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Dubljevic celebra una canasta del Valencia Basket en el partido ante el Barça. :: juan j. monzó
Valencia Basket | La parábola del renacido

Valencia Basket | La parábola del renacido

San Emeterio lidera una victoria basada en la defensa y la Fonteta vive con el corazón en vilo los últimos segundos donde el Barça pudo empatar

JUAN CARLOS VILLENA

Domingo, 28 de mayo 2017, 01:29

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La RAE define la palabra parábola como «narración de un suceso del que se deduce, por comparación o semejanza, una verdad importante o una enseñanza moral». Cuando Renfroe alzó sus zapatillas sobre el parquet de la Fonteta más allá del triple, a veinte segundos para el final y con 66-64 en el marcador, el mundo se paró por un instante en la Avenida Hermanos Maristas de Valencia. Todos los presentes, todos, tuvieron por un instante la sensación de que iba a volver a ocurrir. Que no podía ser. Que la pesadilla iba a repetirse. Pero no. Ayer no. El balón bailó por el aro haciendo la famosa corbata y cayó en la manos de Dubljevic. Tal fue el estado de catarsis que el montenegrino levantó los brazos celebrando una victoria que ni mucho menos estaba aún atada. Sastre recibió una falta y anotó tan sólo uno de los tiros libres. La tensión seguía pesando. 67-64 y doce segundos por jugarse.

Nació en ese instante la parábola del renacido. Bartzokas pidió tiempo muerto para preparar el último ataque. En el libro de estilo de Pedro Martínez, que aprendió en la escuela de Badalona en 1986, justo el año en el que nació el Valencia Basket, se pondera confiar en la defensa que puedan hacer tus jugadores más que en forzar una falta que regale dos tiros libres. El baloncesto moderno, en Europa, ha barrido la primera opción. Es cierto. El técnico taronja, con todo lo que hubiera supuesto que el Barcelona hubiera forzado la prórroga en un ambiente tan cargado por todos los disgustos, tenía dos opciones en ese minuto de parón. Fiarse de su método o no jugarse la cara o cruz con todos los cuchillos, hay que ser sincero, apuntando a su nuca. Prefirió lo primero. Rice falló hasta dos triples bien defendidos. Como en el partido de Zagreb en la Eurocup o Murcia en la ACB. Salió cara. Explotó la Fonteta de alegría. «Reconozco que me temblaban un poco las piernas pero estoy satisfecho de ser fiel a una idea», reconoció tras el partido. Es ahí donde entra la parábola, la enseñanza. Si algo ha demostrado el actual proyecto del Valencia Basket es que tiene dentro a gente muy comprometida. Ayer el baloncesto les devolvió la sonrisa. Con mucho sufrimiento, pero compensando mínimamente el dolor de las dos finales perdidas. «Es muy importante tener claro lo que quieres, puede salir bien o mal pero prefiero haber ganado así que no haciendo falta. Pasamos muchas horas a lo largo del año entrenando para defender y no para hacer faltas. Si hubiera salido mal seguramente me iba a caer una gorda, pero va en el cargo», reflexionó Martínez.

La mochila era ayer muy grande en la Fonteta. El público lo entendió. Desde el recibimiento, que debe repetirse todo lo que reste de playoff, el ambiente fue de una final. No fue un partido para guardar por su calidad. Era imposible con tanta tensión, pero al final fue una oda al baloncesto por derecho. Al de verdad. A ese que recuerdan los aficionados que escriben en las redes sociales con #odioeternoalbasketmoderno. En los dos bandos. El Barça llegó a la cita vilipendiando por una temporada nefasta. Sin Doellman, Diagne, Faverani y Ribas. Navarro se vistió por ayudar en el aspecto psicológico y Claver se retiró lesionado en el ecuador del tercer cuarto. Ya no volvió al parquet. Los veteranos y su estrella, Rice, sacaron el orgullo y decidieron morir de pie. Incluso con la opción de haberse metido en semifinales para presumiblemente ser barridos por falta de gasolina y baloncesto. Chapó. A los dos equipos. Por la entrega.

Por cierto, Pedro Martínez se convirtió ayer en el primer entrenador de la historia del club en enlazar dos semifinales ligueras de forma consecutiva. Conviene adjuntar el dato a la parábola. El único en tres décadas. El conjunto taronja demostró desde el arranque que no estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad, con un 15-3 inicial basado en la defensa. Cuando entró Renfroe, como en el segundo partido, el Barça comenzó a carburar y el conjunto de Bartzokas consiguió acabar el primer cuarto agarrándose a las cuerdas (19-14). Claver saltó entonces a la pista para jugar de cinco, defendiendo a Dubljevic. No le salió mal la jugada y Oriola saltó al rescate para igualar la intensidad. Nadie lo sabía entonces pero ahí comenzó a fraguarse la victoria valenciana. San Emeterio, otro de los vilipendiados tras la derrota del Palau, tiró de galones. Todo el partido. Otro archivo adjunto para la parábola del renacido. Un triple suyo devolvió la tranquilidad (28-20) aunque la falta de acierto general impidió romper el partido al descanso. El 31-26 fue el último aviso que anunció una segunda parte donde el aspecto anímico iba a ser más importante que los fundamentos del baloncesto.

Dubljevic saltó con rabia al tercer cuarto. Buena noticia. Ya con Tomic en frente para darle otro estirón al Valencia Basket (37-29). Despertó entonces Rice, para poner al Barça a las puertas (42-41). Fue en el alambre, con corazón, pero los taronja nunca permitieron que el conjunto catalán culminara nunca la remontada. Aún restaban varios momentos de taquicardia. Rice se vistió de Isaiah Thomas, el jugón de los Celtics, para subir un dos más uno (55-54) que contestó al instante Thomas con un triple (58-54). Rice volvió a dar vida al Barça con otro triple (60-59) y Vives se marchó por cinco faltas. Poco después Diot cometió la cuarta. «No metas más la mano», le gritaron desde el banquillo. Con Van Rossom lesionado hubiera sido un drama quedarse sin base. Sastre, con permiso de la 'corbata' de Renfroe anotó el último triple que, a la postre, fue decisivo para conseguir la victoria (65-61). El baloncesto le debía una a los taronja después de tanto zarpazo y tanta ansiedad. Llegó ayer en la Fonteta y puede no ser la última.

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