos de baloncesto vividos al límite. De infarto. Aleksic se convirtió en la mejor medicina para acabar con los nervios iniciales, puesto que entendió a la perfección su superioridad física sobre Senosiain para atacar. De su mano llegaron 12 de los 24 puntos que el conjunto taronja anotó en el primer cuarto. Un ritmo que aseguraba el ascenso, aunque era complicado de mantener (15-24).

Las valencianas siguieron apretando al inicio del segundo cuarto para buscar el primer síntoma de flaqueza del Celta, hasta conseguir la máxima renta de la primera parte tras un nuevo triple de Aleksic que subió el 17-35 al marcador. Ahí se quedó atascado el equipo de Rubén Burgos, que encajó desde entonces un parcial de 9-0 para dejar el marcador al descanso con la misma diferencia con la que terminó el primer cuarto (26-35). Sin duda, el mejor aviso de que ni mucho menos estaba amarrado el ascenso.

El problema para el Valencia Basket es que el colapso ofensivo duró mucho más de lo esperado, hasta que el Celta llamó a la puerta tras una canasta de Carrera (41-43). El parcial de 24-8 para el Celta, suturado hasta llegar al 41-47 al final del tercer cuarto, dejó claro que los últimos diez minutos iban a ser de nervios. La figura de Keita se alargó hasta el infinito para meter a las gallegas definitivamente en el partido, con un 51-51 a falta de tres minutos. Desde entonces tan sólo se anotaron tres puntos, para el Valencia Basket, en una sucesión de ataques fallados donde las jugadoras de ambos equipos evidenciaron el cansancio acumulado con los cuatro partidos disputados en cuatro días. Una canasta de Tirera, la última en juego, provocó el primer estallido de alegría en la Fonteta, que estaba dispuesta a defender con las uñas esos dos puntos del 51-53. Los fallos de Senosiain en los triples permitieron a Pocek disponer de dos tiros libres a falta de siete segundos. Anotó el primero (51-54) y falló el segundo. El resto de la historia ya está contada. El baloncesto femenino ha vuelto a Valencia, para quedarse.

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