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Nacido en Jaca, Marcelino Orbés Casanova era en las pistas circenses Marceline, ‘El príncipe de los payasos’. Diputación de Huesca
Marcelino, el espejo de Chaplin

Marcelino, el espejo de Chaplin

Una exposición y dos libros rescatan del olvido al genial payaso aragonés al que admiraron Charlot y Buster Keaton

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Lunes, 11 de diciembre 2017, 01:31

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El sombrero y el bastón de Charlot quizá no serían universales si Chaplin no se hubiera cruzado en su camino con Marcelino, el primer payaso global. Dos libros y una exposición rescatan de un injusto olvido la figura de Marcelino Orbés Casanova, (Jaca, 1873-Nueva York, 1927), un 'clown' genial que ascendió de la nada al Olimpo circense. A los noventa años de su tristísimo adiós -se pegó un tiro-, se reivindica el genio del «príncipe de los payasos», «el mejor del mundo» para el genial histrión Buster Keaton.

El periodista de 'Heraldo de Aragón' Mariano García averiguó en 2004 que Marceline -así se anunciaba- nació en el Pirineo de Huesca. Niño acróbata, Orbés trabajó en el Circo Price de Madrid y el Teatro Alegría de Barcelona. Con veinte años era ya un gran payaso augusto -el bonachón- que paseó su talento por Ámsterdam, París y Londres, donde hizo debutar a un joven y desconocido Chaplin. Llegó a Nueva York como un ídolo de masas. Silbando y sin pronunciar palabra, atrajo multitudes durante años, hasta que el circo dejó de ser el mayor espectáculo del mundo. Su estrella se apagó, como los astros del cine mudo.

Antes, su luz iluminó a Chaplin, quien se miró en el aragonés para crear a su vagabundo con bombín y bastón. Keaton dijo de Marceline que era «el mejor payaso que vi jamás» y Cary Grant recordó con ternura como actuó con él en el Hippodrome de Nueva York cuando el actor tenía 14 años. En Londres se vendieron juguetes inspirados en Marceline. Orbés dirigió una escuela de circo por correspondencia y protagonizó un cómic en 'The New York World'. El cronista E. B. White dijo al revisar la 'belle époque' neoyorquina que Marceline fue una de sus grandes figuras, junto a Walt Whitman, Rodolfo Valentino, Hemingway o Joe Gould.

El 5 de noviembre de 1927, 'The New York Times' daba cuenta en portada, como otros periódicos de todo el del mundo, del suicidio de Marceline en un hotelucho. Se descerrajó un tiro con la pistola en la se gastó sus últimos quince dólares. Hubo colecta para pagar su entierro. «Todo el mundo sabe que Chaplin se inspiró en Marcelino», escribió John Seissors en su necrológica de 'La Correspondencia de España'.

La rueda del olvido sepultó pronto su memoria. Participó en dos películas de las que no queda rastro. Solo se conservan cinco segundos de otra filmación que se ve por primera vez en Huesca. Desternillante en la pista, ultratímido en su vida personal, se disfrazaba para pasar desapercibido en la calle. Trece años ha necesitado Mariano García para su libro 'Marcelino, el mejor payaso del mundo' (Mira Editores), el brillante trabajo que sacó al payaso de la nebulosa. Coincide en las librerías con 'Marcelino. Muerte y vida de un payaso' (Pregunta ediciones) de Víctor Casanova Abós, comisario con Jesús Bosque de 'El príncipe de los payasos', la muestra con casi 300 piezas, algunas inéditas, que acoge hasta febrero la Diputación de Huesca.

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