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Anna Cruz posa.
«A los 11 años me dijeron que con el baloncesto no me iba a ganar la vida»
Entrevista

«A los 11 años me dijeron que con el baloncesto no me iba a ganar la vida»

campeona de la WNBA

Javier Bragado

Sábado, 21 de noviembre 2015, 01:02

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Anna Cruz (Barcelona, 27-9-1986) es una estrella tardía. A pesar de su extraordinaria velocidad para recorrer el parquet, ha alcanzado sus éxitos con un tiempo más pausado, porque hasta los 27 años no se colgó una plata mundial y en el verano siguiente se colocó el anillo de subcampeona de la espectacular liga norteamericana femenina. «Quizá el hecho de ir a la WNBA como 'rookie' (novata) con 27 años no es lo más normal, pero a mí me parece que perfecto que llegue ahora», reconoce la catalana en uno de los pocos momentos de descanso de la selección española de baloncesto antes de partir hacia Suecia para diputar un partido de clasificación para el Eurobasket.

El secreto del éxito de Anna Cruz no está en sus manos o en sus piernas predispuestas para el atletismo, sino en su tesón y en su ambición. Desde que debutó en Estados Unidos su vida se reparte entre el Nadezhda, las Lynx y la selección española. Los familiares y amigos deben buscar un hueco porque Cruz no piensa renunciar. «Realmente es que no puedes parar. Siendo una jugadora, te llegan estas ofertas, te llama Minnesota, ¿cómo le dices que no?», señala la catalana, que actúa de base en el equipo ruso y de escolta en la selección española. «Firmaría cada verano tener todos estos éxitos y quedarme sin vacaciones. Sí que es verdad que al final habrá un momento en que el cuerpo diga 'hasta aquí' y necesite parar, pero mientras pueda seguir hacia adelante y empalmar competiciones no me voy a cerrar opciones», asegura sin esconder una nostalgia palpable de su tierra.

La barcelonesa ha labrado su éxito como una hormiga por diversos equipos de ámbito nacional y en convocatorias de la selección que acabaron con la vuelta a casa al ser 'cortada'. Parecía que se iba a quedar parada en el penúltimo escalón. Pero Cruz no redujo sus pretensiones y se incorporó a la segunda línea para empezar a colgarse medallas. Con 23 años participó del bronce español del Eurobasket y un año después en el tercer puesto mundial. Finalmente, la jugadora exterior dio un paso adelante y cambió su papel de reserva estimulante por el de manejar el destino con la pelota. Entre verano y verano se aplicó con el Nadezhda de Orenburgo (Rusia), ayudó en la increíble plata mundial del grupo de Mondelo y una canasta contra Montenegro abrió las puertas al bronce en el Campeonato de Europa de 2015.

Sin descanso, cruzó el océano Atlántico para conquistar una plaza inesperada. «Para nada me esperaba jugar tanto en la WNBA. Una vez terminé con la selección fui a ver qué pasaba, a cambiar del chip, no era descabellado que estuviera de palmera», confiesa con una sonrisa sobre su aterrizaje en las Lynx de Minnesota. «En cuanto llegué allí la entrenadora me dijo en la primera reunión que tuve con ella que iba a ser la sexta o la séptima jugadora, pero que iba a entrar en la rotación. Luego tuvimos una serie de problemas de lesiones de jugadoras importantes y terminé siendo titular en algunos partidos», rememora la segunda española que ha conseguido un anillo de la WNBA.

La venganza

Tampoco Cruz está acostumbrada a los focos. Al fin y al cabo, la colección de medallas era impensable en esa época en que decidió el deporte de su vida. «Cuando era pequeña hacía atletismo y siempre iba a carreras de resistencia de 1.500 metros. Nos obligaban a ir con el colegio. Ahora me hace gracia porque el entrenador me dijo en su día cuando era una niña de 11 o 12 años: 'Tú apúntate a atletismo'. 'Yo ya hago baloncesto', contesté», recuerda. «Tuvieron una reunión con mis padres y les dijo: 'Con el baloncesto no se va a ganar la vida'; Y mira, me gustaría decirle ahora...», explica Cruz sin terminar de verbalizar la venganza de quien ha conquistado la mejor liga profesional del planeta y el subcampeonato del mundo por selecciones.

Después de tantos sacrificios la trotamundos jugó 20 minutos en el último partido de una serie final de la WNBA y anotó un par de canastas. Entonces la felicidad resumió su venganza y su carrera: «Es verdad que antes de jugar el quinto partido de la final, el último, te acuerdas de los malos momentos, de lo mal que lo has pasado, de que has llegado a alguna final y no la has ganado, de las veces que has ido a la selección y has sido el descarte. Piensas que si ganas esto todo ha tenido sentido y todo tiene su recompensa».

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