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Atletismo

Ruth Beitia: una novela, un ipod y una sonrisa

La chiquilla cantarina y sonriente se convirtió en una mujer de éxito y muy respetada. Pero jamás perdió su esencia y esa es su verdadera grandeza

Fernando Miñana

Jueves, 19 de octubre 2017, 00:27

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Al final no me pude aguantar y me giré. ¿Quién demonios era la chiquilla esa que no paraba de cantar en el asiento de atrás? «En los mapas me pierdo. Por sus hojas naveeego. Ahora sooooopla el viento...» Era una chica flaca y larga como un lapicero. No tenía más de 20 años e iba en el autobús con las rodillas clavadas en mi respaldo y cantando como si estuviera en La Voz. «Hola», me dijo sonriente mientras se arrancaba los auriculares de las orejas.

No volví a verla hasta que, después de cenar, en el hotel del València Terra i Mar, subí a mi habitación y me la encontré en el pasillo, sentada sobre la moqueta, con los ojos clavados sobre un libro. «Niña», le corté. «¿Qué haces ahí?». Ruth levantó la vista, sonrió y se explicó. «Es que me encanta leer antes de dormir y en la habitación, con la luz, molesto a mi compañera».

Aquella atleta me cayó simpática y creo que al día siguiente ya íbamos juntos en el bus camino de las pistas. Ruth cargaba siempre con un iPod repleto de canciones y dejaba la mochila, con su osito 'Nico', en el suelo. De vez en cuando te enchufaba un auricular en la oreja y, con su habitual entusiasmo, te decía «escucha, escucha».

El ritual se fue repitiendo mientras íbamos coincidiendo en campeonatos y más campeonatos. Aquella saltadora era capaz de compartir una canción, bajarse del autobús, batir el récord de España, subirse al autobús y seguir hablando de Amaral. Como si nada. Así la educaron sus padres y así la moldeó Ramón Torralbo, su entrenador, su 50 por ciento.

La humildad marcó su camino desde el primero hasta el último de los días, cuando se presentó con una camiseta del Torralbo's Team -más que un club, un guiño cariñoso a su entrenador y una burla inocente para aquellos que no quisieron pagar unos euros de más por la mejor atleta española de todos los tiempos- y su cola de caballo para decir que se acabó.

La gente se ha enamorado de la penúltima Ruth Beitia, la de la olimpiada dorada entre Londres y Río donde una medalla de oro sucedía a otra, hasta que llegó el título olímpico que coronó una carrera larga y prolífica. Pero la santanderina, cántabra de los pies a la cabeza, es mucho más que eso.

Beitia ya ganaba medallas, abundantes, antes de su propina deportiva, la que vistió como un cuento para los medios, con esa inteligencia que disimulaba tras la risa fácil y la verborrea. Y ahora, en la revisión de su carrera, parece que todo acabó en Río tras su discreta actuación en el Mundial de Londres el pasado verano, cuando las molestias físicas en varias partes de su cuerpo apenas le dejaban saltar.

Pero en Londres se vio a la persona excepcional que adoran sus amigos y a la capitana que respetan e idolatran sus compañeros. Ruth Beitia solo fue una comparsa en ese Mundial, pero dejó dos detalles que hablan de su grandeza. La IAAF le concedió un premio al Juego Limpio por el detalle que tuvo con Alessia Trost, la italiana a quien consoló, dándole caricias y palabras de fieltro, tras fallar en la clasificación.

El público de Londres, además, también premió su historial y su actitud, no solo ejemplar, sino alegre y casi festiva en la pista, poniéndose en pie para despedirla. ¿No vale eso mucho más que la más preciada de las medallas? Ruth, una persona generosa que ha donado todas sus medallas a Santander y Cantabria, será recordada siempre como una atleta monumental, claro que sí, pero también como la chica que abrazaba afectuosamente a todas las rivales, que sonreía mientras movía sus dedos de pianista antes de cada salto, y que acataba las derrotas con señorío.

Pero Ruth también es mucho más que eso. Ella también es la hija que tiene a Aurora Vila, su madre, como su modelo vital. Y la persona que hace feliz y mejores a los amigos que la aprecian. Ese es un don tan valioso como saltar muy alto. O la profesional que se esfuerza para que se reconozcan los méritos de su entrenador; la que paga los billetes de avión para que su 'loquera', la psicóloga Toñi Martos, disfrute cerca de ella de los triunfos, y la que nunca tuvo la tentación de dejar a su representante, su amiga y su inseparable compañera de viajes, y de tiendas, Julia García.

Hace unas semanas, disfrutando de unas vacaciones agridulces, feliz por estar en agosto de parranda pero triste porque la despedida era inevitable, se subió al escenario junto a Nacha Pop, que actuaba en Santander, y se puso a cantar 'La chica de ayer'. Por un momento me recordó a la niña que conocí en el autobús y aquello me enterneció.

Pero ayer todo se vino abajo. La despedida de Ruth Beitia representa el adiós de la (casi) última de su generación, que es la que más he conocido yo, y los 20 años que he pasado cerca de ella me han caído de golpe. El atletismo, para mí, seguirá siendo algo maravilloso, el rey de los deportes, pero ya nunca volverá a ser lo mismo sin ella, sin Ruthy, ahora ya la chica de ayer.

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