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Andrés Iniesta, en un entrenamiento del Barça.
El futbolista tranquilo

El futbolista tranquilo

Capitán del Barça, goleador después de 608 días de sequía, aplausos en el Bernabéu, candidato a Balón de Oro, padre de nuevo, bodega en expansión... Iniesta vuelve a lo más alto sin hacer ruido

antonio corbillón

Viernes, 27 de noviembre 2015, 19:48

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"Ojalá estos clásicos me sigan poniendo como una moto", se autosugestionaba Andrés Iniesta el día antes del partido contra el Real Madrid. Desde luego, la vida del nuevo capitán blaugrana va sobre ruedas dentro y fuera del césped. Nada descarrila ni desentona en ese mundo de perfil bajo y aire de tímida normalidad que se respira junto a él. Un tipo que no necesita hacer un mal gesto ni levantar la voz para hacer callar al vocerío habitual del fútbol y lo que es casi imposible, que el Bernabéu le aplauda cuando sale del campo. Algo que al Barça le ocurre, como mucho, una vez cada década. En todo caso, es el primer español ante el que se rinde el templo blanco. Antes, sentaron su trono en el anfiteatro de la Castellana Johan Cruyff (1974), el Pelusa Maradona (1983) y Ronaldinho (2005).

Algo deben tener estos partidos, porque la aparente sangre de horchata del autor del gol más importante de España (aquel derechazo ante Holanda que le dio el Mundial 2010) parece la de un depredador. Le quitó las telarañas a la escuadra de Keylor Navas en el tercer gol culé. No empujaba la pelota más allá de la raya desde el 23 de marzo del 2014. También fue en el Bernabéu, en otra noche de triunfo blaugrana (3-4). "Es patrimonio de la Humanidad", zanjó su entrenador, Luis Enrique, después de la exhibición del jugador manchego el pasado sábado.

Más allá del fútbol

  • hombre discreto

  • Además del negocio vinícola familiar, Iniesta está implicado en actividades solidarias. Colabora en al menos nueve proyectos con diferentes ONG. Incluso se comercializan juegos online solidarios como Inestrivial o Inestoques, basado en su biografía.

  • Cuando llegó a Barcelona con 12 años lloraba por estar lejos de su familia. Y porque le gustaba más el Real Madrid. "Me hice del Barça porque son los colores que defiendo ahora", confesó con la misma flema y calma con la que lo vive todo.

Quienes le tienen cerca dicen que Andrés Iniesta ha entrado en la verdadera madurez y que aún tiene que aportar lo mejor de su chistera balompédica. "Hace lo mismo con 31 años que cuando tenía 8 y le llevé a hacer las pruebas con el Albacete", recordaba su padre, José Antonio, hace unos días. Por algo el jugador suele repetir que "lo importante no es el éxito sino el camino".

Parece que aún no hay límites para su fútbol de motor diesel (653 partidos, 65 goles, uno cada diez encuentros), su capacidad para dar asistencias de gol y su precisión: el sábado incluso superó ese promedio del 90% de pases acertados que indican sus biógrafos (fueron 66 de 69 envíos).

Tampoco se equivoca cuando toma la palabra. Habla bajito, poco y con ritmo monocorde. Pero nadie le recuerda una metedura de pata, ni una sobrada. Ni siquiera cuando la periodista Sara Carbonero le preguntó por error si le hubiera gustado tirar un penalti en la tanda de la Eurocopa de 2012 contra Portugal. "De hecho, tiré el segundo", respondió como disculpándose.

Todo a su alrededor parece apelar a una madurez muy temprana. La de aquel niño que salió de su pueblo albaceteño de Fuentealbilla con 12 años camino de la Massía del Barcelona. Su padre, un humilde albañil, confiaba tanto en el chaval que ahorró tres meses para comprarle las mejores botas posibles. "Me costaron más de 20.000 pesetas", confiesa en el documental biográfico Iniesta de mi vida. El título apela al grito que dio un comentarista cuando su remate meció las redes de la meta de Holanda en la final de Sudáfrica.

Su dependencia de la familia le llevó a rechazar al principio la oferta de la elitista escuela de fútbol barcelonista, mientras su padre superaba el ataque de ansiedad por dejarlo solo a 600 kilómetros de casa. Para poner una red laboral en caso de fracaso, José Antonio montó una bodega familiar a principios de los 90. Los triunfos del hijo han convertido a Bodegas Iniesta en un emporio de 120 hectáreas que da mucho trabajo en Fuentealbilla. Desde noviembre, también se pueden degustar sus caldos en su tienda de Barcelona.

Curarse con los pies

Con los años y los altibajos del fútbol, solo otra vez estuvo al borde de cuestionarse todo: cuando murió de una afección cardíaca Dani Jarque, jugador del Espanyol que se había formado con él en la Massía. Iniesta conjuró aquel fantasma con los pies. Tras meter ese ya archifamoso gol en Johannesburgo, 3.500 millones de espectadores se preguntaron quién era el jugador que aparecía en su camiseta interior: "Dani Jarque. Siempre con nosotros".

Ni los 200 millones de euros de cláusula de excisión de su contrato, ni la nominación como único español que aspira al Balón de Oro este año, le han hecho caer en las veleidades de las estrellas. La única coquetería que se permite es una permanente exhibición en las redes sociales, aunque solo ayuda a reafirmar su normalidad. Ahí se asoman él y su mujer, la diseñadora de interiores catalana Anna Ortiz, tan chica de barrio como él. Y con el tiempo han incorporado a sus hijos, Valeria (3 años) y Paolo Andrea (seis meses). Al pequeño le dedicó su gol el sábado con el dedo pulgar en la boca. Después de perder en 2014 a un bebé en avanzado estado de gestación, el jugador vuelve a conjurar sus fantasmas hablando en el campo.

Seguirá sin poder celebrar su cumpleaños en mayo. "Siempre coincide con alguna semifinal y lo vive tan intenso que se olvida", admite su abuelo materno, Andrés Luján, que ha convertido su bar del pueblo en la capilla sixtina del iniestismo. Recorta y pone en paneles todo lo que se publica sobre él. Con el empujón que el deportista ha dado a su carrera, el abuelo Luján espera exhibir este año la foto del trofeo 30. Solo le faltan 3.

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