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Rafa Nadal, tras derrotar a Richard Gasquet. AFP
En París, Nadal no entiende de amigos
Roland Garros

En París, Nadal no entiende de amigos

El diez veces campeón inflige la decimosexta derrota consecutiva a Gasquet y consigue el pase a octavos, donde se medirá al joven alemán Marterer

MANUEL SÁNCHEZ

Sábado, 2 de junio 2018, 08:02

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Cuando en el torneo de promesas Les Petit As de 1999 un joven Richard Gasquet derrotó a Rafa Nadal, eran muchos los que proyectaron una de las grandes rivalidades del futuro. Ambas estrellas, incipientes, repartiéndose los Grand Slams y dominando el circuito. Uno con un revés a una mano que poco ha cambiado desde entonces y otro, con la lucha y la entrega que 19 años después sigue intacta.

Pero la historia, impredecible y circular a partes iguales, determinó caminos diferentes. Nadal se convirtió en el mayor campeón de la historia de España y uno de los pocos que puede ser llamado entre los mejores de la historia del tenis, mientras que Gasquet, pese a firmar una carrera formidable -14 títulos ATP-, quedó muy lejos de las expectativas levantadas por aquel chico de 13 años.

En Roland Garros Nadal continuó este sábado con su dominio ante el galo y ahondó en su herida, infligiéndole la decimosexta derrota consecutiva en sus enfrentamientos particulares (6-3, 6-2 y 6-2) para lograr meterse en octavos de final del Grand Slam parisino por decimotercera vez, donde se enfrentará al joven Maximilian Marterer (6-2, 6-1 y 6-4 a Jurgen Zopp).

No importó esa cifra de 15 triunfos y ninguna derrota para el balear, que salió a la pista como si fuese el primer choque de su vida contra Gasquet. Le respetó desde el minuto uno y por eso le pasó por encima con doce puntos seguidos que se trasladaron en tres juegos consecutivos en blanco. Hasta ese cuarto juego el galo apenas había comparecido en pista. Necesitó ganar un punto y sentir el aliento del público para contrarrestar el aluvión de golpes que le llegaron desde el otro lado de la red. No pudo evitar el 5-0 en contra y tuvo que verlo perdido para soltar la mano. Vio que los escasos saque y volea que intentó, para cortar ritmo, eran infructuosos y comenzó a meter bolas sin presión y a hacer daño. Recuperó tres juegos e hincó la rodilla por 6-3, resultado más maquillado que el rosco que se paseó por momentos en la Philippe Chatrier.

Entre descanso y descanso, en los banquillos, cada uno repitió sus manías. Mientras Nadal colocaba cuidadosamente sus botellas, Gasquet, como cada tres juegos, cambiaba el agarre de su raqueta, y es que, pese a los más de 19 años de rivalidad, las costumbres siguen siendo las mismas. Y ellos, de algún modo, también.

Gasquet, único tenista que ha perdido más de diez veces con Nadal sin nunca ganarle, y séptimo -junto a Stan Wawrinka y Fernando Verdasco- que más ha perdido contra él, quiso devolverle el apoyo al público en forma de pelea, ya que, tenísticamente, no tenía nada que hacer dentro de la pista. Por eso el 4-0 de inicio en el segundo set, aunque doloroso, aún contó con la entrega del francés, que corrió detrás de cada bola con la impotencia de quien no ve cómo puede derribar un muro con un pincel.

Porque su revés es uno de los más estéticos del circuito, aunque su derecha no esté a la altura. Cada ganador que conectó con él, desplegó el asombro del público, pero apenas se tradujeron en juegos en el marcador. Nadal se apuntó la segunda manga por 6-2 y en la tercera tuvo bolas de rotura que podrían haber acabado con el 5-0 y saque. No obstante, Gasquet dio el último aliento y evitó el rosco ante los 37 golpes ganadores del español.

No fue la paliza del año pasado en esta ronda, cuando dejó al georgiano Nikoloz Basilashvili en un juego, pero la sensación de impotencia en su rival fue muy parecida. El francés se despidió de la central de Roland Garros a las dos horas de entrar, pero al partido ya le había dicho adiós antes de empezar. Entre vítores del público, que supo reconocer su esfuerzo, el de Beziers cedió contra el balear e hizo bueno el dicho de quién quiere enemigos, teniendo amigos como Nadal.

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