Borrar
Cecilia Rodrigo, hija de Joaquín Rodrigo, durante un homenaje al músico en París.
El Maestro Rodrigo perpetúa su huella en París

El Maestro Rodrigo perpetúa su huella en París

Una placa en el número 159 de la rue Saint-Jacques testimonia que en aquel lugar, acompañado de su mujer, la pianista turca y sefardí Victoria Kamhi, Joaquín Rodrigo alumbró una pieza eterna, el 'Concierto de Aranjuez'

efe

Miércoles, 16 de marzo 2016, 01:10

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

La gran mayoría de franceses serían incapaces de identificar el 'Concierto de Aranjuez' por su nombre. De hecho, tendrían dificultades para solo pronunciarlo. Pero bastan las primeras notas de su adagio para que cualquiera de ellos reconozca la melodía y dibuje una sonrisa.

Menos personas aún saben que fue en un pequeño estudio del Barrio Latino de París, a los pies de la Sorbona y el Panteón, donde, en los estertores de la Guerra Civil española, el Maestro Joaquín Rodrigo compuso en su pieza más universal, estrenada en 1940 en Barcelona.

Hoy, más de 75 años después de que el compositor español dejase escrito en braille -era ciego desde los tres años- una de las grandes piezas del siglo XX, París le devolvió a Rodrigo su lugar entre los artistas que han buscado, y encontrado, la inspiración en la ciudad de la luz.

Una placa en el número 159 de la rue Saint-Jacques testimonia que en aquel lugar, acompañado de su mujer, la pianista turca y sefardí Victoria Kamhi, Rodrigo alumbró una pieza eterna, que ha conocido todo género de versiones más o menos afortunadas. También en Francia.

El reconocimiento de París al Maestro Rodrigo (1901-1999) lo es también a su hija Cecilia, emocionada hoy, quien nunca ha dejado de pelear por que el nombre de su padre reciba la atención que merece.

"Para nosotros, hoy es una fiesta. Hemos venido a hacer una fiesta, que nos ha preparado, desde donde esté, el Maestro Rodrigo", dijo Cecilia a un grupo de periodistas antes de desvelar la placa que inmortaliza a su padre en el Barrio Latino.

El 1 de septiembre de 1939, el día que Hitler invadió Polonia, el compositor y su esposa hicieron su escaso equipaje, con un baúl que transportaba el manuscrito del Concierto de Aranjuez, para trasladarse a un Madrid devastado por la guerra.

Atrás quedaban doce felices años en París que habían permitido a Rodrigo conocer a su mujer, cultivar una buena amistad con Manuel de Falla, asistir al estreno del Bolero de Ravel -invitado por su autor- y aprender música de la mano de Paul Dukas.

Del flechazo inmediato dejó constancia una carta. "¡Viva París, viva París, viva París!", escribió Rodrigo de la mano de su entonces lazarillo, Rafael Ibáñez, un empleado de la fábrica de su padre a quien este encomendó su cuidado, temeroso por la aventura parisina de su hijo.

¿Y qué hallaba de especial en París aquel joven valenciano? "Que aquí se acogía el talento. Tuvieron muchas dificultades y malos momentos, pero había un reconocimiento del talento", responde su hija Cecilia.

En la ciudad con más chapas de recuerdo por metro cuadrado, son pocos los artistas españoles que han logrado hacerse un hueco en ese legado colectivo y metálico: Rodrigo se une a nombres como Picasso o Max Aub.

En todos esos casos, París tuvo que "apropiarse" de una forma u otra de los creadores, hacerlos suyos primero para exhibirlos con orgullo después, como recordaba hoy el presidente de la Fundación SGAE, Manuel Aguilar, coorganizadora del homenaje.

Los actos no se limitaron al descubrimiento de la placa, sino que incluyeron una recepción en la alcaldía del V distrito parisino, la elaboración de una Ruta por el París de Rodrigo a cargo del Instituto Cervantes y un concierto homenaje que esta noche reunirá a Carlos Núñez y el guitarrista flamenco Juan Manuel Cañizares.

El artista folk recordó cómo descubrió de niño el Concierto de Aranjuez de la mano de Paco de Lucía y ya entonces percibió que era algo "que estaba vivo".

"Es una llave que nos representa a todos", consideró Núñez, que hoy interpretará la versión para gaita que tocó por primera vez en los conciertos de homenaje tras los atentados de Atocha, en 2004.

También para Cañizares la obra tiene un significado especial, pues interpretarla en 2001 con la Orquesta Filarmónica de Berlín bajo la batuta de Simon Rattle supuso para él "un paso muy importante" en su carrera.

Son solo dos personas que en un momento u otro sintieron la emoción de descubrir la obra. Quizá en Francia no sepan bien cómo se llama, pero pocos resisten su embrujo al escuchar sus notas.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios