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El Peugeot 206 de 'Risi' Tabeayo se salió de la pista y mató a siete personas en el rally de La Coruña de 2015.
En el lado malo de la trazada

En el lado malo de la trazada

Un aficionado español muere atropellado en el rally de Montecarlo. Se apostó con su cámara en la cuneta en una zona muy peligrosa

e. c.

Sábado, 21 de enero 2017, 22:44

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El rally de Montecarlo no podía tener un estreno peor. La primera especial de la primera prueba del Mundial se saldó el jueves con la muerte de un espectador, el asturiano Jesús Ordóñez, de 50 años. En el vídeo grabado por un aficionado se ve el Hyundai de Hayden Paddon rodar a toda velocidad en la curva, derrapar sobre el hielo y golpear con un costado el talud de la derecha. Las imágenes son confusas, pero en el punto en el que la carrocería impacta contra la ladera se encontraba Jesús, que al parecer se había apostado en ese punto para hacer fotos de la carrera. Segundos después, el coche se para, semivolcado, y el hombre, que había salido despedido, rueda por la pendiente hasta detenerse, inerte, en el suelo. Falleció horas después en el hospital de Niza.

«El automovilismo es un deporte de riesgo, pero para los pilotos; no debería ser un riesgo para el público», recuerda Diego Guardamino, responsable de prensa de la Real Federación Española de Automovilismo (RFEDA), que impone un riguroso protocolo de seguridad en los rallies que forman parte del campeonato nacional. Los espectadores solo pueden estar en las zonas señalizadas para ellos. En las cunetas a nivel de carretera, las líneas se ubican a una distancia de 25 metros; si la vía está flanqueada por un terraplén de cierta altura, a 1 metro. Cada tramo tiene sus propios comisarios para controlar la correcta ubicación de los aficionados, cámaras y fotógrafos. Y los 'coches cero' hacen diversas pasadas previas al comienzo de la prueba para verificar que todo el mundo está donde debe. «Pero a veces el público se mueve», admite el portavoz.

Las curvas son las zonas más peligrosas, pero «lo imposible puede pasar», recuerda Fernando Parra, presidente de la escudería andaluza 49.9, que organiza desde hace 20 años el rally Primeras Nieves de Sierra Nevada. «En las salidas de carretera, no existe la trayectoria lógica -señala la web de la federación-. En caso de accidente es imposible adivinarla».

No la adivinaron los siete muertos de Carral (La Coruña), el 6 de septiembre de 2015: el piloto 'Risi' Tabeayo perdió el control tras pisar un desnivel al salir de una curva y arrasó a decenas de personas del lado interior. Aquel siniestro -«Los cinco segundos más trágicos del deporte español», según su organizador, el piloto Álvaro Muñiz- motivó las críticas de la RFEDA, cuyo entonces presidente, Carlos Gracia, lamentaba que los criterios de seguridad de las pruebas que no están adscritas al campeonato de España son menos estrictos.

Parra defiende el trabajo de las escuderías. Por ejemplo, la vigilancia del rally de Sierra Nevada, último del calendario andaluz, implica a 300 personas, entre comisarios de la organización y agentes de la Guardia Civil: «La seguridad es una prioridad y se lleva el 60% de nuestro presupuesto».

Borracho y tumbado

«Pero no podemos ponerle puertas al campo», admite. Ni a la estupidez humana: circula por internet el vídeo del RallySprint de Gabiria (Guipúzcoa) de 2008 en el que un borracho, desoyendo las advertencias de un comisario, se tumba en la calzada a la salida de una curva. El piloto Santi Artetxe lo salva de un volantazo.

A raíz del accidente de Galicia, la FIA inició una campaña de concienciación. «Ese accidente ha estado cerca. Y podías haber sido tú», advierte Sebastien Ogier ante las espectaculares imágenes de un coche volando sobre las cabezas de un grupo de jóvenes. «Ninguna imagen vale lo que una vida», alerta otro piloto dirigiéndose a los profesionales de los medios.

Las circunstancias de la muerte de Ordóñez -albañil de profesión y fotógrafo aficionado- deberán ser investigadas, pero la cámara subjetiva de Paddon detectó su presencia, agachado en la carretera, segundos antes del impacto. Su amigo Luis, cámara de rallies, aseguraba ayer en Facebook que Chus era prudente. Quizá se cayó desde la ladera y no tuvo tiempo de reaccionar, aventuraba. O tal vez confió en la suerte.

«Los milagros existen», apostilla el portavoz de la RFEDA, en alusión al accidente que expulsó a Carlos Sainz del Dakar 2017: su Peugeot se salió de la pista a escasos centímetros de dos hombres que asistían al espectáculo, antes de despeñarse dando vueltas de campana por un barranco. Ese 5 de enero no hubo que añadir ningún nombre a la lista de 16 aficionados y peatones atropellados en la mítica prueba desde 1978. Por poco.

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