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Moltó, al finalizar un entrenamiento en el trinquet de Genovés.
El futuro bombero que ilumina el raspall
pilota valenciana

El futuro bombero que ilumina el raspall

El joven de Barxeta recibe en el trinquet los consejos de su tío, dedicó el título a su padre fallecido y María, su novia, le ha motivado

Moisés Rodríguez Plaza

Lunes, 16 de noviembre 2015, 00:37

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Alfonso supo desde niño lo que quería ser de mayor. Un día, por casualidad, pasó frente a una casa ardiendo. Quedó embelesado por la labor de unos héroes que, cobijados bajo un casco y su uniforme, con una manguera como arma, peleaban como jabatos contra el fuego. «Me encanta. Estoy empezando a prepararme para ser bombero. Poco a poco, sin presión», afirma. Porque no hay prisa. Eso será de mayor. Cuando deje el trinquet. Porque ahora toca jugar a ser figura. A dominar el raspall, como ha hecho durante los últimos años su ídolo, Waldo.

«Me dijo que ahora iba a notar lo que pesa llevarla», relata Moltó sobre el simbólico instante en el que Waldo le entregó la casaca roja que distingue al número uno. El joven de 23 años, natural de Barxeta, es ahora la referencia en la modalidad de la raspada. Fue después de la tremenda final del Individual en la que doblegó al resto de Oliva en una partida de unas dos horas disputada hace ahora una semana en La Llosa de Ranes. «Fue bestial. Hubo un quinze en que él estaba en el resto y fui al siete a rematar. Él aún llegó y me la tiró por encima. El quinze fue para Waldo. Me acerqué y le di la mano: 'Ey, barbaritats!'», recuerda.

Moltó ganó la final 25-15, iniciando una nueva era en el raspall. Waldo, al menos eso es lo que ha anunciado, no volverá a jugar el Individual, competición que ha dominado durante más de una década. Lo de ser bombero ha de esperar. «Yo ahora quiero centrarme en la pilota», recalca. A ratos, ha empezado a preparar las oposiciones para lo que, espera, será su trabajo dentro de unos años. Ahora se dedica en cuerpo y alma a la pilota. Atiende a este periódico en el trinquet de Genovés, después de entrenar con Killian, que ha sido su sparring durante la preparación para el mano a mano: «Empezamos cuando quieras. Llevábamos cerca de dos horas dándole».

Sentado en la escala del trinquet de Genovés, reconstruye las últimas semanas de gloria que estuvieron precedidas de unos meses complicados. Ahora mira el futuro con optimismo. «Quiero ganar el Fris Grec en propiedad, como Waldo y Pasqual II. Este (muestra el trofeo que recibió) es bastante más pequeño. El otro, hasta que no lo consigues, no te dejan ni tocarlo», comenta Moltó. El joven de Barxeta sabe que ha de ser el mejor manomanista tres años seguidos («ya quedan dos, aunque es complicado... ¡Que parece fácil») o en cinco alternos para conquistar la réplica de uno de los primeros testimonios del juego de pelota, aparecido en la antigua Grecia. «Mi sueño es colgarlo en el recibidor de mi casa».

Pero a día de hoy, ni tiene la vivienda ni ha ganado el Fris Grec. Ese es su objetivo doble para estos dos años. ¿Cuál será más complicado? Ahora es la referencia en el raspall. «Siempre puede salir alguien que te gane, y tampoco estás exento de las lesiones. Hay que trabajar mucho, pero ese es mi reto», comenta. Con respecto a la casa, ya posee algo, el terreno. «Tenía que ser de una forma concreta. Cuando encontré la parcela ideal en el pueblo, me costó convencer al dueño. Ahora falta que acabe el arquitecto y ponernos manos a la obra. ¡Algún tabique haré!», bromea.

Alfonso Moltó sonríe con cada comentario. Ilusionado. Tiene esos dos retos en su vida: ganar el Fris Grec para colgarlo en la entrada de su hogar. Poco queda de aquel pilotari que llegó a comunicar a Val Net que se lo dejaba. Que no se veía con fuerzas para ser una de las figuras del raspall. No tenía ganas de entrenar. Estaba pasado de rosca. Pero de eso hace ya más de tres años. Volvió. Cambió las rutinas, la preparación y la forma de encarar cada partida.

Además de su preparador físico, tres personas han sido vitales para que Alfonso se convierta en Moltó. El primero fue su padre. También Alfonso y, por tanto, Moltó. Su fan número uno. «No se perdía una de mis partidas. Cuando fui campeón sub-23, le prometí que ganaría el Individual. 'Lo tendrás difícil', me respondió. Yo sé que me vio ganarlo desde el cielo», comenta. Falleció a los 47 años tras sufrir un derrame cerebral. Durante un mes en que permaneció hospitalizado en La Fe, la pilota pasó a un segundo plano. En los últimos días, sin embargo, retomó la actividad en el trinquet. «Su entierro fue un jueves, y el viernes conquisté el Trofeu Filósofo en Piles. Me ofrecieron aplazarla, pero no quise. Entre lágrimas, pero acabé ganando la partida», recuerda.

