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Damien Jurado en su regreso a Valencia
La estimulante excelencia de Damien Jurado

La estimulante excelencia de Damien Jurado

La gira de presentación de “Vision of us on the land” trajo de vuelta a Valencia al músico de Seattle. Tamara Lindeman con The Weather Station, abrirían el show

alquimia sonora / susana godoy

Jueves, 5 de mayo 2016, 12:59

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Damien Jurado comenzó la gira de presentación por nuestro país de "Visions of Us on the Land" en la sala Loco Club de Valencia, en un gran concierto que no hace más que reforzar la escala ascendente de excelencia que situa a sus últimos trabajos y al global de su carrera como una de las más estimulantes de la escena del folk-rock de la última década.

Se hace necesario tirar de memoria y hemeroteca para comprobar que la última vez que Damien Jurado pisó Valencia fue hace algo más de dos años. Un concierto algo lejano en el tiempo pero presente en la memoria durante la escasa hora y cuarto que duró el que ofreció la noche del pasado domingo en el Loco Club. En aquella ocasión presentaba en solitario Brothers and Sisters of the Eternal Son , segundo capítulo de la trilogía protagonizada por su supuesto alter ego y alcanzaba unas cotas de excelencia que nos hacían pensar que el de Seattle se encontraba bien situado en otra dimensión del folk-rock y que no necesitaba una banda a su alrededor para plasmar la profundidad de sus canciones.

Podríamos tirar de una larga lista de adjetivos y calificativos grandilocuentes pero aun así no alcanzaríamos a poder expresar ni la mínima parte de lo que supone contemplar, y escuchar, las canciones de Jurado elevadas a una suerte de viaje a través de infinitas dimensiones, inabarcables, que hicieron del concierto un todo denso que atrapaba los sentidos desde el primer momento.

Un concierto en el que los temas se entrelazan en un continuo que en ocasiones no permite distinguir entre unos y otros (tocar seguidos Silver Timothy y Mellow Blue Polka Dot , por ejemplo) compartiendo elementos comunes en sonoridades y hasta en declamas, en una unidad extrañamente cósmica, más grande que uno mismo. Y parece increíble decir todo esto cuando una ve a Damien Jurado , de aspecto casi extrañamente terrenal, con el gesto anguloso y los ojos cerrados con fuerza, jugar con su voz y los micros dándole ese tono tan lejano y profundo que en ocasiones llega a sobrecoger.

Abrir con Nothing is the News daba una idea del recorrido sonoro que podía deparar la conjunción de las atmósferas creadas por las historias narradas por Jurado con la maestría de una banda, The Heavy Light, que ejercía de envoltura mucho más que sólida, pétrea, con una pegada inabarcable que crecía por momentos. Una batería, imparable, contundente, marcando los pasos y dando una sensación de profundidad absorbente en todo momento, como una apisonadora que ejercía de acompañante perfecto para los recovecos vocales de Damien Jurado . Entre ambos conformaban un protagonismo que no decayó ni un solo momento, arrancando considerables aplausos del respetable en el solo de presentación.

La guitarra eléctrica, que parecía la gran tapada en los primeros temas, desgarraba quejidos al fondo de todo, y los sintes y efectos (quizá excesivos en algunos momentos) proporcionaron ese ambiente psicodélico que caracteriza a los tres últimos trabajos del norteamericano. La valía de la banda quedó, en definitiva, sobradamente demostrada en la jam extrañamente cósmica en la que se convirtió Walrus y en momentos más pausados (y para la que suscribe, imprescindibles) como Working Titles, el contrapunto seguramente necesario para semejante dosis de intensidad.

Antes, The Weather Station , o lo que es lo mismo, la canadiense Tamara Lindeman, sorprendió (es prácticamente desconocida en nuestro país) con una elegancia inusitada en unión con un folk de raíces clásicas pero con la complejidad de artistas como Laura Marling; las aristas de su profunda voz y las sonoridades que arrancaba a su guitarra bien dan para semejante comparación. La acompañaba, en parejo dúo, un batería que, pensando en lo que vino después, representaba la antítesis de lo que debe ser la percusión. Igual maestría, pero, esta vez, con toda la delicadeza posible para enmarcar la escasa media hora de canciones preciosistas que ofreció la canadiense.

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