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La historia de la Liga, entre barbas

La historia de la Liga, entre barbas

La tendencia hipster entierra el boom metrosexual y devuelve a los futbolistas a principios de los ochenta

Héctor Esteban

Viernes, 10 de abril 2015, 11:52

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La vida es lo que pasa entre el antes y el después de la metrosexualidad dictatorial de David Beckham. El inglés no creó escuela en el césped -nadie puede discutir que fue un muy buen jugador- pero mostró el camino de multiplicar por mucho los euros de los derechos de imagen. Le dio al fútbol el glamur necesario para que la publicidad fuera más rentable que centrar desde la banda derecha. La metrosexualidad fue una tendencia en la que el pelo y el vello quedó desterrado del cuerpo humano. Hoy, Cristiano Ronaldo es el único que desliza reminiscencias de aquellos cuerpos dominados por las mechas y las cremas corporales.

La historia se escribe entre barbas. Tendencias de sube y baja. Con los futbolistas como modelos de peinados imposibles y atributos varoniles para darle al pelo la importancia que se merece. En la década de los ochenta el fútbol español se nutría de tipos recios, con barbas frondosas y bigotes modelo Arteche, que sólo citarlo obligaba a poner tibias y peronés a cubierto.

"Era una época en la que ya se había superado el boom The Beatles, que con un peinado de melena lacia generó la explosión de las peluquerías unisex. Una vez se solvidó todo aquello se volvió a esa barba asalvajada, mucho más natural, sin marcar. Típica de leñador". La explicación la da Hugo, propietario de La Barbería de Hugo, que desde el barrio de Tres Forques de Valencia destila ese aroma americano de los barberos de navaja pese a sus 27 años.

En los ochenta, la retaguardia del Sporting de Gijón la guardaban Redondo y Jiménez, dos barbudos que imponían el respeto suficiente para que muy pocos se aventuraran a husmear en el área de Castro, el malogrado hermano de Quini que se dejó la vida en la playa cantábrica de Amió cuando se lanzó al agua a salvar a dos niños.

Tipos como Sandokan Juan José alejaron el glamur del Bernabéu para llevar la chirigota. Otros como Castellanos soportaron temporada tras temporada música de viento en Mestalla con la titularidad como tarjeta de presentación por encima de la grada. "Yo la barba me la dejé porque me pegaron una patada en la cara y me dieron 13 puntos. Fue cuando jugaba en el Granada. A mi novia le gustó y nunca me la quité", contó a LAS PROVINCIAS en la última visita del Valencia a Granada. Castellanos, tan delgado como siempre, luce su insignia bañada por la plata de las canas.

En Pucela, los fríos a la orilla del Duero provocaba hasta el abrigo de las mejillas, como bien sabían Richard y García Navajas. Este último, antes de recalar en Zorrilla formó parte del Real Madrid de los Garcías -subcampeón de Europa en 1981- donde coincidió con García Hernández y García Cortés, que se marchó junto a su poblada barba al Zaragoza.

En la delantera, la barba de Brizzola todavía se recuerda en Sevilla, Salamanca y Coruña -incluso jugó en Gandia- mientras que el paraguayo Neri, con sus rizos alocados y una barba frondosa, daba color a la Liga en el Elche. Fue más espectacular su pinta que su juego. Colgó las botas en el Dénia.

Fueron tiempos donde la calvicie de Capó era un sobresaliente antiestético. En el que Meléndez dejaba crecer su bigotón calentando banquillo acunado por Clemente. Y en el que Theo Custers, aquel portero belga del Espanyol, rendía homenaje con su mostacho al general Custer.

En ese once de leñadores de principios de los ochenta había un nexo de unión con la pandilla de hipsters que pueblan la Liga española a la orden de la tendencia. En el Atlético de Madrid jugaba de portero Pereira, el héroe de la final de Heysel para el Valencia, que se buscó las habichuelas en el Calderón ante la irrupción de Sempere y Bermell, dos tipos de cutis fino. Hoy, en el once de barbudos hipsters, Moyà ocupa la meta con una historia muy parecida a la de Pereira pero sin la gloria del penalti de Rix en Bruselas. El balear nunca tuvo suerte en Mestalla.

"Las barberías han resurgido. Con peluquerías exclusivas para el caballero. Con un ambiente distinto alejado del modelo de mujer y el unisex. Yo doy cita exacta. Uno viene y se va. Sin necesidad de coincidir con nadie más. Con el ritual del afeitado americano. Con barbas y cortes de pelo muy marcados", señala Hugo, que se aleja del modelo asalvajado de los ochenta. La barba Harden, por el jugador de la NBA James Harden, es el modelo a seguir.

La Liga se ha plagado de hipsters. De futbolistas que han encontrado en la barba una nueva forma de vida. Hasta Beckham, el totem metrosexual, ha claudicado ante la vorágine del pelo.

Referentes de imagen

Los futbolistas son ahora mismo el espejo de millones de ciudadanos. El reclamo para el auge de un negocio. En este caso, el de las barberías y peluquerías de caballeros, que viven la nueva juventud que les permiten las rayas surcadas en el pelo con una marca casi a fuego y unos barbas que necesitan de un permanente arreglo. En el Valencia, el delantero Álvaro Negredo es la imagen de ese nuevo modelo varonil. Adornando la oda al pelo con una amplia selección de tatuajes. Un modelo -al de la barba- al que se ha apuntado a tumba abierta un Otamendi como una menestra de estilos de difícil catalogación. Su pareja de baile en el eje de la defensa, el alemán Mustafi, la lleva pero alejado de las estridencias.

En el Real Madrid, abanico de estilos, Sergio Ramos marca la pauta con tipos como Carvajal al que los partidos en Primera le han hecho abandonar la timidez para los excesos estilísticos. Ramos, que en su día floreció con el cabello lacio bajo el paraguas de la metrosexualidad de Guti, se hizo mayor con barba. El centrocampista, por su parte, probó con una perilla de oxigenada naturalidad y de difícil aceptación.

La diferencia de historial se nota hasta en la barba de los modestos, donde tipos como Crespo, lateral izquierdo del Córdoba, son un quiero y no puedo en ese glamur de la corriente hipster. La del turco Arda Turan es también sin duda una de las barbas más famosas de la Liga. Quizá la mantenga como signo de solidaridad hacia sus compatriotas del Genclerbirligi, que multa a sus jugadores por llevar barba. Sanciones de hasta 8.800 euros al mes. Dictaduras como las que aplicó el argentino Passarella contra el pelo largo, lo que le costó el cisma con Fernando Redondo.

"Todo es cíclico. Seguro que con el paso del tiempo se volverá otra vez a una barba más cómoda", cuenta Hugo, que defiende el cuidado del pelo en la cara, con un toque más marcado y alejado del asilvestramiento del vello de principios de los ochenta. Una higiene básica para combatir las hasta 20.000 bacterias que dicen que se pueden acumular en una barba descuidada.

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