Su tío Ramón Faus es otro incondicional en el trinquet. «En cada quinze me acerco a él para pedirle consejos». Es su maestro. El primero que le hizo disfrutar y sufrir, casi a partes iguales, con la vaqueta. Tiene un bar casi enfrente del frontón en Barxeta. «Un día me llevó a jugar. Al golpear con la mano desnuda, recuerdo que me dolió muchísimo. Entonces pensé: '¡Hostia que mal, yo no quiero jugar a esto!' Pero al día siguiente volví y ya empezó a gustarme», relata Moltó. Cada día, primero después de ir al colegio y luego al instituto, acudía al bar a por su tío. De ahí, al frontón. Allí empezó y allí pulió el rebote. Siempre con la colaboración y bajo la atenta mirada de su tío.

Fue al psicólogo

Estos dos hombres, uno y otro construyeron a un gran raspador, al jugador que está llamado a dominar la modalidad durante años. Pero a ambos les superó el bajón de Moltó. El chico acudió al psicólogo, entrenó más... pero siempre sucedía algo que le impedía dar el paso definitivo. Ha sido cuatro años semifinalista del Individual. En 2014 estuvo a punto de tumbar a Marrahí, pero acabó claudicando al que después sería campeón.

Mientras empezaba la preparación del mano a mano de esta temporada, apareció María. Fue después de una partida en agosto. «Fui con Robert, un amigo, a tomar algo a Quatretonda. Nos conocimos aquel día y estuvimos ya todo el rato hablando», comenta. Ingeniera aeronáutica, tiene alma de psicóloga, al menos con Moltó. Supo pronunciar las palabras mágicas y él se las creyó. «He ido a psicólogos y no lo he conseguido. Ahora vive en Madrid, pero siempre que puede viene a verme. Me dice que soy el mejor, que como juego puedo ganar a cualquiera», comenta.

El resto lo hace el trabajo diario. El que está al alcance de cualquier pilotari profesional. Alfonso Moltó tiene dedicación exclusiva. Incluso la preparación para bombero es secundaria. Lo primero, el trinquet. «Me siento un afortunado. La verdad, tengo mucho tiempo y puedo vivir haciendo lo que me gusta», comenta: «Yo tengo un sueldo digno, pero hay jugadores que ganan mucho menos y no pueden dedicarse sólo a esto».

Sabe, como le dijo Waldo al oído después de que le derrotase, que lo difícil empieza ahora. Que prácticamente no hay descanso. Ahora está en pretemporada de cara a los torneos por equipos, con la Lliga de raspall como evento estrella. «Lo más duro es la preparación para el Individual. Yo me cuido mucho la alimentación, pero después de comer me gusta tomar una galleta de chocolate. Desde el verano, cuando tenía ganas de comerme una, me resistía. 'No, que viene el Individual'», relata con una sonrisa.

Luego está la preparación física, aunque eso no es un problema para él. Le encanta el deporte. Lo disfruta tanto en su trabajo como en el tiempo libre. Quizás ese fuera uno de los motivos de aquel bajón de hace tres años. Correr e ir en bicicleta ya forma parte de su rutina. Por ello, busca otras modalidades para los ratos libres. «Me encanta el submarinismo. Ahora estoy empezando con la escalada. Mi madre me dijo: '¿Otro deporte más?'», señala con esa risa que no borra ni para tratar temas más espinosos.

Como el de la aparición de 'A mà pilota' hace poco más de un año. «Hubo un momento en que el raspall quedó estancado. Parecía que se acababa. Durante mucho tiempo, acordabas con el trinqueter un precio por la partida y ya está. A mà pilota apareció en un momento todavía difícil. Era la oportunidad de tener unos fijos... Ahora la verdad es que hemos mejorado, tenemos preparador físico y nos paga la empresa. Pero aún queda mucho camino por recorrer. De esto pueden vivir los tres primeros», admite.

Luego está el eterno pique con la escala i corda, extendido por las tres provincias. Como el resto de la gente del raspall, Moltó defiende que los trinquets se llenan más para las partidas per baix. La réplica de la gente de la escala i corda es que hay menos partidas. El eterno debate.

El nuevo campeón del Individual de raspall invita a ir a ver partidas de su modalidad. «Dicen que la escala i corda es más elegante. Quien viene a vernos luego dice: '¡Parecéis gladiadores!'», comenta. Él mismo probó con la modalidad per dalt, pero se queda con la raspada. «No descarto jugar algún desafío.», puntualiza. Pero nada más. Alfonso Moltó tiene una tarea antes de ser bombero: iluminar una modalidad que parecía destinada a extinguirse.

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