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Fran Martínez posa frente a los dorsales de sus grandes retos.
El profesor que se enfrenta al desierto
AVENTURA

El profesor que se enfrenta al desierto

Fran Martínez lleva desde septiembre preparando la Marathon des Sables, una dura carrera en que la organización sólo facilita agua racionada y una tienda donde dormir

Moisés Rodríguez Plaza

Viernes, 15 de junio 2018, 10:49

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Fran Martínez acaba de cumplir los 40. Trabaja de profesor de Educación Física en el mismo centro de Moncada en que cursó sus estudios. Corre desde los 33 años, edad a la que decidió colgar las botas tras una dilatada trayectoria de trotamundos por la Regional Preferente, categoría en la que defendió las camisetas de Foios y Vallbonense, entre otros clubes. «Creo que ahora tengo mejor condición que cuando jugaba a fútbol», asegura. Le encanta viajar, las carreras por la montaña y, sobre todo, los retos. Y justo ese es su plan para estas vacaciones de Semana Santa.

LA MOCHILA

  • Alimentación. Alimentos liofilizados para cocinar por la noche, barritas, suplementos, frutos secos y jamón envasado al vacío.

  • Primeros auxilios. El más espectacular, un extractor de veneno. Agujas para pinchar ampollas, cremas y antisépticos, entre otros.

  • Utensilios. Un frontal, un espejo o un saco buscado de forma minuciosa para que ocupe el mínimo espacio posible.

Este sábado y domingo ha aprovechado para acabar la maleta. Desde hoy y hasta el miércoles, impartirá clases. Y después, rumbo a Barajas y luego a Marruecos para abordar una de las carreras más bestiales del mundo: la Marathon des Sables, con 42 españoles inscritos. Se trata de un, literalmente, 'destrozapies' de 240 kilómetros por el desierto. Los participantes han de tener condición física y capacidad de supervivencia simplemente para acabar. La organización les suministra el agua medida al mililitro, en los avituallamientos y al final de la etapa. Los participantes han de usarla para asearse, cocinar y no deshidratarse, algo que está penalizado: los asistentes aplican suero en vena un máximo de dos veces, a la tercera, el corredor queda fuera de carrera.

Las condiciones extremas motivan a este licenciado en Educación Física. «Esta es otra forma de viajar y, si no lo hago ahora, ya no lo haré nunca», afirma: «He mirado por internet fotos de cómo quedan los pies... tienes uno 80% de posibilidades de tener ampollas, el tema es poder convivir con ello: impedir que entre arena en las zapatillas y tratártelo para que cicatrice al máximo por las noches».

Fran muestra con su tableta los planos de las seis etapas de las que apenas se adivina la orografía. Supone que es por motivos de seguridad ante la posibilidad de un ataque terrorista: el rally Dakar adoptó por este motivo la decisión de trasladarse a Sudamérica. «No quiero asustarme... Nos han dicho que estaremos custodiados por la guardia de Mohamed VI y la organización tiene 30 años de experiencia», señala.

Aspira a que el dorsal 610 esté dentro de unos días colgado en las puertas del armario empotrado donde exhibe otros de sus principales retos. Entre ellos, dos del Mont Blanc: «La primera vez tuve que abandonar, la segunda, acabé». Y ese es su objetivo en el Marathon des Sables, la carrera que arranca este viernes: «Son seis etapas. La más dura es la denominada etapa maratón, que creemos que tendrá unos 100 kilómetros. No me asusta porque estoy preparado para ello. La última ya es más normal, 42 kilómetros, que es la distancia del maratón».

Lo asume con naturalidad y le encanta hablar de ello. Lleva preparándose desde septiembre, con un plan que diseñó él mismo. Cada mes ha corrido una carrera de montaña y se ha entrenado con una mochila cargada con ocho kilos en paquetes de arroz: «Los fines de semana voy a casa de mi hermana, entre Gandia y Dénia hay 20 kilómetros de playa. Pero a veces aprovecho el tiempo de la comida. Hay días que sales dos horas y luego dices: ¡qué poco he hecho hoy!».

Ha tenido que acostumbrarse al peso, pues la organización del Marathon des Sables sólo proporciona agua, y racionada, y una tienda donde pasar la noche. El resto, ha de portarlo el propio corredor: desde el saco de dormir hasta un mínimo de 2.000 calorías diarias de alimento, así como ciertos enseres obligatorios de primeros auxilios, entre ellos un extractor de veneno. «Eso me acojona, que me pique un escorpión en medio del desierto», afirma Fran, que ha llegado a dormir en el salón de su casa para aclimatarse a lo que serán las noches entre una etapa y otra.

También espera con impaciencia poder charlar en el campamento con el atleta Chema Martínez: «Me lo encontré entrenando por el viejo cauce y le dije: 'En un mes nos vemos'. Él me respondió que ya charlaríamos después de alguna etapa. Tengo ganas de preguntarle muchas cosas».

Lo dice como uno de sus alumnos con zapatos nuevos. Con la ilusión de un niño. Su particular juguete, eso sí, le ha costado un pastón: 5.000 euros sólo en la inscripción para la carrera, a lo que hay que sumar los billetes de avión, el material que llevará en la mochila y los 200 euros que ha de llevar encima como uno de los requisitos de la organización. «He ahorrado para ello. No fumo ni tengo otros vicios, y es algo que quiero hacer», comenta Fran, quien por ello no ha buscado patrocinios para su reto: «Hay gente que lo hace por alguna acción benéfica, o que se busca un espónsor. No me lo he planteado porque es algo que quiero hacer yo y me lo quiero pagar yo».

Aún no ha completado la Marathon des Sables y ya piensa en el siguiente reto: Tor des Geants, un trail de 330 kilómetros y 24.000 metros de desnivel en una semana. «Eso sí es una locura», afirma Fran Martínez, quien definitivamente confiesa que correr por la montaña es lo que definitivamente le apasiona: «Sólo con ver los paisajes ya te lo pasas bien».

Eso sí, tiene una espina clavada: quiere pisar un podio en alguna carrera. «Lo he hecho bien en muchas, pero es algo que no he logrado y lo tengo pendiente», asegura. Luego desvía la mirada hacia una estantería. Allí hay un pequeño trofeo. Pertenece a Natalia, su hija. «Ella lo consiguió en una carrera de tres kilómetros y yo no he sido capaz todavía. Eso me motiva aún más», bromea. De momento, sigue ultimando su pulso contra el Sahara. Hasta el miércoles tiene de tiempo para resolver el puzzle de cómo montar una mochila que prácticamente ha de convertirse en un cuartel general itinerante.

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