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Juan Carlos Villena
Lunes, 23 de marzo 2015, 00:00
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Si el baloncesto se explicara con los sonidos de una mascletà, el que provocó el triple de Dubljevic para poner a pocos segundos del final el 93-73 fue el terremoto final. El montenegrino lo celebró con los dos brazos en cruz, pero en el banquillo un pirotècnic llamado Carles Duran se desgañitaba pidiendo una última defensa. El Valencia Basket perdió en el Palau por 76-57 en el primera vuelta, y estaba en juego el average. Los jugadores taronja hicieron un último esfuerzo para que el conjunto catalán no pudiera poner en juego el último balón con menos de dos segundos por jugarse. La cara de Huertas no daba crédito al ver que Vives le ponía las manos en la cara en el saque de fondo como si la victoria estuviese aún en juego. Los largos brazos del base impidieron que la bola le llegara a Oleson, y Vives lo celebró por todo lo alto. Es posible que al final de la Liga Regular el average particular entre los dos contendientes de ayer en la Fonteta no sirva de mucho... pero es el símbolo del hambre acumulada que tiene el equipo taronja.
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El Valencia Basket lleva toda la temporada como un león herido, con ganas de cerrar al fin las heridas y demostrar que su techo aún no se ha escrito. Con tantas derrotas acumuladas antes los grandes en alguna ocasión tenía que llegar ese partido redondo que todo el mundo estaba esperando. No se pudo ver en la Supercopa, ni en la Euroliga, ni en la Copa del Rey. La rabia explotó ayer, y la naranja mecánica se llevó por delante a un Barcelona al que le pilló el vendaval con el pie cambiado. Ayer, el Valencia Basket recordó al Pamesa de los noventa, aquel que hacía de la Fonteta un fortín cada vez que le visitaba el Barça de los grandes nombres al que parecía que era imposible tumbar. Con el desgaste físico (Nedovic no se vistió y Lishchuk lo hizo en previsión de que Dubljevic se resintiera de sus molestias) y el buen momento de forma del Barça, muy pocos le daban opciones ayer a los hombres de Carles Duran. Fuera del vestuario, porque dentro se tenía muy claro que la espina del conjunto catalán (que truncó el sueño de la Final ACB y de la última Copa) había que sacarla como fuera.
Pablo Aguilar y Pau Ribas simbolizaron la insurrección valenciana, sellando la mayor paliza de la historia del Valencia Basket sobre el Barça. El registro estaba vigente desde la primera visita del conjunto azulgrana a la Fonteta, un lejano 17 de octubre de 1990. El 80-62 con el que el entonces Pamesa recibió al equipo de Epi, Jiménez, Norris y compañía tan sólo se había repetido con el inolvidable cuarto partido de las pasadas semifinales de la Liga Endesa en el Palau (63-81). Nadie había logrado superar la barrera de los 18 puntos, hasta ayer. La paliza de 2015 guarda alguna similitud estadística con la de 1990, con tres jugadores mutando en tres leyendas del pasado. Los 17 puntos y 21 de valoración de Aguilar fueron el mejor homenaje a los 17 puntos y 22 valoración de Micheaux en aquella primera noche de gloria. La productividad de Pau Ribas recordó a la de Juan Carlos Barros, 17 puntos el catalán y 18 el gallego, mientras que Van Rossom fue el mejor escudero del gran Salva Díez repartiendo siete asistencias, las mismas que el riojano en la primera gran victoria en ACB. El triunfo tiene que servir para que todo el mundo, desde el máximo accionista Juan Roig hasta el abonado con menos antigüedad del pabellón, entiendan que jamás hay que dar por muerto a un equipo que ha demostrado que nunca se rinde.
La nota de preocupación al final del partido la dieron Loncar y Van Rossom. Al croata se le salió el dedo anular de su mano derecha a dos minutos del final del tercer cuarto, y ya no pudo volver al partido. Al jugador se le realizarán hoy las pruebas para diagnosticar el alcance de la lesión, y en el club rezan para que no exista ninguna fisura o fractura y pueda jugar el miércoles con la zona protegida frente al Khimki. El belga chocó contra Ribas en los últimos segundos en una zona cercana a la que se lesionó en el Palau, pero todo hace indicar que se quedará en una contusión.
El Valencia Basket saltó a tumba abierta al partido, y ese primer golpe le permitió amasar una renta de seis puntos que se quedaron en cuatro al final del primer cuarto (28-24). Con los triples de Aguilar y Ribas, entre los dos acabaron el partido con un espectacular 9 de 9, el conjunto taronja conservó la renta al final de la primera parte (46-42). El partido se decidió en los primeros compases del tercer cuarto, aunque en ese momento nadie lo supiera. El Barça saltó dando miedo (0-8 de parcial y 46-50 tras triple de Thomas), pero un triple de Aguilar hizo saltar la espita. En los últimos 17 minutos de partido el parcial fue de 47-23 para el Valencia Basket, un torrente de baloncesto que el equipo de Xavi Pascual, ni el propio técnico que se inmoló con una técnica que llegó tarde, nunca pudo parar. La defensa valenciana anuló a Tomic, y sin el faro croata esta vez no apareció la muñeca de Oleson, Abrines y Hezonja que fueron clave en la Copa. ¿Lo mejor de la fiesta? Que el partido se repita en playoff.
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