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ENRIC GARDINER
Jueves, 19 de octubre 2017, 00:20
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La historia de Ruth Beitia con el atletismo es la de una rara avis que con el paso de los veranos mejora y mejora sus prestaciones hasta convertirse en imbatible. Una suerte de Benjamin Button sobre el tartán que, como todo en el deporte, tiene fecha de caducidad. La suya ha llegado a los 38 años, tan solo uno después de proclamarse campeona olímpica de salto de altura en Río de Janeiro, una disciplina en la que no tuvo predecesora en España y en la que tampoco se le intuye una heredera nata. «Han sido muchos años de trayectoria en los que hemos puesto el cuerpo al 100% en muchas ocasiones y al límite en otras», reconoció Beitia ayer en su casa, Santander, y arropada por Ramón Torralbo, su «media naranja deportiva». Definitivamente lo deja, asolada por las lesiones.
Le respetaron durante casi dos décadas de viaje por las mejores pistas del planeta, pero que se han cebado con ella en 2017. Especialmente en los seis últimos meses, en los que ha sufrido dolores en el hombro y problemas en las vértebras y en el sóleo que le impidieron afrontar con garantías el Mundial de Londres, aunque finalmente consiguió colarse en la final. La propia Beitia confesaba hace un mes que detrás de este calvario podría encontrarse una artritis y que tenía «antecedentes familiares», pero finalmente se ha descartado este diagnóstico.
«Con 38 años soy consciente de que el deporte ha sido muy generoso con nosotros», aseguró la saltadora en su despedida; y añadió que, pese a que de entrenadora no vale, seguirá «vinculada a la Federación Española de Atletismo y estudiando psicología». Y eso que ya es fisioterapeuta, técnico en actividades físicas y animación deportiva, además de haber sido diputada del Partido Popular en el Parlamento de Cantabria. Con organización, una de sus máximas en la vida, puede hacer lo que se proponga.
La historia de Ruth Beitia con el atletismo escribió en el pasado Mundial su último capítulo, pero para leer el primero hay que remontarse 30 años atrás, cuando conoció a Ramón Torralbo, entonces entrenador de sus hermanos. Ahí comenzó una relación entre ambos que a día de hoy se mantiene «sin una sola discusión», según ellos cuentan. De la mano del técnico, Beitia fue moldeándose como atleta en una disciplina sin tradición en España, el salto de altura. Apoyada en unas condiciones físicas privilegiadas para su práctica -mide 192 centímetros, pesa apenas 71 kilogramos y posee una agilidad increíble- y una ética de trabajo inmaculada, la joven santanderina fue quemando etapas en las categorías inferiores hasta batir su primer récord nacional en 1998, con apenas 19 años. Lo hizo en Lisboa, superando el listón en 1,89 metros, donde comenzó a hacerse un nombre en el mundillo del atletismo.
Las medallas internacionales, no obstante, le llegaron con la madurez bien alcanzada. En 2005, cumplidos ya los 26, se subió al podio por primera vez: un oro en los Juegos Mediterráneos de Almería. A esta presea le siguieron dos bronces en sendos Mundiales (2006 y 2007), dos platas en otros tantos Europeos (2009 y 2011), y una más en otro Mundial (2010), todas bajo techo. Superada la treintena llegó su verdadera consagración, aunque para entonces ya había establecido el que actualmente es el récord de España: 2,02 metros en San Sebastián, allá por 2007. En 2012 logró colgarse su primera medalla de oro en el Europeo al aire libre, título que nadie le ha logrado arrebatar todavía puesto que lo revalidó en 2014 -cuando también se hizo con el bronce en el Mundial bajo techo- y 2016, su año mágico. Una temporada que completó con una plata en el Mundial de pista cubierta, su segunda Diamond League consecutiva y el broche de su carrera, la medalla de oro en los Juegos de Río . Y en este accidentado 2017 aún tuvo tiempo de colgarse la plata en el Europeo bajo techo de Belgrado. En total, 16 preseas que le sitúan como la mejor atleta española de todos los tiempos.
Las reacciones tras el anuncio de retirada no se hicieron esperar en la jornada de ayer. «Siento que Ruth nos abandone, pero creo que lo ha conseguido todo y soy feliz por haber compartido todas esas experiencias y éxitos», confesó su entrenador de siempre, Ramón Torralbo: «Se despide la mejor atleta española de todos los tiempos».
Una opinión que comparte también el presidente de la Federación Española de Atletismo, Raúl Chapado: «Sin duda se retira la más grande de nuestra historia. Un ejemplo dentro y fuera de las pistas que ha dignificado el atletismo e inspirado a muchas niñas y niños». Ramón Cid, director técnico de la Federación, incluso bromeó: «Es una excelente atleta, buena amiga, agradecida, comprometida con la selección. Y además canta bien».
Alejandro Blanco, el presidente del Comité Olímpico Español, calificó a Beitia como «una leyenda del deporte nacional» y añadió: «Es una persona excepcional a la que le tengo gran admiración. Es una referencia, una joya».
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