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César Campoy
Jueves, 20 de octubre 2016, 19:06
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La reiteración simula llevarnos a un estado acomodado. A base de repetir que la música valenciana vive una suerte de edad de oro creativa, cuya magnificencia es inversamente proporcional al interés que parece despertar en buena parte de la ciudadanía, parece que bajamos el listón de lo que se debería considerar más que recomendable. Nada más lejos de la realidad. Major propòsit (Música de Telers), el tercer disco de los alcoyanos Arthur Caravan, es una buena muestra de ello. Arte ideado desde parámetros creativos de altura, al servicio, no obstante (o, tal vez, por ello), del disfrute, casi inmediato, del oyente. ¿Es posible danzar mientras Rimbaud y Magritte se agitan nerviosos en medio de la sala? Toni Blanes, Pau Aracil, Jordi Richart y Pau Miquel Soler son capaces de conjugar los elementos para que así sea. Tal vez esa sea la razón por la cual han construido uno de los discos valencianos más recomendables del último lustro. Un trabajo gestado en los estudios de Ca la Cari, en Santa Maria de Palautordera, junto a la inestimable ayuda, en la producción, de Dalmau (Mau) Boada.
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