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Simeone, durante la final de la Liga de Campeones.
Simeone, ¿el fin de un ciclo?
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Simeone, ¿el fin de un ciclo?

El entrenador del Atlético, abatido tras perder su segunda final de Champions, reflexiona sobre su continuidad en el club

Javier Varela

Lunes, 30 de mayo 2016, 02:13

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Siempre han defendido los aficionados rojiblancos que ser del Atlético es una religión. Debe ser cierto, porque minutos después de perder la tercera final de Champions de su historia y la segunda en tres años, no se escuchaban lamentos, más allá de los lógicos por el dolor de la derrota, sino palabras de ánimo, de fe, de esperanza. «Volveremos a otra final y la ganaremos», le decía un padre a su hijo con los ojos vidriosos de su último atracón a costa de su religión.

Menos optimista, o al menos con menos fe, se mostró Diego Pablo Simeone tras la derrota. Triste, con la mirada perdida y con las palabras atascadas en la garganta. Era la estampa del líder de la manada que parece haber dicho basta, que se rinde, que parece que no puede más, que no tiene fuerza para seguir y que está pensando si deja a sus discípulos a su suerte.

«Perder dos finales de Champions es un fracaso», reconocía el argentino minutos después de quedarse a las puertas de la gloria por segunda vez en 735 días. «Es el momento de pararse a pensar», dejó en el aire. Unas palabras que sonaron a despedida y que tambalearon los cimientos de sus 'feligreses' mucho más que aquel gol de Sergio Ramos en Lisboa o el penalti de Cristiano que les devolvía al limbo de los justos en Milán: «Del segundo no se acuerda nadie», se lamentaba Simeone rumiando aún la derrota. «La gente esperaba que cambiase la historia y no la pude cambiar. Me duele mucho. Algo falló y soy el máximo responsable», reflexionaba en voz alta el argentino, como si no pudiera dejar de flagelarse por no haber hecho feliz a su parroquia.

Simeone ha cambiado la cara a este Atlético desde el mismo día que llegó -el 23 de diciembre de 2011- al banquillo rojiblanco. Se encontró a un equipo derrotado, abatido, rozando de nuevo el abismo y con sensaciones parecidas a las que no hacía mucho les había condenado al infierno de la Segunda. Aquel día comenzó una nueva religión en el Vicente Calderón que se resume en la pancarta que se veía en el fondo de la afición atlética en San Siro: 'Tus valores nos hacen creer'. Esfuerzo, trabajo, sacrificio, solidaridad, compañerismo, equipo, grupo. Unas palabras que convirtieron a este grupo en un equipo.

Los resultados empezaron a llegar y se conquistó una Europa League, una Supercopa de Europa, el equipo se metía en Champions, se ganó una Copa del Rey al Real Madrid, una Liga, Supercopa de España., pero el premio gordo era conquistar la Champions, la guinda que Simeone quería poner en el altar para entrar por la puerta grande del cielo rojiblanco, si es que no le está ya. Y todo ellos «reinventándose todos los años», con jugadores de ida y vuelta y luchando ante dos gigantes en España como Barcelona y Real Madrid.

Las dos decepciones del equipo pesan como una losa en la mente de Simeone. Tiene contrato hasta 2020 y hasta hace unas horas nadie, o muy pocos, podían imaginarse un Atlético sin Simeone en el banquillo. Sus propios jugadores, en palabras de Tiago, creen «que seguirá la próxima temporada», pero suena más a deseo que a realidad. El Atlético llegó a Milán con el objetivo de sacarse la vieja espina que tenía clavada desde 1974 y que se había hundido un poco más hace dos años en Lisboa, pero la sensación es que sale de Milán con la herida abierta, supurando, desangrándose y sin un cirujano en el quirófano capaz de cerrarla.

Decía Simeone cuando el Atlético conquistó la Liga que si se cree, y se trabaja, se puede. Parece que, de momento, el argentino ha dejado de creer.

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