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Alejandro Valverde. efe
A Valverde le cuesta menos pedalear que andar

A Valverde le cuesta menos pedalear que andar

Sigue su meteórica recuperación tras romperse la rodilla en el Tour y ayer rodó con su compañeros de la Vuelta

J. G. P.

ALICANTE.

Martes, 29 de agosto 2017, 00:14

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Cuando en los años ochenta Eusebio Unzúe vino por primera vez al Huerto del Cura, un hotel de Elche, dirigía el equipo Reynolds y el establecimiento estaba a las afueras, sin casas cerca. Hoy es el mánager del Movistar y el establecimiento, rodeado de edificios, parece haberse trasladado al centro de la ciudad. El Movistar, tras la caída de Betancur, se ha quedado sin líder. Aunque ayer, durante la jornada de descanso, tuvo uno: Alejandro Valverde se acercó desde Murcia para rodar con sus compañeros. Ya puede. «Me he recuperado antes de lo que pensaba», comenta. No hace ni dos meses que se partió la rodilla, el tobillo y se abrió la tibia al chocar contra las vallas de la contrarreloj inicial del Tour de Francia. «Es tan rápido para curarse como para correr», certifican en el equipo. Valverde, de 37 años, aún se siente un chaval.

Nació para ser ciclista. «No ha engordado ni 200 gramos», apuntan. Mantiene el tipo pese al largo mes de inactividad. «Eso fue lo que más me costó, el no hacer nada». Inquieto. Ardilla. En cuanto pudo doblar la rodilla 90 grados se metió en la piscina. Allí le esperaba, sumergida en el agua, una bicicleta. «Empecé a pedalear antes que a andar», señala. La mirada se le baja a la pierna izquierda: dos cicatrices le perfilan la tibia; la rodilla, aún inflamada, está anclada con tornillos.

«Molesta, pero, bueno, ya he hecho algún día 80 kilómetros». Feliz. A la calidad genética de su organismo, Valverde ha unido su voluntad para regresar cuanto antes. «Mi idea es recuperarme al cien por cien y volver a competir el año que viene. Ya casi todo lo hago con normalidad». La caída en el Tour fue el 1 de julio. Luego vino el quirófano. Después, la espera. Y, al fin, la rehabilitación. Intensa: «Seis, siete u ocho horas al día».

Así las relata: «Empezaba a las nueve de la mañana en el hospital con los fisioterapeutas. Tras esas dos horas me hacían las curas. Volvía a casa, iba a la piscina. Y de cinco a nueve de la tarde, más rehabilitación, magnetoterapia... También me llevaba la 'magneto' a casa los fines de semana para acelerar la soldura del hueso. Y en cuanto ya pude mover la rodilla, empecé con la gimnasia». Mientras lo cuenta, al caminar le bailan las fibras musculares de sus piernas. Tensas. Perfectas.

Valverde tiene otra ventaja. Su mente pasa página en un chasquido. Sin lamentos. Al Tour que se le terminó el primer día llegó tras su mejor primavera y en plenitud. Por eso, salió «al límite» en aquella contrarreloj de Dusseldorf. «Estaba marcando los tiempos de mi compañero Castroviejo, que estaba a la altura de Froome. Eso es que yo iba muy bien. En la curva entré rápido, al límite. Pero no sabía que se había caído allí una moto. Dejó restos de gasolina o de aceite. Eso es lo que pasó», cuenta.

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